Sentirás escalofríos

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😮😮 EL PACTOMi papá murió hace un par de meses. Siempre fue un padre ejemplar. A mis 27 años, tengo todo lo que un joven ...
02/01/2025

😮😮 EL PACTO

Mi papá murió hace un par de meses. Siempre fue un padre ejemplar. A mis 27 años, tengo todo lo que un joven podría desear, gracias a la fortuna que logró en la industria del petróleo. Siempre fui un niño consentido, y quizá por eso jamás superé la muerte de mi mamá hace dos años. Ahora, papá también se ha ido...

Antes de partir, me confesó algo desgarrador, algo que habría preferido que se llevara consigo para siempre. Desde ese día, aquel secreto no me deja dormir con tranquilidad.

El día de su muerte, me pidió que me acercara a él. Su voz, débil pero firme, pronunció palabras que nunca olvidaré:
—Hijo mío, estoy orgulloso de ti. Me voy de este mundo agradecido por haber visto al hombre en el que te has convertido. Tu mamá y yo te amamos profundamente. Prometí no contarte esto jamás, pero necesito que te cuides... que te protejas de lo que pueda venir.

Hizo una pausa, sus ojos apagados buscando los míos. Con un último aliento, continuó:
—Hace 22 años, cuando tenías solo cinco, ocurrió algo que jamás olvidaré. Era tarde, la víspera de Navidad. Tu mamá había salido, y yo me quedé cuidándote. Me distraje por un momento y, de pronto, ya no estabas en la sala.

"Me desesperé. Recorrí toda la casa llamándote, buscando en cada rincón, pero no estabas. Finalmente, me asomé por la ventana que daba al patio trasero y lo que vi... aún hoy me hiela la sangre."

Mis manos temblaban mientras lo escuchaba. Quería que continuara, pero su voz parecía quebrarse bajo el peso de los recuerdos. Con un último esfuerzo, habló de nuevo:
—Hijo, estabas en el patio trasero, pero no estabas solo. Había tres ancianos contigo. Todos vestían túnicas negras, sus rostros eran cadavéricos, como si fueran solo piel y hueso. Te sostenían en alto, ofreciéndote al cielo mientras recitaban algo en un idioma extraño. Sus ojos... blancos como la nieve. Las venas en sus rostros latían como si fueran a estallar.

"Corrí hacia el patio, pero cuando llegué, ya era tarde. Te arrebataron de mis brazos y me enfrentaron con sus miradas. Sus bocas se abrieron y de ellas comenzaron a salir gusanos, grandes y verdes. Uno de ellos habló:

‘Feliz Navidad, Joaquín. Hemos venido a conocer a tu hijo. ¿Recuerdas a tu amigo Ignacio? Sí, ese al que traicionaste, al que le robaste su fortuna, dejándolo en la ruina. Él hizo un pacto con nosotros, ofreciendo su alma a cambio de verte sufrir. Quizá te salves tú, pero jamás tu hijo. Cuando tú y tu esposa se vayan, volveremos por él. Lo esperará una eternidad de tortura y sufrimiento.’

"Después de decir eso, se quedaron allí, mirándome, inmóviles. Te tomé en brazos y corrí hacia la casa. Nunca les conté a tu mamá ni a ti lo que pasó, pero ahora que no estaré contigo, necesitaba advertirte. Perdóname, hijo. Te amo, siempre te amaré."

Con esas palabras, mi papá exhaló su último aliento y cerró los ojos para siempre.

Ahora, mientras escribo esto, es nuevamente la víspera de Navidad. Estoy cerca de aquella ventana. Afuera, en la penumbra, puedo distinguir tres figuras encorvadas que avanzan lentamente hacia mí. Sus ojos brillan en la oscuridad como si fueran antorchas malditas.

Pero no estoy solo. A mi lado, entre las sombras, aparecen dos figuras luminosas. Escucho la voz de mi papá, clara y protectora:
—Antes de que vengan por ti, te irás con nosotros.

Y cerré los ojos para siempre.

Créditos a quien corresponda.

