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—Señor, hoy es el cumpleaños de su esposa, ¿de verdad no quiere volver al departamento? —comentó el chofer de una camion...
08/14/2024

—Señor, hoy es el cumpleaños de su esposa, ¿de verdad no quiere volver al departamento? —comentó el chofer de una camioneta lujosa.
—Te advertí que no hablaras de ella —le contestó furioso un joven pelinegro frunciendo el ceño.
—Lo siento, señor —mencionó apenado el empleado y solo se limitó a seguir manejando de regreso a la empresa.
El pelinegro solo hizo una mueca antes de acomodarse en su asiento y volver a mirar el paisaje a través de la ventana.
El nombre de esa persona era Roger Petrovic, el CEO de la empresa tecnológica más importante de la ciudad.
Era el orgullo de la familia, un joven casi perfecto... pero su apariencia y talento eran opacados por su único defecto: la cosa que vivía bajo su mismo techo, esa gran molestia que le arruinó la vida.
Él frunció el ceño al volver a pensar en ella, en verdad la odiaba tanto que hasta decía su mera existencia y se preguntaba ¿por qué no se moría?
Porque para su desgracia estaba atado a ella por toda la eternidad porque así se lo ordenaron.
Él soltó un suspiro al llegar a su empresa y fue a seguir con su trabajo.
Tras un rato, él buscó acomodarse en su asiento y cerró los ojos un momento, para así poder tener un pequeño descanso y despejar su mente de todos los pendientes del día, aunque el trabajo no era lo que lo tenía así de estresado y cansado…
—¿Señor Roger? —en eso el pelinegro frunciendo el ceño aun con los ojos cerrados, porque odiaba ser interrumpido en sus propios pensamientos y al mirar a su derecha se encontró con un chico pelirrojo—. Ya despierta —le volvió a decir.
—¿Qué quieres Fabián? —dijo abriendo los ojos.
—Usted me ordenó que le recordara la hora —le contestó.
El pelinegro ahora miró a su izquierda donde estaba el reloj de mesa de su escritorio y vio que este marcaba las 5:15pm.
—Cierto, gracias —mencionó colocándose de pie mientras acomodaba sus ropas y al estar satisfecho con su apariencia, se encaminó a la salida—. Dile que tengan listo mi carro y oye pediste…
—Sí —le interrumpió haciendo una mueca—. Ya está todo listo: el auto y los regalitos que siempre lleva.
—Hm… gracias —declaró el pelinegro saliendo de la oficina con una gran sonrisa dibujada en su cara.
—… —Fabián solo vio eso y dejó escapar un suspiro mientras negaba, porque en verdad no le parecía correcto lo que su jefe estaba haciendo, al menos sentía que esa no era la forma correcta de hacer las cosas, pero sabía que su opinión no sería escuchada.
Al llegar al estacionamiento, un empleado le entrego las llaves de su lujoso deportivo negro y los regalos que Fabián le compró.
Le agradeció al empleado y al poner las cosas en el auto, él se puso en marcha para ir a su cita especial.
El lugar al que acudía con alegría era al más lujoso hotel de la ciudad.
Al llegar dejó su auto a cargo del servicio del hotel y tomando las rosas y el regalo que había llevado, bajó del auto y caminando a paso lento ingresó al interior del lugar.
Como era costumbre al llegar, varias de las mujeres que estaban cerca se le quedaban mirando y murmuraban emocionadas por lo guapo que era, palabras que solo alimentaba su ego, haciendo que sonriera de forma arrogante.
—Mi amor —justo en eso el pelinegro sonrió y al girarse vio a una hermosa rubia de cabello largo y lacio, la cual poseía un cuerpo muy curvilíneo, llegar a su lado para besarla.
—¿Te hice esperar? —le preguntó cuándo ella se le acercó.
—Sabes que por ti esperaría siempre mi amor —le contestó ella, dejando notar el amor que nacía en su mirada color esmeralda.
—Lo sé, ten te traje un regalito —indicó coqueto ofreciendo las flores y un estuche de cuero negro.
— Ah… mi amor, que detallista —mencionó ella tomando las flores y oliéndolas, para luego abrir la caja encontrando un hermoso collar de diamantes —. Ah… Roger.
—Lo mejor para mi amada —opinó coqueto.
—Sabes… yo también te tengo preparado un regalito —le susurró ella de forma coqueta mientras hacía que su cuerpo rozara contra él de él de forma insinuante.
—Hm… interesante —dijo divertido sujetándola de la cintura para empezar a caminar hacia el elevador con el fin de llegar al cuarto que siempre rentaban para poder pasarla bien.
La habitación era una de las suites más lujosas y caras del lugar, la cual en ese momento fue preparada con decoraciones románticas con velas, flores y hasta la tina estaba llena, lista para que ellos la usaran y tuvieran un hermoso momento romántico.
—Sí que lo has preparado todo Sophia —opinó Roger al ver todas las decoraciones.
—Claro que sí mi amor y por cierto: feliz aniversario —decía coqueta dándole un beso apasionado.
El cual pasó rápidamente a uno más fogoso por lo cual cerraron rápidamente la puerta mientras las manos de ellos buscaban arrancar la ropa del contrario, ya que deseaban comenzar con su noche especial.
Fue una gran noche llena de pasión para los jóvenes amantes, la cual prometía alargarse hasta la madrugada, pero justo cuando el reloj marcaba la una de la madrugada, el teléfono de él empezó a sonar.
—Ah… no… no contestes —se quejó Sophia buscando atraer a su amado a otro beso.
