12/25/2024
La noche de las brujas
En un pequeño pueblo de Zacatecas, llamado San Jacinto de las Sombras, la gente vivía aterrorizada por una antigua leyenda. Decían que en las noches sin luna, las brujas descendían del cerro cercano, transformadas en bolas de fuego, para rondar las casas y llevarse a los niños. Nadie salía después del anochecer, y las ventanas se cerraban con cruces de palma y sal para evitar que entraran.
María, una joven madre, vivía con su hija Sofía en una pequeña casa a las afueras del pueblo. A diferencia de los demás, María no creía en esas historias. Una noche, mientras arrullaba a su hija, escuchó un murmullo extraño que parecía venir del techo. Pensó que era el viento o algún animal, pero luego oyó algo más: un susurro grave y prolongado que repetía el nombre de su hija: “Sofía… Sofía…”
Intrigada y un poco asustada, María salió con una lámpara de aceite para revisar. Afuera, el viento soplaba fuerte, y todo estaba en silencio. Pero al mirar al cielo, vio tres bolas de fuego que giraban lentamente sobre su casa. Sintió un frío que le heló los huesos. Recordó lo que la abuela de su vecina siempre decía: “Son brujas, buscan almas puras”.
María corrió de regreso al interior y cerró la puerta con fuerza. Tomó a Sofía en brazos y se escondió debajo de la mesa, rezando con desesperación. De repente, las bolas de fuego descendieron, y a través de las ventanas comenzaron a proyectarse sombras en las paredes, figuras deformes con largas uñas y risas espeluznantes.
De las sombras emergió una voz que le ofrecía un trato: “Danos a tu hija y te dejaremos en paz”. María no respondió, aferrándose con todas sus fuerzas a Sofía. Las risas se hicieron más fuertes, y la casa empezó a temblar como si fuera a derrumbarse.
Recordando las palabras de un anciano del pueblo, María tomó un puñado de sal y la arrojó hacia la puerta mientras gritaba: ”¡En el nombre de Dios, lárguense de aquí!” Al instante, un grito ensordecedor rompió la noche, y las bolas de fuego se elevaron rápidamente hacia el cerro, desapareciendo entre la oscuridad.
Desde esa noche, María y Sofía dejaron San Jacinto de las Sombras, pero el pueblo nunca volvió a ser el mismo. Se dice que en las noches sin luna, todavía pueden verse las bolas de fuego descendiendo del cerro, buscando a su próxima víctima.