No pues ya empezamos mal, nos vemos allá abajo
02/01/2025

No pues ya empezamos mal, nos vemos allá abajo

—¡Cállate, vieja loca, no empieces con tus supersticiones! —Alma se miraba al espejo mientras se acomodaba el vestido ne...
02/01/2025

—¡Cállate, vieja loca, no empieces con tus supersticiones! —Alma se miraba al espejo mientras se acomodaba el vestido negro ajustado que dejaba en evidencia su vientre abultado—. Es el aniversario de la muerte de Daniela y voy a ir al cementerio. ¡No pienso dejarla sola otra vez! ¿Me entiendes? Se lo debo, murió por mi culpa.

La madre entrelazó las manos y la miró con esa mezcla de paciencia y cansancio que le daba la edad.

—Escúchame, m'ija, no vayas, no le debes nada, ella sabe que no fue tu culpa, el coche se descompuso y llegaste tarde. La culpa fue del borracho que la arrolló. No tuya ¿Entiendes? Pero lo otro... no son supersticiones. Algo malo puede pasarle al bebé.

Alma soltó una risa sarcástica. No quería que nadie aplacase su dolor.

—¡Ay, mamá, por favor! Son puras cosas de rancho. Hazme el favor de leer más y dejarte de tanto rezo. ¿Quieres que te preste un libro? A lo mejor aprendes algo nuevo.

La madre suspiró, resignada.

—Tu dichosa universidad no te enseñó que hay cosas que no están en los libros. Si vas a ir a llevarle flores a Daniela, al menos échate una oración al salir del panteón, para sacudirte los mu***os.

Alma rodó los ojos, agarró las flores de la mesa y salió sin mirar atrás.

Ella era la única en el panteón y caminaba con paso firme, ignorando el peso creciente que sentía en el vientre. Al llegar a la tumba, colocó su ramo sobre la lápida de Daniela y acarició las letras grabadas en la piedra fría. El aire se volvió más denso, y un aroma dulzón, como de flores podridas, comenzó a invadir el ambiente.

—Aquí estoy, amiga. Hoy si vine.

Un susurro pareció emerger de la tierra: "Vete de aquí". Alma sacudió la cabeza, convencida de que era su imaginación. Sin embargo, al dar media vuelta, sintió como si algo tirara de su vestido. Se giró bruscamente, pero no había nadie.

Al salir del cementerio, decidió ignorar el ritual de limpieza. Solo entonces, las primeras dudas comenzaron a asaltarla. "¿Y si mi mamá tiene razón?", pensó, pero sacudió la cabeza para alejar esa idea.

Mientras regresaba a casa, una punzada intensa la obligó a detenerse. Se sujetó el vientre, respirando entrecortadamente. "Solo es el cansancio", pensó. Pero aquella noche, el sueño la visitó con un rostro familiar.

Daniela estaba frente a ella, con los ojos vacíos como pozos.

—Bruja... ella no te pertenece, no la mereces. Ven conmigo —dijo, alargando las manos hacia su vientre.

Alma despertó sobresaltada por un dolor repentino y se le fue el color del rostro al encontrar marcas de dedos en su vientre.

"¡Virgen Santa, ayúdame!", pensó desesperada. "¿Por qué tuve que ser tan necia? Mi mamá me lo advirtió".

Aterrada y comida por la culpa, Alma llamó a su madre, quien en lugar de regañarla o darle un sermón, la llevó con una curandera del barrio.

—La amiga tuya está detrás de ti —dijo la curandera al verla entrar con voz pausada, mientras preparaba un altar que olía a copal y hierbas.

Alma se giró de inmediato, pero no vio nada.

—Es muy peligroso —continuó la curandera—, necesita tu energía para mantenerse. Tenemos que purificarte antes de que sea tarde.

Cuando estaban por comenzar el ritual, Alma sintió cómo el líquido amniótico le corría por las piernas.

—¡Se me adelantó el parto! —gritó, aterrada.

No hubo tiempo de esperar la ambulancia. Entre las manos temblorosas de la curandera y su madre, Alma empezó a dar a luz ahí mismo, en el suelo de la casa. Las velas se apagaron una a una, y un frío sobrenatural invadió la habitación. Con cada contracción, la figura de Daniela se hacía más nítida, flotando frente a ella.