—Espera… —indicó enojado alejándose un poco para tomar su teléfono y contestar sin mirar el remitente—. ¡QUE! —gritó molesto, pero nadie le contestó, por lo que miro a ver el número y noto que la llamada provenía de su casa, por lo que se separó bruscamente de su rubia para sentarse en la cama —¿qué quieres? —preguntó y como respuesta recibió el sonido de unos golpes al micrófono.
—¿Quién te está molestando mi amor? —preguntó la rubia tomando las sábanas de la cama para cubrir su desnudez.
—Nadie —le dijo mirándola con cariño, antes de regresar su atención a la llamada—. No voy a ir a casa así que duérmete y no vuelvas a llamarme.
—De nuevo esa im***il te está molestando —se quejó ella frunciendo el ceño.
—Si.
—Bueno déjala y regresa a la cama mi amor, ya empiezo a tener frío —mencionó la rubia quitándole el teléfono y sin colgarlo lo tiró al suelo, para hacer que él se recostara en la cama y ella se colocara encima de su cuerpo para seguir en lo que estaban.
—… —la persona que estaba al otro lado de la línea empezó a escuchar, provocando que empezara a derramar lágrimas silenciosas y no colgó hasta que escucho como ellos se declaraban amor eterno.
Al colgar esa persona busco secar sus lágrimas y apagar la grabadora que había colocado en el teléfono para grabar esa llamada.
Ciertamente era la última pieza que necesitaba para llevar acabo eso, pero aunque sabía que no era amada, le dolía haberlos escuchado… e igual estaba feliz de recordar que esa mujer era tan arrogante y presumida, por lo cual no terminó la llamada dándole la prueba final de la infidelidad de Roger.
Curiosamente la persona que le había llamado a Roger era la causa de sus problemas y males: su esposa legítima.

—Entonces ¿si los grabaste teniendo la relación? —preguntó una voz femenina al teléfono.
La otra persona le dio algunos golpes al teléfono comunicándose en clave morse: “Si, ella no colgó”
—Excelente… am… bueno amiga ya sabes…
“Descuida, te entiendo”
—Mañana que te lleve tu pastel y tu regalo, me das esas pruebas para que se las pase a mi esposo y ya ponga la demanda de divorcio.
“Gracias”
—No tienes que dármelas, bueno descansa —indicó la persona terminando la llamada.
La mujer que se había comunicado en clave morse solo dejo escapar un suspiro y en eso volvió a sentir como sus ojos picaban y amenazaban con volver a llorar, porque recordar todo lo que escucho y como su esposo le decía te amo a su amante, dolía.
A paso lento se dirigió a su habitación y al pasar por el gran espejo que estaba en el pasillo se quedó mirando por un momento su reflejo.
Sinceramente el reflejo era de una mujer hermosa de cabello castaño algo ondulado, ignorando que en ese momento sus ojos estaban hinchados por culpa de la tristeza, estos eran de un singular color azul, su figura era delgada… tal vez no tenía un busto exuberante como Sophia, pero su cuerpo estaba bien proporcionado.
En verdad era una mujer guapa, de no ser por ese cruel defecto que ese accidente le provocó, ya que por culpa de un trauma de su niñez ella perdió el habla, por lo que ahora se comunicaba mediante el lenguaje de señas y clave morse, algo que Roger odiaba porque tuvo que estudiar esos lenguajes para poder hablar con ella.
Ella colocó su mano sobre el espejo mientras pensaba que lo que estaba por hacer era lo correcto, ya no podía vivir como una sombra en esa casa.
Quitando a su gran amiga de la infancia, el esposo de ésta y el vecino, no había alguien que la quisiera: su padre jamás la quiso, su madrastra y hermanastros abusaban de ella, su esposo la traicionaba abiertamente y su suegra la humillaba cada que podía… por lo que, de no ser por esas 3 personas, ella viviría aislada en esa gran casa.
Ciertamente la casa era un departamento moderno y lujoso, equipado con lo mejor y decoraciones muy costosas, aunque el plan original era vivir en una casa-mansión propia, pero Roger se negó a comprar algo así por el mero hecho de que solo compraría una casa cuando viviera con la mujer que amaba.
Ella caminó hasta la cocina para guardar la cena que le había preparado a Roger en unos recipientes, ya que sabía que cuando era noche con Sophia, él no regresaba hasta las 7 de la mañana, aunque solo regresaba para bañarse, cambiarse de ropa, desayunar y regresar a la oficina.
Tras guardar todo y limpiar los trastes sucios, ella ingresó a la recamara de Roger para acomodar la ropa limpia sobre la cama para que la tenga a mano a la mañana siguiente y tras acabar fue a su habitación a dormir, porque ellos dormían en habitaciones separadas.
A la mañana siguiente fue despertada por el sonido del agua correr, lo que significaba que Roger había llegado y se había metido a bañar.
Ante eso ella se levantó y fue a prepararle el desayuno, el cual acomodó rápidamente en la mesa y se sentó a esperarlo.
La espera no tardó mucho, ya que 5 minutos después Roger apareció bañado y arreglado para sentarse a desayunar sin saludarla.
“Buenos días” —le dijo ella moviendo sus manos, pero el pelinegro la ignoro porque su atención estaba en su celular, ya que estaba mandando un mensaje de texto, aunque por la sonrisa en su cara de seguro estaba hablando con Sophia.
Ella solo suspiro y comenzó a comer con la mirada baja.
Cuando Roger terminó se colocó de pie para irse, pero vio que su supuesta esposa se puso de pie y se acercó.
