Nacido en Bogotá, un 26 de Junio de 1980, criado entre el crujir de los vinilos de Led Zeppelin, Ram Jam, Alice Cooper, Bulldog, y educado con los de Raphael, Camilo Sesto, Roberto Carlos, Miguel Gallardo, Leonardo Fabio y Sabú. Desde pequeño tuve contacto con esa maravillosa creación del hombre llamada acetatos.
Sufrí el cambio del vinilo y el casete al CD, sin llegar a tener en que reproducir éste último, ya que el equipo de mi casa solo disponía de dos caseteras, en las que hacia mis propios compilados de la radio, y de un tornamesas, razón por la cual creo que desarrollé un amor especial por estos formatos.
A la edad de 21 años emigro, contra mi voluntad, hacia España, sin pensar que durante los 10 años que viviría allí, se abriría para mí un inimaginable universo en cuanto a la limitada escena que se vivía por esos años en la capital colombiana, ya que para conseguir lo poco, o mucho, según se vea, había casi que hacer carreras de observación, seguir pistas y como no, tener los contactos para poder conseguir la música que se acercara un poco al ska o al punk. El centro de capital era como un tesoro casi virgen por allá en los noventas, y el tener algo que por ese tiempo era escaso, era como poseer casi un tesoro, que se compartía, pero con ciertos elegidos, era un poco egoísta, pero tal esfuerzo sólo lo merecía quien realmente lo apreciaba.
Ya en tierras de Don Quijote, tuve un encuentro con otro mundo, otra vaina en cuanto a ska, reggae y rocksteady se refiere, así como las personas que seguían este tipo de música en el viejo mundo.
Lo primero que cayó en mis manos fue un cassette de Mr. Review que me regaló un punk que trabajaba conmigo, y desde ese momento fue un no parar de conocimiento, de bandas, que muy seguramente, en esa época donde el YouTube no educaba musicalmente, si no hubiera salido de Colombia, jamás habría conocido, hasta ahora.
Así mismo, tuve la oportunidad de ver en vivo a grandes exponentes de la música, los primeros, Bad Manners, un viaje de 13 horas en un bus sin baño, pero valió la pena, siguieron, Dr. Ring Ding, Derrick Morgan, The Pioneers, Mr. Review, Jimmy Cliff, Roy Ellis, Los Granadians, y varios más que ahora mismo no recuerdo, y por último, como si de una despedida se tratara, el destino se confabuló para que pudiera ver a los grandísimos Madness, con odisea incluida, pero lo repetiría mil veces si me tocara.
Lo que empezó en un compartir por el Kazaa, el Emule, y el fantástico Soulseek, terminó en una adicción por los vinilos, cosa que sólo fue posible al estar soltero, ya que de otra forma no era fácil, y eso que en ese tiempo lo de coleccionar discos no estaba tan a la moda, por lo tanto, no era caro, hoy en día es un vicio, uno de los caros.
Comenzó con el why do lovers, una versión de Delroy Wilson en la voz del gran King Sttit y no sé a dónde ni en dónde va a parar, porque cada día que pasa, se conocen más y más canciones, es algo que podré morir y no terminar de escuchar tanta música que nació en la pequeña isla del caribe y que se extendió gracias a la migración, y por qué no decirlo, al colonialismo británico, de otra forma, tal vez sólo se hubiera quedado como un simple patrimonio nacional en Jamaica, pero eso ya es otro cuento.
Antes de regresar a Colombia, tuve la oportunidad de viajar a Londres, y ver de primera mano, lo que allí se respiraba, era hermoso. La cultura musical está en el aire, en Brixton se respira reggae, y como no, como si de hojas caídas se tratara, encontré discos, preciado oro negro, en cajas, tirados en cajas de cartón, en tiendas de segunda mano, como esperándome, como diciéndome; ¡Aquí estamos para ti!
En el año 2010 decidí que era tiempo de volver a mi fría y querida Bogotá, su gente, su ambiente, su caos, me hacían falta, y fue por eso que tomé la elección de regresar, ya definitivamente, porque en varias ocasiones viajé sólo por visitas cortas, pero entre una y otra, vi que lo que realmente quería era estar aquí. Volví con muchas ilusiones, muchos proyectos musicales, ya que, si bien es verdad que me encontraba a kilómetros de casa, jamás dejé de interesarme de lo que aquí pasaba, en cuanto a música se refiere, por lo que pensé que algo podía aportar a esta fiebre de reggae que se vivía por aquellos tiempos en la ciudad.