—¡Vete, Daniela, por favor! —suplicó Alma entre jadeos—. ¡No me asustes así!

Daniela permanecía inmutable, negando con la cabeza. El mensaje estaba claro: no iba a irse a ningún lado. Alma sintió cómo sus fuerzas se desvanecían. El aire se volvió tan frío que su aliento formaba pequeñas nubes frente a su rostro.

Justo cuando la niña nació, el espectro se abalanzó hacia el bebé y arrancó una criatura negra y grotesca, algo que se había adherido a la bebita desde aquella visita al panteón.

El monstruo chilló antes de desintegrarse en el aire. Daniela le dedicó una última sonrisa a Alma, esta vez cálida y luminosa, antes de desaparecer por completo.

—Era una bruja —explicó la curandera, limpiándose el sudor de la frente con su rebozo—. Se te pegó en el panteón cuando no hiciste el ritual de limpieza. Tu amiga nunca quiso hacerte daño, m'ija. Te estuvo cuidando todo este tiempo, esperando el momento para salvar a tu criatura.

—¡Ay, mamá! —sollozó Alma, tomando a la bebé en brazos mientras las lágrimas corrían por sus mejillas—. Perdóname por no creerte. Se llamará Daniela, como mi amiga que nos salvó. Y te prometo que ya no voy a dudar de tus consejos.

La madre solo asintió, acariciando la cabecita de su nieta, mientras fuera de la casa, la última luz del atardecer teñía el cielo de un rojo intenso.

FIN

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Autoría:
D. Writers y A. Alonso
- Laberinto de Historias -
Todos los derechos reservados ©️

Última navidad (historia de horror)Tiempo de lectura: 5 minutosEl hombre se levantó pesadamente de su camastro. El brill...
02/01/2025