—¿Qué quieres Débora? —le preguntó frunciendo el ceño al notar que estaba por tocar su cuerpo, aunque solo dejó escapar un suspiro al ver que ella tomaba su corbata y se la acomodaba.
“Que tengas un buen día”
—Siempre lo tengo —dijo en tono sarcástico pasando al lado de ella y golpeándola en su hombro derecho provocando que cayera al piso, pero no le importo lastimarla y él siguió con su camino sin mirar atrás.
Débora buscó aguantar el dolor de la caída y se colocó de pie, buscando secar rápidamente las lágrimas que estaban por salir de sus ojos y en eso miró a un punto específico de la pared que tenía enfrente de ella.
Con cuidado se acercó a ese punto y al mover un adorno quitó la mini cámara que colocó en ese sitio, porque poco a poco había reunido las pruebas para exigir el divorcio.
Porque si… ella ya había llegado a su límite, ya no quería aguantar más humillaciones… aun no entendía: ¿por qué todos la odiaban? ¿solo porque no hablaba de forma fonética?
Eso le parecía injusto, aunque lo que más le dolía es que de nuevo espero al menos una felicitación por parte de su pareja por su cumpleaños… pero de nuevo el actuó como si fuera un día más.
Además de sentirse triste de un momento a otro sintió unas horribles ganas de vomitar por lo que corrió al baño.
Últimamente se sentía débil, se mareaba con facilidad y vomitaba después de comer… ciertamente en casos como esos debería ir al médico de inmediato, pero ella no quería ir porque pensaba que todo era por culpa de la presión psicológica que estaba sufriendo.
Por lo tanto fue a acostarse un rato en el sofá dejando escapar un suspiro en lo que buscaba calmar un poco sus angustias antes de empezar con sus labores domésticas o ese era el plan, ya que de un momento sonó el timbre de la puerta, anunciando que alguien había llegado.
Débora se colocó de pie y fue a ver quién era, aunque el malestar desapareció cuando vio que era su amiga, por lo que enseguida le abrió.
“Hola Caro” —le dijo sonriéndole.
—Hola Debi, ya se fue, ¿verdad? —indicó una chica de cabello negro, acercándose a abrazarla y darle un beso en la mejilla.
“Sí”
—Que bueno, porque no le traje a él —dijo mostrando una bolsa de papel.
La castaña le miró confundida y en eso vio el nombre de la bolsa asombrándose, porque su amiga trajo comida de su restaurante favorito.
—Y por cierto ¡feliz cumpleaños!
La castaña sonrió y le abrazó, agradeciendo este gesto porque era la única que le felicitaba a esas alturas de la vida.
Tras eso buscaron acomodar todo en la mesa para comer y platicar de trivialidades sobre cosas que veían en la tele o el drama que pasó en la novela de las 9.
“Sí que se la pones difícil a Cristian”
—Bueno él sabe que no soy una chica fácil y así me ama —bromeó ella sacándole la lengua y haciéndola reír.
“Oye ten, son las grabaciones” —habló dándole los dos usb con todas las evidencias que había reunido.
—Perfecto, yo se los daré para que demos inicio a la demanda —indicó poniéndose seria y guardándolos en su bolso.
Débora le agradeció su ayuda y tras guardar las pruebas se sentaron a comer a la mesa comentando de cualquier otro tema para pasar un buen rato, aunque este se vio interrumpido cuando la castaña se levantó de golpe para correr al baño a vomitar lo poco que había ingerido.
—¿Débora? ¿estás bien? —la pelinegra corrió detrás de ella, porque esa reacción fue extraña y se asustó al escucharla vomitar, por lo que no dudó en ingresar al baño para ayudarla porque ahora se veía algo pálida—. Oye ¿hace cuánto que te pasa esto? ¿Has ido al hospital? —empezó a preguntar, sin recibir respuesta alguna porque no la dejó hablar al pasarle una toalla para que se limpiara.
“Es algo hace poco empezo a pasarme y no… aun no voy al hospital”
—Entonces olvida la comida, porque ahora mismo te llevaré al hospital —indicó la pelinegra frunciendo el ceño y ayudándola a colocarse de pie.
“Pero mis deberes…”
—Ah… olvida eso, la casa no se destruirá por un día que no la limpies, lo importante es tu salud —le regaño su amiga.
“Deja le aviso a Roger”
—Débora por favor, olvídalo o acaso él te pide permiso cuando se va a acostar con su amante.
“No…”
—Entonces vamos amiga, porque en este momento debes recordar que lo más importante en esta vida eres tú y nadie más.
“Gracias” —Débora sonrió agradeciendo que en verdad ella le apoyara.
—Bueno levántate y ve por tu bolso —le ordenó mientras le ayudaba a colocarse de pie y enseguida sacó su móvil de su bolsillo para mandar un mensaje de texto—. Ven, te llevaré con mi médico para que no tengas problemas con ese loco.

Al llegar al hospital, la pelinegra fue quien habló con su médico pidiéndole que le hicieran una revisión completa a su amiga, porque no se encontraba bien e igual le contó que la vio vomitar.
El médico al escuchar lo que había pasado y notar que la joven castaña se miraba algo pálida, en seguida ordenó que le hicieran un examen completo para encontrar el origen de su malestar.
“Caro, tengo miedo” —le decía Débora, porque le aterraba pensar que tuviera algo malo y jamás lo noto y ese miedo creció al ver que le aplicaron varios exámenes.