Con el pensamiento de hacer algo diferente, algo que no se hubiera visto aún aquí, surgió la idea de los reggae invaders, que no era otra cosa que llevar a las calles la música en formato original y fue así como creamos el colectivo Gun Shots, donde convergían varios melómanos y coleccionistas de vinilos de distintos géneros, todos afines a nuestros gustos. Fueron 7 ediciones de esta fiesta, que intentábamos fuera mensual para que la gente se programara y supiera que un domingo por mes iban a poder disfrutar de la música que amaban simulando lo que muchos años atrás se hacía en Jamaica, los famosos Sound System. La primera vez fue en la plazoleta de las nieves, luchando contra el clima, contra la autoridad, contra los pesimistas, y sobretodo, contra los detractores, mismos que decían amar la música, pero no daban un peso por el proyecto. Fue un éxito mucho apoyo y ganas de seguir adelante. En cada una de las siguientes ediciones, la lluvia nos acompañó, casi como si fuera parte del colectivo, a la gente ya no le importaba, pues era casi una tradición, vinieron fiestas, conciertos, amigos cervezas, consejos, separaciones, peleas, discusiones, baile, más cerveza, pero entre todo esto, quedaron amigos, muy buenos amigos que siempre creyeron en esto, y que sin esperar nada a cambio, siempre apoyaron la idea, porque realmente amaban esto.
Después de tanta cosa, y tanto luchar, finalmente, Gun Shots desapareció, y con ellos, los reggae invaders, suena nostálgico, pero este fue el principio de una bonita historia que traería más amigos, más diversión pero sobre todo, más discos, lo dije antes, es un no parar, es una adicción, es un vicio, y a veces, de los bastantes caros.
Fue así como pasé a ser parte de Scorchers, un dúo, donde uno animaba y el otro pinchaba, ya había un cierto reconocimiento, por lo que la transición no fue tan dura, más bien fue sencilla, o la gente la hizo sencilla, porque aún quedaba mucho hambriento de conocimiento musical, muchos querían ir más allá de lo que el internet les ofrecía, creo que algo de la misión se había cumplido. Habíamos criado una nueva generación de amantes de la música jamaiquina que ya no sólo pensaban en peleas y borrachera, si no que a esto quisieron sumar ese misticismo, ese romanticismo que genera oír un vinilo tronar contra la aguja, ese mismo sonido que a veces, o muchas veces crea un ambiente propicio para la conquista, porque no todo es discoteca y parla, en el rocksteady está la solución para aquellos que no se nos da muy bien eso del baile, del de toda la vida, del de levantar, o por lo menos a mí me sirvió, y es una de las tantas razones por las que adoro esta música, me ayudó en una parte muy difícil de mi vida e hizo que entre disco y disco, entre cerveza y cerveza, el amor apareciera, pero eso, también es otra historia.
A día de hoy sigo con el mismo entusiasmo, con ese mismo amor profundo por buscar y conseguir cada canción que me gusta y poderla transmitir a la gente, razón por la cual retomé, casi después de ocho años, la emisora Aggrosounds, que empezara desde mi casa aun viviendo en España, por medio de la cual pude transmitir eso que no quería dejar solo para mí, cada cosa que iba descubriendo era algo para mostrar, y aún en el presente lo es, porque como antes lo dije, jamás terminas de conocer todo lo que esa isla del tesoro esconde.
Hoy como Big Dirty Beat sigo en la lucha por mostrar que pinchar un vinilo no es menos que tocar en una banda, porque si bien es respetable el arte de hacer música, lo es el del conocimiento y el de los “dedos sucios” buscar esa canción que tanto se anhela, que cuando está en tus manos, es como tener un nuevo hijo, que toca cuidar, mimar y mostrar al mundo. El vinilo, uno de mis grandes amores, el otro mi esposa, quien me ha apoyado, me ha regañado, me ha aconsejado, pero sobretodo, siempre ha creído en lo que hago y así a veces sea descabellado, siempre va a estar para mí.