Última navidad (historia de horror)
Tiempo de lectura: 5 minutos

El hombre se levantó pesadamente de su camastro. El brillo tenue de las brasas en la chimenea revelaba que el fuego se había apagado hace poco, sin embargo, la habitación estaba tan helada que era como si nunca se hubiera encendido la leña. Junto a su lecho, sobre una tosca mesa de madera, había un calendario que tenía señalado precisamente ese día. Ya era ese día del año. Un suspiro ahogado surgió entonces de los labios del hombre, que mecánicamente empezó a vestirse y a ponerse sus maltrechas botas. Su mente, embotada aún, se negaba a aceptar por completo la realidad de un nuevo día. A menudo se cuestionaba la utilidad de seguir con su búsqueda, pero un sentido del deber tan arraigado como el frío al invierno, le obligaba a continuar. “Probablemente será igual que todos los años anteriores” se dijo, mientras cerraba su mugriento abrigo. Pero aún con el pesimismo anidado en su corazón, salió a la noche fría y gris. Nunca había sido particularmente adepto a la luz solar, pero después de tantos años de oscuridad perpetua, echó de menos los rayos del sol cosquilleando su curtida piel. Bajó la mirada a sus manos antes de colocarse los guantes. Sus uñas parecían las garras de alguna vieja hechicera, sus dedos estaban cubiertos de cicatrices, obtenidas durante los días en años pasados que, como ahora, salía a buscar. La ventisca barría la tierra reseca, donde ya no crecía ninguna brizna de hierba. De cualquier modo, nadie necesitaba la hierba; sus animales habían mu**to desde hacía tiempo, al igual que tantas otras cosas en el mundo. Suspiró nuevamente, tomó su s**o y emprendió el camino.
El hombre bajó lentamente de su vehículo. Sobre su cabeza, el cielo colgaba pesado, cubierto de nubes grises que ocultaban las estrellas. La noche se sentía bastante más fría que en otras ocasiones, pero era difícil asegurarlo cuando hacía años que el sol no se atrevía a penetrar la oscuridad que envolvía al mundo. Pensó que el frío no provenía tanto del clima, sino de la soledad y el silencio. El viento arrastraba ráfagas de nieve gris, cuyos copos sucios se pegaban al cabello blanco y descuidado del hombre. Levantó la vista, buscando entre la oscuridad del firmamento las fuerzas para seguir con su búsqueda. Se obligó a seguir. Frente a él, una casa se erigía desde la nieve mugrienta y amontonada. Las ventanas se repartían en los muros, unas clausuradas con tablones, otras desnudas que se revelaban como cuencas oculares vacías, y que le miraban amenazadoramente. El hombre caminó hacia allá, sus pasos levantando ecos al crujir sobre el suelo congelado y reseco. El viento cambió de dirección; soplaba ahora desde la casa, como si quisiera impedirle llegar a ella. Su rojo abrigo ondeaba detrás de él, dejando que el frío le mordiera las costillas, que resaltaban nítidamente en su tórax. Hacía días que no probaba bocado, y su estómago famélico esperaba que en la casa hubiera algunas provisiones. Abrió la puerta de la vieja casa, revelando así la oscuridad interior con un chirrido estridente que se perdió entre los murmullos del viento. El hombre blandió su bastón y entornó los ojos para penetrar las sombras, temeroso de que alguna de aquellas cosas estuviera oculta ahí. Pero todo estaba mortalmente quieto, nada se movió. Miró a su alrededor, buscando algo útil. Entonces las vio. Varias manchas oscuras en el suelo y las paredes susurraban la historia de lo que había pasado en esa vieja casa. Una historia que el hombre ya había escuchado muchas veces. En su mente escuchó los alaridos de dolor y miedo, ahogados por los guturales rugidos de los no vivos. Un escalofrío recorrió el cuerpo del hombre. Aquello debió ser una carnicería cruel, rápida y aterradora. El hombre siguió explorando. Halló un montón de basura, en el que usó su bastón para hurgar. Resultó ser una pila de restos humanos amontonados en el centro de la estancia. Un nuevo estremecimiento de horror lo paralizó. Un esqueleto incompleto, en el que apreciaban los restos de un vestido rosa, coronaba aquel macabro túmulo. Algo cayó de la pila y rodó hasta perderse en las sombras, llenando la casa de ecos macabros. Durante un segundo el hombre se quedó inmóvil, temeroso de lo que pudiera suceder a continuación. Nada pasó. Sin embargo, a sus oídos llegó un sonido que le provocó nauseas. Un bastón tembloroso removió buscando el origen del ruido, hasta que apartó una de las osamentas y el hombre saltó por reflejo hacía atrás. Cayó pesadamente de espaldas, envuelto en un terror al que no terminaba de acostumbrarse, aún después de tantos años. Bajo los escombros se agitaba aún una de aquellas cosas. O parte de ella. Sus ojos vacíos le miraban con un ansia sobrenatural, mientras sus dientes rotos por el incesante chocar, trataban de alcanzarle. ¿Cuánto tiempo hacía que esa cosa estaba prisionera ahí? ¿Es que acaso no morían si no se alimentaban? El hombre se levantó trabajosamente. Su físico, otrora fuerte y seguro, se había vuelto anquilosado y torpe con el lento discurrir de los años. Tomó su bastón y descargó un golpe seco entre los ojos hambrientos. El movimiento de la mandíbula cesó repentinamente. Así, sin más. Como una vela que se apaga de un soplido. ¡Que terrible existencia vivir así! Una parodia de la vida, un cuerpo reanimado únicamente por un hambre insaciable, cegadora y eterna. El hombre derramó una lágrima silenciosa, y miró alrededor, contando de manera jocosa los cuerpos que conformaban la pila. Cinco. ¿Cuántas veces se había repetido esta historia en todas las casas del pueblo? ¿Cuántas en cada ciudad, en cada barrio y en cada continente y país? Su mente, anteriormente prodigiosa, capaz de recordar nombres de tantos, ya no conseguía recordar cuanto había pasado desde que la primera de aquellas cosas sucumbió a la ansía de sangre y carne de los vivos. Nunca se supo de donde surgió, si fue un arma creada en algún laboratorio, el ataque de algún grupo terrorista que se salió de control, o simplemente la naturaleza intentando restaurar el equilibrio perdido. Aquello se expandió rápida y sangrientamente por todo el mundo. La humanidad trató de resistir, se libró una guerra contra los no mu***os. Pero su intento fue vano, era como intentar frenar la llegada del invierno. Así, la muerte lo cubrió todo. Miles morían cada hora, sólo para regresar de la muerte y sumarse a las filas de los no mu***os. Al final, en su desesperación, la humanidad decidió utilizar el recurso final. Miles de cabezas nucleares explotaron en cada ciudad importante en cada país, sumergiendo al planeta en una oscuridad de la que ya nunca saldría. Cuando el polvo y las cenizas se asentaron, los pocos sobrevivientes observaron con horror que no había funcionado. Estaban condenados a vivir en este mundo, con el aire envenenado y cuyos cielos incendiados mostraban el fracaso del hombre. Muchos de los no mu***os seguían en pie, y tenían hambre. Cazaron a los vivos en un frenesí de mordidas y carne desgarrada hasta que el mundo quedó sumido en el silencio. Un silencio que solo era roto por el incesante aullido del viento, pues la mayoría de los animales también sucumbió ante el holocausto nuclear. De todos los posibles fines del mundo, este fue el más aterrador.
El hombre extrajo de su s**o una tosca muñeca de trapos sucios, que él había elaborado con sus propias manos. La dejó junto a la osamenta vestida de rosa, con un gesto que parecía solemne, pero también estaba cargado de una profunda tristeza. Decidió salir de la casa, ahí no había más que muerte y soledad. Fuera, el mundo silencioso no tenía mucho más que ofrecer que eso: muerte y soledad. El hombre ya estaba cansado, no tanto del cuerpo, si no del espíritu. Antes, él había sido un símbolo de la esperanza y de la alegría, pero en este mundo mu**to, se sentía como si fuera un fantasma, un espectro de una época que ya no existía; su supervivencia era una maldición. Avanzó penosamente sobre la nieve, sintiendo como las fuerzas le iban abandonando. Se sentía terriblemente cansado. Tal vez era hora de dejar la búsqueda. No quedaba nadie en el mundo que pudiera echar en falta su presencia. Dio un par de pasos más, soltando su s**o y su bastón. Se dejó caer sobre la nieve, su sucio abrigo rojo ahora destacaba como una mancha de sangre en el suelo congelado. Su largo cabello blanco y su barba ondeaban mecidos por el viento helado. Y en ese lecho de nieve, el hombre por fin sintió que podía descansar. El mundo estaba mu**to y la navidad ya no existía. Los no mu***os no necesitaban a Santa Claus. Cerró los ojos y durmió.

