06/08/2025
Excelente artículo
Reflexión de un pueblo que no se rinde: Por la vida, la dignidad y el futuro de El Salvador
Hermanos y hermanas:
Hoy El Salvador vive una de las encrucijadas más duras de su historia reciente. La patria de San Oscar Arnulfo Romero, de Alberto Masferrer, de Prudencia Ayala, de Alfredo Espino, de Schafik, de Anastasio Aquino, de Feliciano Ama, de Farabundo Marti, la patria de los mártires, la patria de los que sueñan con pan, justicia y dignidad, enfrenta una grave crisis política, económica y social. No podemos quedarnos callados mientras se encarcela a voces disidentes, mientras se persigue a quienes piensan distinto, mientras el miedo se convierte en método de gobierno.
Detrás de las luces artificiales, hay una realidad que duele:
El alto costo de la vida asfixia al pueblo trabajador.
Los alimentos básicos han duplicado su precio, mientras los salarios los aumentan en cantidades risibles qué no se adaptan al actual costo de vida.
El desempleo juvenil se expande como sombra amarga, condenando a miles de jóvenes al desaliento o a la migración forzada.
Las escuelas se cierran, los maestros son despedidos, los hospitales carecen de medicinas.
La agricultura nacional ha sido abandonada, y nuestros campos, antes fértiles, hoy claman por apoyo, por inversión, por soberanía alimentaria.
¿Dónde está la respuesta del gobierno ante estos dolores reales del pueblo? ¿En más represión? ¿En más propaganda? ¿En más deuda?
“No se construye patria desde el odio ni desde el miedo. Se construye con justicia, con diálogo, con el corazón puesto en el pueblo.”
Desde aquí levanto mi voz para decir ¡basta ya de tanto odio y división! La cárcel no es el destino de quien sueña con un país diferente. Al contrario: las ideas no se encierran, las conciencias no se callan, los pueblos no se vencen.
Hacemos un llamado firme:
Al Gobierno:
Pongan la mirada en la realidad. Escuchen al pueblo. No persigan más. Abran escuelas, no celdas. Contraten doctores, no más soldados. Dejen de sembrar miedo y empiecen a cosechar confianza. No es tarde para rectificar, pero es urgente.
Al Pueblo Salvadoreño:
No bajemos la cabeza. Organizarnos es nuestra fuerza. Hablar es nuestro derecho. Soñar es nuestra tarea. Recordemos que ningún gobierno es eterno, pero el pueblo sí lo es. Y el pueblo merece dignidad, salud, educación y trabajo.
A las organizaciones sociales, populares, estudiantiles y sindicales:
Este es el momento de unirnos con claridad, con valentía. La dispersión sólo fortalece al autoritarismo. La unidad popular, basada en el respeto y en la causa común, puede transformar esta oscuridad en esperanza.
A la comunidad internacional:
El Salvador necesita más que aplausos vacíos o silencios cómplices. Les pedimos coherencia. La defensa de los derechos humanos no puede depender de intereses comerciales o geopolíticos. Hoy en nuestro país se violan derechos básicos. No sean espectadores indiferentes.
Hoy más que nunca, necesitamos levantar un nuevo proyecto de país, con rostro humano, con ética pública, con participación popular, con educación de calidad, salud digna, empleos reales y un campo vivo.
“No vine a rendirme, vine a luchar por mi gente. Vine a sembrar semillas de conciencia donde el miedo quiere florecer.”
Desde la esperanza crítica y la rebeldía ética, reafirmamos nuestro compromiso con la justicia social y con un país que no renunciará jamás a la dignidad.
¡El Salvador no está solo!
¡El pueblo está de pie!
¡La historia no ha terminado!