27/09/2023
PMT EXPLICA- ¿Por qué era tan bueno el Milán de Arrigo Sacchi?
Sí, el Milán de Fabio Capello arrasó al fútbol italiano y europeo y es uno de los equipos más exitosos de la historia, pero el verdadero “gran” Milán es el de Arrigo Sacchi. No es cierto eso que dicen que al final sólo queda el resultado. Queda el arte, queda la magia; los números son sólo estadísticas.
Arrigo Sacchi, que nunca jue jugador profesional de fútbol (“el jockey no debe nacer como caballo”, decía), entonces un entrenador casi desconocido, llegó al A.C. Milán en 1987 en uno de los peores momentos de la historia del club: había descendido a la Serie B en 1980 por uno de esos tantos escándalos que nos ofrece el amado Calcio (este se llama el Totonero), para después, en las dos temporadas subsiguientes, completar un insólito triplete ascenso-descenso-ascenso.
La leyenda dice que el propietario del club, un personaje polémico, por decir lo menos, que tuvo una breve carrera de fútbol como amateur (y que, probablemente, jugaba mejor que Arrigo) quedó sumamente impresionado con la forma como el Parma de Sacchi había anulado por completo a su Milán en la Coppa Italia de 1986, tanto en fase de grupos (otros tiempos) como en eliminación directa. Silvio, que así se llamaba el personaje cuyo apellido no interesa aquí. trajo, además, a Ruud Gullit y a Marco van Basten; el año siguiente llegaría Frank Rijkaard.
En su primera sesión de entrenamiento le dijo a los jugadores (que, seguramente, se habían burlado en privado del nuevo profe, su falta de experiencia como jugador y el hecho de que en realidad era un don nadie en el momento): “sí, puede que yo sea de Fusignano, pero ¿qué han ganado ustedes?” Claro, la respuesta era “no mucho”.
Los cambios fueron muchos, y fueron revolucionarios en Italia: el Milán de Sacchi acaba, para siempre, con el catenaccio y la forma italiana de jugar imperante hasta entonces (y de defender); deja atrás al líbero, que había sido implementado en los años 60 por, claro, el propio Milán; acaba con la costumbre italiana (de entonces) de concentrarse principalmente en defensa y dejar que la fase de ataque dependa de la genialidad del 10 y su entendimiento con el 9. Todo se basaba en tener un equipo corto, que la distancia entre la línea defensiva y los atacantes sea tan corta como fuera posible (idealmente 25 metros); jugar al fuera de lugar de forma muy agresiva y, sobre todo, siempre atacar, atacar, atacar: “yo exigía, cuando teníamos el balón, cinco jugadores más adelante que la pelota. Y siempre tenía que haber un jugador por la punta derecha y otro por la punta izquierda. Pero podía ser cualquiera. No siempre eran los mismos”. Por supuesto: toda su vida, desde que era un niño, Arrigo estaba obsesionado con los equipos de grandes pasadores del balón: Honved, Brasil 1970, Ajax de los años 60, y no podía aceptar la mentalidad defensiva italiana, que atribuía probablemente a un complejo de inferioridad. “Italia tiene una cultura defensiva, y no sólo en fútbol. Durante siglos todos nos invadieron”.
El comienzo fue difícil, especialmente en la segunda fecha (derrota en casa contra la Fiorentina, sólo perderían un partido más en toda la temporada), pero el contingente holandés y las principales figuras del vestuario (además del propietario) respaldaron a Arrigo y le dieron el chance a su filosofía. Funcionó: la primera temporada arrojó el Scudetto en 1988 (el primero en dos décadas); en las dos temporadas siguientes el Milán alzaría la Copa Europea (1989 y 1990), más dos Intercontinentales (una de ellas contra el Atlético Nacional, que les hizo un partido tremendo). Y todo esto ocurrió mientras un tal Diego Armando Maradona iluminaba al sur de Italia en el Nápoli.
Después de la debacle de Italia 90, la Federación pedía a gritos un cambio de dirección, y –claro- querían a Sacchi. Silvio, que ya se la olía, nombró a Fabio Capello como su “asistente” en ese mismo verano, y Arrigo asumiría a la Azzurra en 1991, donde perdió la Copa del Mundo por un penal.
Un gran equipo con extraordinario fútbol que lo ganó todo, y lo ganó bien. ¿Qué mas quiere la historia?