El abrigo rojo ondeaba como una hoguera en la nieve. Un par de ojos sin vida se fijaron en el hombre tendido sobre la blancura. La criatura comenzó a salivar y luego empezó a caminar hacia su nueva víctima.

Historia original de Adrian Plancarte , escrita para Desde el Vacío.

APARICIÓN DEL DIABLO EN EL KÍNDER:Hola soy Nata Rodericus Mexicano y les voy a contar algo de mis experiencias paranorma...
01/01/2025

APARICIÓN DEL DIABLO EN EL KÍNDER:

Hola soy Nata Rodericus Mexicano y les voy a contar algo de mis experiencias paranormales personales que eh vivido pero primero antes que nada quiero decirles que cuando algo impactante pasa en tu vida no lo olvidaras nunca aunque pasen muchos años se queda latente y lo que me pasó fue cuando apenas iba al Kinder o Jardín de niños ¡como ustedes lo conozcan! Fue algo tan aterrador que a pesar que han pasado alrededor de diecisiete años aun lo tengo bien grabado en mi cabeza.

Era en el 2004 cuando cursaba esos estudios en un kinder normal, recuerdo que estaba en una parte donde eran puros salones y en medio del patio pero hasta el fondo había una plataforma de concreto alta la cuál se usaba para los eventos del mismo lugar, los baños estaban un poco alejados de los salones y atrás de estos estaban los juegos como columpios, resbaladillas, una tortuga de metal entre otras cosas. Yo veía que muchos niños le pedían permiso a la maestra para ir al baño pero regresaban corriendo y llorando de allí, nadie sabía por qué ya que mis compañeritos no sabían explicar lo que les pasaba dentro de aquel baño imagino que por su edad y el miedo.