—Tranquila, sea lo que tengas aquí estoy a tu lado para apoyarte ¿sí? —le comentó tomándola de las manos para buscar transmitirle calma.
La castaña solo asintió y tras esperar unos minutos, llegó una enfermera con los resultados de los análisis.
—Gracias preciosa —le dijo coqueto el médico guiñándole el ojo, provocando que ella solo sonrió y de forma lenta se girara para salir del consultorio, provocando que las amigas rieran ante esas acciones.
Al tener los papeles en la mano, el doctor enseguida comenzó a leerlos poniéndose ligeramente serio conforme pasaban las páginas.
—¿Qué tiene mi amiga? —preguntó la pelinegra al ver que el médico no les decía nada.
—Tranquila Carolina, tu amiga está bien de salud —aclaró el médico.
—¿Bien? ¿y porque ha estado vomitando y no se ve…?
—Porque ella tiene 2 meses, felicidades señora —le interrumpió el doctor mirando que esa noticia asombraba a ambas.
—Que… 2 meses… —la pelinegra miró a ver a su amiga, quien estaba en shock.
—Veo que estás un poco sorprendida por la noticia —opinó el doctor al notar que ella estaba quieta y su cara no reflejaba algún tipo de emoción.
“Bastante…” —la castaña movió sus manos con dificultad, ya que se sentía en una especie de limbo en esos momentos.
—Dice que bastante, pero ¿está seguro?
—Si es un examen perfecto y de hecho, los mareos y vómitos, son las pequeñas alertas del comienzo de tener bebé —comentó notando que las amigas solo hacían una mueca al escuchar eso—. Veo que aún tiene sus dudas y si desea yo… —comenzó a decir abriendo su cajón para sacar una tarjeta y su block de recetas—. Mira aquí te doy el nombre de un buen ginecólogo para que comiences con tu seguimiento y tus cuidados, pero si no deseas esta es la dirección de una clínica para que abortes.
“Que…nooo”
—Creo que no le gustó la idea de abortar —indicó Carolina buscando calmarla.
—Perdón por sugerirlo —dijo el médico al ver la cara de horror que puso la castaña—. Pero no te ves feliz con la noticia, por eso me atreví a comentarte sobre esa opción.
—Gracias doctor y pues no se ve feliz porque recién se peleó con su pareja —mencionó Carolina buscando hacer que el médico deje de hablar del tema.
—Entiendo, pero bueno señorita recuerde que hablando se entiende la gente y sé que las cosas se solucionarán, además de seguro su esposo estará encantado con la noticia de que serán padres.
Débora solo hizo una mueca y asintió, ya que no tenía caso decirle sobre eso a un extraño.
—Am… doc. y dígame ¿mi amiga puede tomar algo o hacer algo para que ya no tenga esos horribles malestares?
—Claro —indicó empezando a anotar algo rápido en su recetario y se lo entregó—. Mira estas vitaminas te ayudarán a que ya no te sientas tan débil y por ahora como estas empezando a conocer de tu bebé, lo que sientas que te hace mal evítalo y aumenta tu consumo de frutas y verduras ¿entendido?
Débora asintió tomando la receta que le ofrecía.
“Gracias”
—Dice que muchas gracias doc.
—De nada y cuídense —mencionó el médico despidiéndose de ella.
Mientras andaban Carolina notaba que su amiga se encontraba algo ida, ya que estaba sumida en sus propios pensamientos.
Tener hijos… realmente era una hermosa noticia, ya que en algún momento esa noticia se volvió su gran sueño y anhelo… pero porque se enteraba de esto ahora que estaba decidida a divorciarse.
Ahora tenía esa duda: ¿debía divorciarse? o… las palabras del médico podrían ser ciertas y todo cambiaría con la llegada de ese bebe.
—Débora —en eso escucho que su amiga le llamaba, sacándola de sus pensamientos.
Al detener sus pasos y mirar a ver a los ojos noto su preocupación.
—Tener hijos es producto de lo de esa vez ¿verdad? —preguntó angustiada, recordando ese día que la encontró toda golpeada al ir a visitarla.
“Creo que sí…” —indicó triste.
—Débora y dime ¿qué vas a hacer? porque te conozco y sé que el ab**to no es una opción, pero dime ¿harás lo que dio el doctor o seguirás con el plan de divorcio?
“Es que será su bebe”
—¿Y qué? no sabes cómo tomará la noticia.
“Pero será su bebe… de… de seguro todo cambiara para bien”
—Amiga…
“Caro sé que te estas enojando, pero siento que debo decirle sobre mi estado”
—Débora, mejor promete y júrame por la memoria de tu mamá —dijo la pelinegra mirándola a los ojos y tomándola de las manos—. Que solo le preguntaras ¿qué opina de que tengan un hijo? no le digas que tienes bebé porque en verdad no deseo que se gire y te golpee hasta que te haga abortar.
Esas palabras asustaron un poco a la castaña porque sabía que él podría tener ese tipo de reacción, por lo que accedió y prometió cumplir con esa promesa.
Ante esa mención, empezó a recordar ese día, si… ese fue el día que tenía hijos y tristemente, no hubo nada de amor ni cariño en esa única ocasión en la que compartieron cama, porque Roger la utilizó como sacó de boxeo para sacar sus frustraciones debido a que esa mañana había peleado con Sophia y tenía miedo de perderla… y como siempre, Débora fue la razón de la discusión, porque la rubia deseaba ser la esposa y no la amante, así que esos golpes eran porque le estaba arruinando su vida.
