08/09/2024
🎪 Función de circo 🎪 se presentó en el marco del Festival de Poesía del AMBA, con sede en Tano Ca**ón.
Los maestros de ceremonia: Javier Roldán y Patricio Foglia (el Joven Maravilla que supo reemplazar en la voz a Osvaldo Bossi) acompañaron la salida a la luz de este nuevo título de la colección Semilla.
También, contamos con una intervención relacionada con el imaginario del circo. Gracias, Joaco Otero.
Queremos agradecer a todos y todas las que se acercaron para compartir este momento tan importante para la editorial. Función de circo había esperado veinte años para ser publicado y su autora es, a la vez, la fundadora de esta casa, Hilda Fernández Oreiro.
Abajo compartimos las palabras, certeras, profundas, bellamente reunidas, de Osvaldo Bossi, sobre el libro.
FUNCIÓN DE CIRCO, por Osvaldo Bossi
Dicen que, al igual que los pájaros, los poetas cantan mejor adentro de una jaula. Yo no sé si cantaba, o estaba en eso, pero vivía en una jaula muy humilde y pequeña en la provincia de Buenos Aires, más exactamente en Caseros. Pero no estaba solo. Hasta ese lugar llegaban muchos poetas, cada uno con su canto encerrado en una jaulita de papel. Tocaban el timbre y subíamos por una escalera hasta ese “ranchito lírico”, como a mí me gustaba llamarlo, donde las palabras, cualquier palabra, hasta las más oscuras, encontraban su propio resplandor.
Desde esa época hasta ahora pasó mucho tiempo. Pero qué es el tiempo. Para la poesía, por ejemplo, es nada, ya que por lo general vive en una especie de eternidad, donde el ayer es hoy, y el hoy es mañana, sin que se pisen los talones, como si compartieran un mismo relámpago. Diez años, quince años: un solo relámpago, para la forma de entender el tiempo que tiene la poesía.
Ahora bien, qué tiene que ver todo esto con el libro que hoy me toca presentar. Si no me equivoco, creo que mucho, ya que este libro (cada uno de sus poemas) dio sus primeros pasos (sus primeros “pio pio”) allí, mientras tomábamos mates y la luz de la tarde que entraba, generosa, por entre los barrotes, producía resonancias increíbles en el lenguaje de la poesía y en el corazón.
Leíamos en voz alta esos poemas breves, escritos (imagino ahora) a escondidas, cuando se apagaban todas las luces del circo y los animales dormían. Allí estaban, por ejemplo, las confesiones de la Mujer Barbuda o de El faquir, que, según nos cuenta, era capaz de reemplazar un antiguo dolor por otro:
mi piel ya no te recuerda / sólo tengo esta cama / y camino sobre brasas // puedo comer vidrio molido / o tragar una espada de acero // pero nada se asemeja al dolor /nada a esta intemperie // apenas una voz / cada vez más débil / de lo que busco recuperar / en cada nueva función.
Extraño espacio de representación, el circo, donde cada uno es (por fin) lo que es, y cada uno encuentra su lugar. Sin embargo, como suele ocurrir la mayoría de las veces, nada de todo esto alcanza. Ninguna monstruosidad alcanza. Y la risa, en todo caso, fuera la sombra de algo que difícilmente podemos ocultar. Como ese monstruo polifacético e invencible que es la soledad. Pienso en Frankenstein y en ese castillo donde los otros no llegan. ¿Qué diferencia tiene con el Hombre Bala con la Mujer barbuda? La poeta que escribe, sin ir más lejos, ¿no vuelve al circo, y nos revela todo lo que allí se dice, con una extraña melancolía infantil?
Curiosamente, Hilda escondió este libro por mucho tiempo, y quizás hasta ella misma, en algún momento se olvidó de él. Pero, como el libro estaba vivo, salió de su escondite y empezó a recitar estos poemas, con una voz más clara y más alta cada vez. Porque como dije antes, basta que a uno lo olviden o lo encierren, para que se ponga a cantar. Como en este libro, con una voz íntima, que se repliega y al mismo tiempo sale a la luz, entre un salto mortal y otro.
Pero bueno, el libro afortunadamente conoció la luz, y ahora podemos leerlo, podemos tenerlo en nuestras manos, como uno de esos tesoros que la Editorial Mágicas Naranjas suele publicar, donde cada libro es en sí mismo un objeto mágico, un verdadero ejemplo de lo que las editoriales independientes pueden hacer, aunque los tiempos de penuria, como diría Holderlin, arrecien.
En lo personal, estoy muy feliz por la aparición de esta “Función de circo”, que Hilda Fernández, al fin, se animó a publicar, a sacar de su secreta caja de tesoros y compartirlo con nosotrxs. ¿Qué otra cosa es la poesía sino ese encuentro con los demás, que es, en definitiva, el poderoso encuentro con uno mismo? Por eso la poesía es, entre todas las cosas del mundo, se vuelve infinitamente necesaria.
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PD. Lamento no poder compartir esta tarde de poesía y amigxs con ustedes, por causa de una gripe que me tiene un poco averiado y en cama, pero, aun asi, contento de participar con estas palabras que, seguramente, algún amigo o amiga de la poesía leerá por mí.
Parece que me estoy haciendo el misterioso, y a lo mejor me estoy haciendo el misterioso (como lo hago casi siempre) pero no importa. Les dejo un abrazo grande a todxs los que se han juntado, alrededor de la poesía, esta tarde. Pero sobre a todo a Hilda, que no deja de ser una fuente de alegría para mi corazón.