Entonces un día me dieron ganas de ir al baño, ¡ya ni siquiera recordaba los que les sucedía a los demás cuando salían de allí llorando! Y como todo baño de hombre después de la puerta de metal y los lavamanos, ¡están los mingitorios cercas de la entrada! Y atrás los inodoros con puertas de metal, pero allí los baños eran muy oscuros la luz no funcionaba ¡solo había un tragaluz que no iluminaba mucho! Ese día había ido a orinar así que llegué directo hasta los mingitorios, pero a punto estaba de irme cuando escuché risas y ruido en los inodoros, era un niño y ni por la mente me pasó que fuera algo paranormal, además como la mayoría de los niños ¡era muy travieso! Así que pensé que podrían estar niños jugando y quería unirme.

Sin pensar fui al fondo donde se escuchaban esos ruidos y al llegar miré que la puerta de metal se azotaba por si sola, entonces me asome pero no había nada ni nadie, creí que se habían salido pero era imposible que se hayan ido sin que los hubiera visto, yo estaba en la pura entrada, lo hubiese notado al momento ¡no lo pensé mucho y me fui rápido al salón muy asustado! No comprendía lo que me había pasado, entonces recordé el porqué los demás llegaban llorando al salón cuando iban al baño.

Luego pasó casi un año y ya me iba a graduar, en ese entonces las graduaciones no eran un simple vals, se hacían más eventos, subíamos a la plataforma donde algunos decían un poema, otros hacian bailables, ¡eran graduaciones muy bonitas! Por eso teníamos que ensayar para que saliera todo bien, y un día mientras ensayábamos un poema que me había tocado decir junto con mi mejor amigo, estábamos parados adelante de todos en la plataforma pero vi que el estaba distraído volteando hacia otro lado sin poner atención al ensayo, le dije oye Luis, ¡voltea! ¡eeey Luiiis! Pero no contestaba ni me hacía caso y note que tenía los ojos muy abiertos y a veces se los tallaba, entonces yo voltee a dónde el lo hacía, desde la plataforma se podía ver perfectamente a los baños aunque estaban un poco alejados y la verdad nunca olvidaré aquello que vi y supuse que por eso mi amigo no dejaba de mirar en ese rumbo ya que el también lo estaba viendo ¡de verdad era algo espeluznante! Lo que veíamos era la clásica forma del Diablo, su cuerpo rojo, sus alas de murciélago, cola larga, ojos totalmente negros, cuernos, garras y dientes grandes y afilados ¡no lo podía creer!.

Después solo se puso a volar de derecha a izquierda en la puerta de el baño de hombres, parecía muy ficticio ¡pero era totalmente real! Siguió así por unos momentos volando de un lado hacia otro viéndonos y aunque estaba lejos de nosotros aún así se notaba muy bien su horrible sonrisa con ojos vacíos pero penetrantes, entonces voló hacia la derecha y desapareció lo cual debería ser imposible ya que había una pared entre los baños y salones que los dividían, para hacer eso tenia que haberlos atravesado, estaba tan asombrado que nunca volví a ir a ese baño en el tiempo que duré en la escuela.

Días después como cualquier día normal llegué al kinder, pero al llegar miré que había unas camionetas de la policía y cinta amarilla restringiendo el paso a una cierta área, también había mucha gente. Me asomé hasta donde pude y en la zona de juegos ¡la que se encontraba atrás de los baños! Estaba con varias manchas de sangre en charcos rojos de ella, por todos lados dibujos de círculos con una estrella en el centro como pentagramas, gallos mu***os, velas y manchas negras. Nadie supo que había pasado allí pero era obvio que habían hecho algún ritual ¡por eso se aparecía el diablo en ese lugar! Poco después gracias a Dios me gradué y pensé que no me volvería a pasar nada que tuviera que ver con lo paranormal, ¡bueno al menos eso creí! Ya que tiempo después me pasaron más cosas, aunque no están relacionadas con este acontecimiento ¡también fue aterrador! Algo que les contare en otra ocasión. Ésta historia fue algo que realmente viví ¡ya tú decides si creerme o no! Pero recuerda que el Diablo existe y no sabes dónde ni cuándo se te puede aparecer.