Ciertamente ese hecho fue el que detonó que ella marcara la línea final de la tolerancia, porque ella jamás le había hecho algo para merecer ese trato por lo que no entendía porque la odiaba tanto, ya que ella no recordaba haber hecho todas esas cosas de las que la acusaba.
Débora buscó sacudir todos esos malos recuerdos de su mente y solo se dedicó a seguir caminando por las calles en compañía de Carolina hasta la farmacia para surtir la receta médica.
Al tener las pastillas busco tomar unas y guardar el resto en su bolso.
—Bueno ahora que ya las compramos, qué te parece ir de paseo.
“Pero…”
—Ayer fue tu cumpleaños y te quedaste en casa encerrada esperando a ese im***il, así que hoy tomarás tu revancha y comeremos pastel —dijo Carolina tomando de la mano a su amiga para caminar hacia el centro comercial.
Tras pensarlo un poco, Débora accedió porque ella decía la verdad: ya era hora de disfrutar de la vida y debía celebrar su cumpleaños pasándola bien fuera de casa.

La salida fue algo bueno para Débora, quien se miraba más alegre por lo ocurrido, ya que hasta comieron fuera y Carolina le compró un regalo de cumpleaños.
Al terminar de comer, regresaron juntas al departamento de la castaña, porque Carolina insistió que no la quería dejar sola en la calle.
Las amigas avanzaron con tranquilidad entre risas y charlas, llegaron al edificio de departamentos y tomaron el elevador.
Lamentablemente el agradable ambiente terminó cuando salieron del elevador y vieron a una mujer mayor golpear y gritar la puerta de la casa del departamento de la castaña.
—MUDA ¡ABREME! —gritaba una mujer mayor de cabello negro platinado, la cual seguía golpeando la puerta sin parar, hasta que noto la presencia de ellas a su lado—. TU ¿quién te crees? —declaró mirando con odio a la castaña—. ¿Por qué no estás en casa? ah… ¿quién te dijo que podías salir? tch… con razón mi pobre hijo sufre por tu culpa.
—Señora Petrovic, si sabe que este es un edificio de departamentos y sus gritos molestan —dijo molesta la pelinegra, al ver que la estaba ignorando.
—Tú cállate, mu**ta de hambre —le contestó mirándola mal, antes de girarse para seguir hablándole a su nuera—. Y tú ¿qué esperas? abre la puerta ¿cuánto tiempo me vas a dejar aquí parada?
Débora solo hizo una mueca y abrió la puerta de la casa.
—Vaya al fin —dijo la mayor ingresando y empujando a propósito a la castaña al pasar por la puerta.
—Oiga —se quejó Carolina ayudando a su amiga, quien negó y dándole una leve sonrisa antes de entrar al departamento y seguir a su suegra.
Al ingresar a la casa la mujer mayor empezó a quejarse de que la casa estuviera sucia y desordenada, aunque eso era mentira, pero para hacer realidad sus palabras empezó a tirar algunos libros y objetos que se encontraba a su paso haciendo más ruido.
—Quiere calmarse y controlarse —dijo molesta la pelinegra—. Dios… así parece verdulera y no una señora de suciedad como dice ser.
“Caro…” —le llamó asustada, porque no quería que ellas terminaran discutiendo y que su suegra le hiciera algo malo a su única amiga.
—¿Cómo me llamaste mendiga? —gritó ofendida la mujer tratando de golpear a la chica, pero esta le sujetó la muñeca y detuvo sus acciones.
—Le llamo como se merece, ya que usted no merece respeto alguno —indicó molesta ella poniendo un poco más de fuerza en el agarre.
—¡Ah! suéltame, vas a ver voy a llamar a la policía y… —justo en eso tocaron la puerta de la casa.
—Tiene suerte, vieja ridícula —mencionó Carolina liberándola de su agarre mientras que Débora iba a la puerta para ver quién era.
Al abrir la puerta ella se encontró con dos oficiales de policía.
—Buenos días señora ¿usted nos llamó? —preguntó uno de los oficiales.
—Oficiales, que puntuales —dijo furiosa la mujer mayor acercándose a ellos—. Arresten a esta mujer —declaró señalando a la pelinegra —porque se atrevió a lastimarme.
“Eso es mentira” —mencionó Débora frunciendo el ceño.
—Ganas no me faltaron —opinó Carolina—. Pero no le hice nada, ella solo está dramatizando.
—Ah… oficiales, no lo ven… Ella me está intimidando, así que por favor, arréstenla y sáquenla de mi casa.
“Esta es mi casa” —dijo la castaña frunciendo el ceño.
—Esta no es su casa —se quejó la pelinegra.
—De hecho —opinó el primer policía—. Nos llamaron porque varios vecinos se están quejando de usted, señora —indicó señalando a la mayor.
—¡QUE! ¡COMO SE ATREVEN! ¿ACASO NO SABEN QUIEN SOY YO?
—Usted es la vieja loca que estaba tratando de derribar la puerta de mi vecina y no me ha dejado dormir —en eso un hombre rubio se paró debajo del marco de la puerta junto a los oficiales
—COMO SE ATREVE… —empezó a quejarse, pero se quedó en silencio y furiosa al reconocer al rubio.
“Jayden…” —Débora se asombró al ver al rubio, quien le sonrió cuando sus miradas coincidieron.
—Señora mejor ahorre su saliva, porque la tengo grabada e igual cada que usted viene solo molesta a mi vecina —indicó aburrido el rubio—. Oficiales procedan a llevársela.
—Tu… —la mayor estaba histérica, ya que parecía que todo se había puesto en su contra.
