08/03/2023
Mujeres invisibles…
Las mujeres son hoy, casi la mitad de la población migrante del mundo y su número va en aumento. Sin embargo, la migración femenina sigue chocando con las leyes del patriarcado, la intolerancia a la diversidad, las desigualdades de género en los países de origen y, en muchos casos, también en los países de destino.
La migración forzada conlleva riesgos para todos los afectados, sin embargo seràn las mujeres y las niñas que viviràn situaciones de violencia, de abuso sexual, trata, tráfico de personas, secuestros, y discriminación. Mujeres y niñas ven cotidianamente y sistemáticamente vulnerados sus derechos humanos, incluidos los sexuales y reproductivos durante el proceso migratorio.
Un informe de 2016 de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, declara que las mujeres y las niñas representan el 71% de todas las víctimas de trata de seres humanos. Un ejemplo lo encontramos en el informe que emitió el año pasado la OIM (Organización Internacional de Migraciones) que bajo el título “El Informe sobre la Trata de Personas en la Ruta del Mediterráneo”, indica que la mayoría de las víctimas de trata son mujeres jóvenes y menores de entre 13 y 24 años originarias de Nigeria, las cuales son sometidas a violencia y abuso sexual durante su viaje a Europa.
La violacion es una constante durante el tránsito hacia el país de destino esto hace que muchas mujeres decidan utilizar una inyección anticonceptiva Depo Provera que evita la ovulación por tres meses evitando un embarazo, otras deciden tomar por pareja a hombres que puedan disuadir la intención de otros de violarlas. Es importante, además remarcar que una cantidad significativa de migrantes pueda estar ya o quedarse embarazada cuando se inicia la migración y este es otro punto en donde la mujer queda completamente desprotegida a nivel sanitario lo cual puede resultar mortal o puede implicar desarrollar enfermedades o discapacidades en futuro. Aun así, la migración puede ser la mejor opción para una mujer embarazada, especialmente si la inseguridad o los sistemas de salud colapsados amenazan su vida en su lugar de origen.
Ser mujer y migrante significa estar expuesta a múltiples discriminaciones, la incertidumbre, el estigma y la precariedad. Muchas de estas mujeres se ven obligadas a querer ser invisibles, producto del miedo cuando llegan al país de destino en Europa: Miedo a ser detenidas, expulsadas o internadas en un CPR por no tener la documentación en regla. Lamentablemente el proceso de regularización puede prolongarse durante años.
Las leyes de extranjería restringen el acceso a derechos básicos en función del lugar de procedencia de las personas. Someten a una seria situación de desamparo y vulnerabilidad a las mujeres extranjeras en situación irregular. Para lograr regularizar la situación, en primer lugar se necesita un permiso de residencia temporal válido y renovable para estar en el país, además se les obliga a residir en el país cinco años como mínimo de manera continuada, tener un trabajo con un sueldo que les permita mantenerse a sí mismas y a sus eventuales familias, y rendir un examen de italiano. Sin documentación no es posible realizar tareas tan sencillas e imprescindibles en el día a día como abrir una cuenta bancaria o alquilar una casa. Además de restringir el acceso a derechos básicos como el de salud, el trabajo, la vivienda o la educación, la irregularidad condena a la desprotección frente a situaciones de exclusión, explotación laboral y violencia de género. El miedo y la incertidumbre ante el futuro produce ansiedad y condena a estas mujeres a vivir situaciones de vulnerabilidad.
La dificultad para encontrar trabajo es otra gran barrera que hay que enfrentar. Si se es migrante, acceder a un trabajo cualificado es casi imposible por la gran cantidad de criterios exigidos. Aparte de la cuota muy baja de permisos de trabajo para personas no comunitarias, es necesario que la ocupación que se vaya a desempeñar esté incluida dentro de las ocupaciones del DPCM del año y/o contar con una formación específica y muy técnica. Sin embargo, esto no es posible si no se cuenta con la homologación de tu título universitario, cuyo proceso de obtención puede alargarse indefinidamente por las trabas administrativas que existen para ello.
Cuando estas mujeres no pueden trabajar en sus especialidades, para muchas mujeres migrantes la única -y más habitual- salida es dedicarse al sector de los cuidados, obligándoles a trabajar en sectores precarizados, como el de las trabajadoras del hogar y los cuidados, sin contratos, sin estar dadas de alta en la seguridad social o sin la protección que cualquier otra trabajadora tiene.
Casi un millón de mujeres trabajan como empleadas del hogar en Italia, el 67% son migrantes, de las que la mitad de ellas provienen de países extra comunitarios, según el informe sul lavoro domestico dell' Osservatorio Domina.
El derecho a una vivienda digna es una declaración constitucional. Sin embargo, no está garantizado. Si se es migrante, las dificultades se multiplican y si se tiene una situación irregular, se vuelve casi misión imposible. Hay que presentar nóminas y la documentación,con la que, obviamente no se cuenta.
Esta situación hace imposible alquilar un piso completo, no quedando otra alternativa que alquilar por habitaciones, ya que por lo general no requiere de papeles y les permite tener un lugar donde vivir a pesar de los bajos ingresos. En el caso de aquellas mujeres que migran con sus familias y tienen hijos a su cargo, se ven obligadas en ocasiones a compartir vivienda con otras personas o familias para paliar la precariedad económica en la que viven. La discriminación por parte de agencias inmobiliarias y particulares es otro factor determinante.
Nosotras, el grupo Awawe, como lo hemos dicho en otras ocasiones, tuvimos el privilegio de no habernos tenido que enfrentar a todas estas dificultades, aunque para algunas de nosotras ha sido casi imposible homologar nuestros estudios y acceder a un trabajo que nos permita ejercer nuestra profesión. Por eso hoy estamos aquí, dando voz a nuestras hermanas, esperando que los privilegios que tuvimos nosotras no sigan siendo solo eso (un privilegio), sino un derecho de cada una de nosotras y nosotres ciudadanes del mismo planeta.