20/02/2024
El super perro y su secuaz.
Pensado un copy para hablar sobre los perros que traen a sus dueños a BlueChair (je), me topé con uno de esos artículos mierdas que dicen “Los 6 beneficios de llevar el perro a la oficina”, y la verdad que son líneas que describen la compañía de un perro como si fuese un vaso reutilizable de café.
Así que decidí abandonar la línea utilitaria y dejarme llevar por la memoria condimentada por el tiempo y la niñez.
El primer recuerdo perruno que tengo tiene olor a estufa a kerosene, a invierno, al pelo castaño y negro de Sherpo, el pastor alemán que tenía mi padre en el campo.
Siempre creí que era un super perro, capaz de correr a la misma velocidad que una camioneta, saltar alambrados que para mi median 10 metros, domar animales salvajes (vacas, ovejas y caballos), defenderme de aves voraces, de comer huesos rompiéndolos con los dientes como hacen los leones, de andar suelto recorriendo territorios desconocidos y ser capaz de con su oído supersónico escucharme cuando gritaba su nombre. Yo me sentía acompañado, era su secuaz, el que le convidaba manjares que solo los humanos podíamos disfrutar, el que lo abrazaba cuando estaba totalmente mugriento, el que lo dejaba entrar a la casa los días de tormenta, el que le permitía dormir donde no podía, el que negaba que las huellas de barro pertenecían a él, inventando que otros animales eran los culpables de la suciedad. Cosas típicas que hace un buen secuaz.
La memoria de los perros sigue siendo un misterio, solo espero que Sherpo me recuerde como el niño secuaz que tuvo alguna vez.
Este es nuestro homenaje a todos los super perros y sus secuaces.