—Preciosa, si tu esposo no te protege de su madre, yo lo haré, porque ni tú ni yo estamos para aguantar sus gritos —le dijo sonriéndole.
Los oficiales obedecieron esa orden y enseguida ingresaron al interior de la casa para sujetar a la mayor y hacer que se saliera de ese departamento.
—¡SUELTENME! YO SOY ISABELA PETROVIC, NO PUEDEN HACERME ESTO.
—Señora, en serio deje de poner resistencia y… —empezó a decir uno de los oficiales al tratar de esposarla, teniendo cuidado de no lastimarla.
—¡QUE LE HACEN A MI MADRE! —en eso apareció Roger, ingresando al interior del departamento, dejando que todos notaran su enojo e ira mientras se acercaba para salvar a su madre.
—Perdón señor, pero la estamos arrestando por las múltiples quejas de los vecinos —dijo el otro oficial.
—¿Quién se atrevió…?
—YO FUI, Petrovic —dijo el rubio de forma aburrida haciendo notar su presencia.
—Cooper… —Roger frunció el ceño al ver al rubio en SU departamento.
—Si, así que deja tus dramas y mejor regaña a tu madre, porque no me parece justo que venga a gritarle a tu esposa solo porque sí.
—Ese no es tu asunto —declaró dándole la espalda—. A ver mamá, ven a sentarte aquí al sofá —decía ayudando a andar a la mayor.
—Es mi asunto, porque… por si no lo sabías este edificio de departamentos es mío y debo recordarte que: odio el alboroto en mis propiedades —declaró mirándolo a ojos—. Así que… te calmas o te echo a la calle de la forma más humillante posible.
—… —el pelinegro tenso la mandíbula, ya que no podía contestarle como deseara porque la familia Cooper era la única rival de los Petrovic, en todo el sentido de la palabra.
—Hijo, gracias por salvarme, esa muda y su amiga me han insultado —declaró la mujer mayor buscando llorar para victimizarse.
—Oh dios… pobre señora… una muda le ha dicho groserías, nooo… cuánto sufrimiento —se burló Jayden mirando mal a madre e hijo.
—Copper lárgate de mi casa —le ordenó Roger.
—¿O que me harás? —indicó burlón—. Porque te puedo enseñar el video de como tu madre ha estado fastidiando la puerta del departamento por un buen rato solo porque no le abrían.
—Si tanto te molesta el ruido hubieras salido y ayudado a mi madre.
—¿Ayudado en qué? creo que cualquiera sabe que si pasa el tiempo y no te abren la puerta, es porque no hay nadie en casa o me vas a decir que tu esposa no tiene el derecho a salir de casa de vez en cuando —le cuestiono arqueando una ceja.
—… —Roger estaba furioso, porque si contestaba esa pregunta era una prueba de maltrato y con ese hombre y dos oficiales de testigos tendría problemas que podrían arruinar su reputación.
Por suerte noto que Fabián había llegado y se acercó a los oficiales para resolver el asunto.
—Oficiales gracias por venir, nosotros nos encargamos de esto —en eso el rubio y los policías vieron que el asistente de Roger estaba parado a su lado buscando entregarles un sobre a los uniformados para que se retiraran.
—… —Jayden solo dejo escapar un suspiro—. Esperemos que en verdad lo arregles Fabián, porque seguiré pendiente —declaró retirándose, no sin antes mirar a los ojos a Débora y sonreírle antes de girarse para regresar a su propio departamento.
Por su parte, los oficiales tomaron ese sobre con dinero y se retiraron.
—Tú igual lárgate, Carolina —ordenó Roger mirando mal a la pelinegra —sabes que no eres bienvenida a mi casa.
—¿Me sacas para que le puedas pegar a mi amiga por algo que tu madre se hizo a sí misma? —cuestionó la nombrada cruzándose de brazos.
“Caro…”
—Ah… tú insolente… — Isabela estaba furiosa y se colocó de pie para darle una bofetada a esa chica.
—Señorita por favor, retírese —lamentablemente sus acciones no se concretaron porque Fabián intervino, ya que sabía que Jayden Cooper no amenazaba en balde y era obvio que seguiría vigilándolos.
—… —Carolina no quería irse, pero al ver la mirada angustiada de su amiga se rindió—. Está bien… Debi, por favor cuídate y no dudes en llamarme por si ese te hace algo —indicó ella mirando mal a Roger.
“Gracias amiga, luego te hablo” —dijo la castaña sonriéndole.
Carolina dudó un momento, pero al final se retiró del departamento.
Una vez solos Roger ayudó a que su madre a que nuevamente tomara asiento y en eso vio el gran desorden en la casa, por lo cual se giró molesto hacia su esposa.
—¿Qué has estado haciendo? ¡ah! ¿por qué la casa está sucia? —le interrogó frunciendo el ceño.
“Yo no hice esto, fue tu madre” —le contestó ella frunciendo el ceño.
—No mientas, mi madre jamás haría una cosa así.
—Hijo, en serio ya deberías deshacerte de esta inútil, mira que dejar que todos me atacaran… es una ingrata… nosotros que la hemos aceptado en nuestra familia y así nos paga —Isabel habló de forma dramática abrazados a su hijo para ocultar su sonrisa divertida y dedicar de forma discreta una mirada llena de superioridad a la chica muda.
“Yo no tuve nada que ver con eso, yo no controlo a las personas” —Débora trataba de defenderse, pero sin éxito.
—¿Estás segura de eso? porque aún recuerdo como me engañaste —se quejó el pelinegro acercándose de forma peligrosa a su esposa mientras amenazaba con golpearla, pero Fabián lo detuvo.