CREDITO A SU AUTOR

FIN

EL REGALO M@LDITO  ...En la víspera de Navidad, Julián, un niño de ocho años, miraba por la ventana de su pequeña casa m...
01/01/2025

EL REGALO M@LDITO ...

En la víspera de Navidad, Julián, un niño de ocho años, miraba por la ventana de su pequeña casa mientras la nieve caía sin parar. Sus padres, trabajadores humildes, apenas podían permitirse regalos, pero este año prometieron hacer algo especial. Esa promesa iluminaba los ojos de Julián, quien deseaba un único juguete: un tren eléctrico que había visto en una tienda del centro.

El 24 de diciembre, mientras Julián dormía, su madre colocó un regalo envuelto bajo el árbol. Era una caja rectangular, justo del tamaño que podría contener el tren soñado. Julián despertó temprano la mañana de Navidad, corrió emocionado hacia el árbol y rasgó el papel. Allí estaba: un tren eléctrico, brillante y perfecto. Sus padres lo miraron con alegría, felices de haberle cumplido su deseo.

Sin embargo, Julián notó algo extraño. Dentro de la caja había una nota que no parecía venir de la tienda. Estaba escrita con una caligrafía temblorosa:

"Este tren es especial. Pero recuerda: nunca lo uses después de la medianoche."

El juego nocturno

Esa noche, Julián no podía contener su emoción. Jugó durante horas, observando cómo el tren recorría los rieles, sus luces parpadeando en la oscuridad de su cuarto. Cuando el reloj marcó las once, su madre lo llamó para que se acostara. Aunque recordó la adv€rtencia, la curiosidad lo venció.

Cuando todos dormían, Julián salió de la cama y encendió el tren nuevamente. El reloj marcó las doce y el juguete comenzó a moverse por las vías de una forma extraña. Las luces se apagaron y encendieron, y un sonido metálico, como risas, empezó a salir del tren.

De repente, las ruedas del tren se detuvieron, pero el humo seguía saliendo de su chimenea. Julián se acercó para mirar mejor y vio algo aterrador: pequeñas figuras humanas dentro de los vagones. Eran diminutas, pero sus rostros eran claramente visibles, y sus ojos lo miraban fijamente.

Una de las figuras levantó una mano y señaló a Julián.

El viaje mortal

Antes de que pudiera reaccionar, Julián sintió que algo lo jalaba. Su cu€rpo se volvió ligero, como si estuviera siendo absorbido por un remolino invisible. En un abrir y cerrar de ojos, se encontró dentro del tren, convertido en una figura tan pequeña como las otras.

A través de las ventanas, Julián vio su habitación, pero ahora todo parecía inmenso y oscuro. Intentó gr!tar, pero su voz no salía. Las otras figuras comenzaron a moverse hacia él, sus rostros distorsionados en h0rribl€s muecas de sufrimi€nto.

El tren arrancó con un chasquido, y Julián sintió cómo el frío se apoderaba de él. A medida que el tren avanzaba, pasaban por paisajes oscuros y deformados: árboles retorcidos, ríos de s@ngre, y sombras gigantes que intentaban atraparlos. Las figuras le susurraban al oído: "Nunca deberías haber jugado después de la medianoche."

La mañana siguiente

Cuando sus padres entraron a la habitación, encontraron el tren eléctrico en el suelo, las luces apagadas. Julián no estaba por ninguna parte. Buscaron por toda la casa y el vecindario, pero era como si el niño hubiera desaparecido.

Desesperados, volvieron al cuarto. Fue entonces cuando la madre vio algo en el tren: una figura diminuta dentro de uno de los vagones. Al acercarse, se dio cuenta, horrorizada, de que la figura tenía el rostro de Julián, congelado en una expresión de t€rror.

Desde ese día, el tren desapareció misteriosamente. Sin embargo, en otras ciudades, han surgido historias similares: niños que desaparecen la noche de Navidad, dejando tras de sí trenes eléctricos con pequeñas figuras humanas atrapadas en sus vagones, condenadas a recorrer vías infinitas en un mundo de p€sadilla..

Crédito a su Autor 🖤

Gracias por distribuir esta historia ❤️ 💀 🐺

Imagen tomada de Internet.