—Ya Roger, no le des más razones a Cooper para que te ataque —le recordó, ya que era obvio que el vecino aún estaría pendiente de lo que pasará y los gritos del departamento.
—Tch… —se quejó bajando la mano.
“Yo nunca te mentiré” —indicó rápidamente Débora.
—Eres una mentirosa y una manipuladora —le atacó Isabela —te aprovechaste de la voluntad de mi suegro para casarte con mi amado hijito.
“Eso es mentira, yo no hice eso”
—Dios… no has tenido hijos, porque no soportaría tener nietos defectuosos.
—Tranquila madre, yo jamás tendría hijos con esta inútil —le aseguró Roger dedicándole una mirada de odio a su pareja, quien estaba de pie alejada de ellos.
Débora apretó con fuerza sus puños y sujetó sus ropas, porque le dolía escuchar como hablaban de ella como si no estuviera en la misma habitación que ellos, pero ahora le quedaba claro: no le diría nada a Roger y solo buscaría alejarse de ellos para siempre.

Tras el escándalo, Roger acompañó a su madre de regreso a su casa, no sin antes amenazar a Débora diciéndole que en la noche hablaría seriamente con ella sobre este asunto.
—Ah… gracias hijo mío —decía aliviada la mujer al llegar al auto—. Pero ¿cómo lo supiste?
—Fabián recibió una llamada de uno de nuestros amigos de la policía, quien nos informó que estaban enviando a un par de oficiales a la casa —le dijo ayudando a subirse al vehículo—. Por eso salí de la oficina para ver que habia hecho, pero jamás pensé que ese Cooper tratara de hacer que te arrestaran.
—Oh dios… lo lamento mi amor, pero es que sabes que me enoja que me hagan esperar e igual no pensé que esa saliera de la casa.
—Ni sabía que salía de la casa, pero ya pasó madre y en la noche la regañare por ser tan irresponsable y atreverse a dejarte fuera del departamento, haciendo que pases un mal rato.
—Sí hijo, castígala para que no vuelva a hacer eso de salir sin avisarnos.
Fabián solo escuchaba sin opinar y la verdad se sentía asqueado porque no estaba de acuerdo con esa actitud que ellos tomaban en contra de Débora… pero no podía opinar porque su familia no era tan rica e influyente como los Petrovic.
Débora al verse sola dejó salir el dolor que sentía en esos momentos, empezando a llorar y gritando en silencio, ya que odiaba todo… siempre… siempre era lo mismo.
En eso alzo la mirada y vio el gran desastre que hizo su suegra, en eso busco secar sus lágrimas y endurecer su mirada porque hoy sería la última vez que soportaría esa clase de humillaciones… ya no sería la alfombra o el s**o de boxeo de nadie.
Justo cuando estaba por empezar a limpiar, tocaron la puerta de la casa, por lo que busco secar sus lágrimas para atender la puerta, pensando que era Fabián para darle algún mensaje de su marido… algo que siempre hacía o para recibir algún paquete.
Pero al abrir se encontró con una mirada color chocolate, la cual se notaba sinceramente preocupada por ella.
—¿Estás bien?
“Jayden… ah hola ¿necesitas algo?” —le preguntó ella tratando de verse calmada, pero el rubio solo le sonrío y con su mano derecha buscó limpiar las lágrimas que aún brotaban de los ojos de ella.
—Débora si necesitas llorar hazlo, no mereces que te lastimes por tragarte ese dolor que no te deja expresar —indicó mirando que ella rompía en llanto, por lo que él busco abrazarla para calmar su dolor—. Oye ¿te pego? —preguntó sintiendo como ella movía su cabeza a los lados, negando—. Eso es bueno, creo que su asistente logró contenerlo, pero dime ¿qué vas a hacer? ¿seguirás aguantándolo?
La castaña se separó un poco y tras secar sus lágrimas le dijo:
“Ya lo decidí: voy a tramitar mi divorcio”
—Eso me parece bien y adivino ¿tu amiga te ayudará?
“Si”
—Si necesitas ayuda, no dudes en pedírmela.
“Gracias Jayden, pero ya sabes yo no…”
—Eso lo sé y te he dicho que no me importa esperar —dijo tomándola de las manos y mirándola a los ojos—. Pero quiero que recuerdes que lo que necesites: aquí estoy para ayudarte, porque no me gusta verte sufrir.
Débora trató de sonreír mientras asentía, en eso se separó de él y miró a ver el desastre que habían quedado tras el drama de su suegra.
—Bueno ya que ese loco se fue, me dejas pasar y así te ayudo a limpiar la casa.
“Pero no…”
—Insisto, además así acabaremos más rápido y platicamos un rato.
“Gracias” —ella se sentía agradecida de que estuviera a su lado en esos momentos.
Mientras tanto, Roger recién había dejado a su madre en su casa y estaba regresando a la oficina para terminar los pendientes del día.
—Dios… que fastidio… —indicó al ver su celular.
—¿Qué pasó? —le preguntó Fabián mirándolo por el retrovisor mientras manejaba.
—Otra vez me está llamado el padre de Débora.
—¿Otro préstamo?
—Lo más seguro, dios… en serio creen que les debo algo solo porque Débora es mi esposa —se quejó frunciendo el ceño—. Al contrario, yo soy quien debería recibir dinero por aguantarla a mi lado.
—Y bueno ¿se los darás?
—Claro que no, que vean como le hacen porque esa familia no es nada… mira que siempre invertir en negocios mediocres que a meses se van a la quiebra.