Viejo hospital abandonado.📷 Urbex Lost & Found destacados
01/01/2025

Viejo hospital abandonado.

📷 Urbex Lost & Found

destacados

"El Susurro Helado de la Muerte: El Encuentro que Cambió mi Vida"Historia basada en la narración de ALEX MORALES GOMEZLa...
01/01/2025

"El Susurro Helado de la Muerte: El Encuentro que Cambió mi Vida"

Historia basada en la narración de ALEX MORALES GOMEZ

La noche se había adueñado de la ciudad, y el viento azotaba las calles como si estuviera desesperado por llevarse consigo algún alma extraviada. Yo caminaba con pasos pesados, sintiendo en cada fibra de mi ser el agotamiento de un día interminable. Mis piernas, cansadas y torpes, apenas me obedecían, pero mi mente insistía en llegar a casa. Allí, el descanso parecía un oasis en medio de esta fría y desolada travesía.

De repente, un murmullo peculiar rompió la monotonía del viento. Era un sonido que no tenía cabida en ese paisaje urbano: el fluir cristalino de un riachuelo. Me detuve en seco. No había ríos, ni siquiera arroyos cercanos. Mis ojos buscaron en la penumbra el origen del sonido, pero lo único que encontraron fue una figura agachada, envuelta en sombras, inmóvil como una estatua olvidada en un rincón del tiempo.

Mis músculos se tensaron, y un frío que no provenía del clima recorrió mi columna vertebral. La figura se alzó lentamente, su silueta alargándose como un árbol creciendo de golpe. Su rostro permanecía oculto bajo un manto negro, sucio y desgastado, pero sus ojos... sus ojos eran como dos pozos infinitos de oscuridad, fríos y calculadores. Esa mirada penetrante me dejó clavado en el suelo, incapaz de moverme, mientras el viento rugía con más fuerza, como si tratara de advertirme algo.

Mi instinto me gritó que corriera, y aunque mis piernas estaban al borde del colapso, obedecieron. No miré atrás, solo corrí, como si mi vida dependiera de ello. Pero apenas había avanzado unos metros cuando una voz gélida y profunda me paralizó:

—Por mucho que corras de mí, ya estoy en tu casa.

Mis pies se detuvieron, y al girar, vi cómo la figura se desvanecía en la nada, dejando tras de sí un remolino de hojas que el viento recogió con un bramido.

Cuando llegué a casa, jadeando y con el corazón golpeando mi pecho como un tambor desbocado, la noticia me alcanzó antes de que pudiera recuperar el aliento: mi madre había fallecido, víctima de un paro cardíaco.

Mis piernas flaquearon. Todo cobró sentido en un instante aterrador. Esa figura no era otra cosa que la muerte, anunciándome su macabro trabajo. Mis lágrimas corrían mientras subía a mi habitación, buscando un momento para procesar el vacío que acababa de instalarse en mi vida. Pero la tranquilidad no duró mucho.

Desde la ventana, lo vi de nuevo. La figura estaba ahí, inmóvil bajo un farol apagado, mirándome fijamente. Esta vez, el miedo fue reemplazado por una furia irracional. Salí corriendo a enfrentarme a él. No me importaba si era la muerte; quería gritarle, exigirle respuestas, suplicarle que me devolviera a mi madre.

Pero cuando llegué a la calle, no había nada. Solo el viento que seguía su danza macabra, levantando hojas y llenando el aire de un silbido inquietante. Entonces lo sentí, esa presencia invisible pero tangible. Era como si me envolviera, penetrando hasta mis huesos con un frío que nunca había experimentado antes.

Mi valor se evaporó tan rápido como había surgido. Retrocedí hacia la casa, cerrando la puerta tras de mí, con la certeza de que la muerte seguía allí, vigilándome desde las sombras.

Aquella noche no dormí. Los ojos fríos y oscuros de la muerte me perseguían incluso cuando cerraba los míos. Y aunque la vida continuó después de ese encuentro, algo dentro de mí cambió para siempre. Ahora sé que la muerte no llega sin avisar; camina a nuestro lado, invisible, esperando pacientemente su momento para susurrarnos al oído: "Estoy aquí".

destacados
La dama del terror

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