—Según investigue: el padre de Débora hace un mal manejo del dinero porque siempre busca complacer a su esposa e hijos sin importar endeudarse en el proceso.
—Por eso es un viejo mediocre y obviamente no le daré ni un centavo, que vea como le hace para salir de sus deudas.
—Bueno a lo mejor, podrían molestar a Débora para que ella te pida dinero en su nombre.
—Que lo intenten, me da igual lo que hagan, porque ella jamás me va a ordenar o conseguirá algo de mí —declaró eliminando los mensajes de su suegro.
Justo en eso le entró una llamada que le hizo cambiar el semblante y ahora contestaba con una sonrisa dibujada en el rostro.
—Hola preciosa.
—¿Te interrumpo, mi amor?
—Tú jamás lo harás.
—Oye, necesito hablar contigo —la voz al otro lado de la línea sonaba algo angustiada.
—¿Pasa algo? te oyes preocupada.
—Es que… am… puedo ir a verte a tu oficina, es algo importante.
—Claro que sí, sabes que no tienes que pedirme permiso para eso.
—Gracias mi amor, entonces te veo en tu oficina —declaró Sophia terminando la llamada.
—¿Pasa algo? —preguntó Fabián, quien escuchó toda la conversación.
—No sé, Sophia se escuchaba algo angustiada y eso me preocupa —indicó poniéndose algo seri—. Estate preparado para depositarle dinero en su tarjeta por si ella lo necesita, tómalo de la supuesta manutención, digo solo se la pasa en la casa no necesita miles para eso.
—… —Fabián solo hizo una mueca y siguió conduciendo.
Al llegar a la empresa vieron que la rubia ya estaba esperándolos en el estacionamiento y al ver que Roger bajó del auto enseguida se lanzó a abrazarlo y besarlo en público.
—Hola guapo —decía empleando un tono coqueto en su voz, ignorando las miradas que le dedicaban varios empleados y otros solo murmuraban entre ellos, ya que a todos les parecía asqueroso que ese par mostrarán de forma abierta su relación de amantes.
—Hola mi amor ahora dime ¿qué te pasa? ¿por qué está angustiada la mujer más hermosa del mundo?
—Bueno… es que tengo algo muy importante que contarte, pero… —en eso ella miró mal a los empleados que los estaban observando—. Podemos hablar en privado.
—Si, ven —dijo abrazándola para subirla al auto en su automóvil deportivo—. Y ustedes ¡pónganse a trabajar o los despido! —le gritó a sus empleados antes de prender el vehículo y alejarse rápidamente del lugar.
Fabián solo hizo una mueca y dejó escapar un suspiro antes de caminar hasta el elevador para regresar a la oficina, aunque se llevó una gran sorpresa al llegar y ver al padre de su amigo.
—Señor… —le saludó asombrado de verlo en la oficina.
—Ahórrate el saludo muchacho y dime ¿dónde está mi hijo? —le preguntó.
—Él está fuera atendiendo unos asuntos.
—Está con esa mujer ¿verdad?
—Si…
—Ah… en verdad que no sé qué hice mal para que ahora esté haciendo esas.
—Am… señor…
—Llámalo ahora mismo y ordénale que venga a la oficina enseguida —declaró frunciendo el ceño.
—Si —dijo Fabián mientras trataba de llamar a su amigo, pero él ya había apagado su teléfono para no ser interrumpido.
Regresando con Roger… él la llevó a su restaurante favorito, donde pidieron su mesa especial para hablar en privado.
—Buenas tardes señor Petrovic ¿lo de siempre? —preguntó el mesero que les atendía ofreciéndoles el menú.
—Si.
—No —le interrumpió Sophia—. Hoy puede traerme un poco de jugo de arándanos con limón —pidió sonriéndole.
—Ah… —el mesero le vio confundido porque no tenían esa bebida, pero al notar la mirada del pelinegro busco aparentar calma—. Claro madam, ya se lo traigo —dijo dando media vuelta para ir a pedir ayuda con esa bebida.
—¿Segura que no quieres vino? —le preguntó Roger tomándola de la mano.
—En estos momentos no puedo mi amor.
—¿Qué? ¿por qué? —preguntó preocupado—. ¿Acaso estás enferma?
—No exactamente mi amor, lo que pasa es que acabo de recibir la mejor noticia del mundo.
—¿Ah sí? ¿y cuál es esa?
—Tengo un mes con mi bebé dentro —declaró emocionada.
—Que…
—Así es guapo: vamos a ser papás —declaró con una gran sonrisa, pero enseguida desapareció—. Pero… como comprenderás este es nuestro adiós.
—¡Que! ¿por qué?
—Porque no quiero que a nuestro hijo lo llamen algo por culpa de esa muda.
—… —Roger frunció el ceño al escucharla—. Nadie llamara mala a MI HIJO.
—Pero mi amor… —dijo con algunas lágrimas en los ojos y desviando la mirada.
—Ahora que sé esto, desafiaré a mi padre para obtener su permiso y poder divorciarme de esa cosa.
—De… ¿de verdad? —preguntó ella alzando la mirada para verlo a los ojos.
—Si y sabes, si es necesario yo mismo asesinaré a esa muda para obtener mi libertad.
—Aw… mi Roger —dijo feliz colocándose de pie para ir a abrazarlo.
—Mi Sophia —le dijo correspondiéndole el abrazo.
“Este es tu fin muda, te gane” —pensaba la rubia mientras se unía en un beso con el pelinegro.

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