06/07/2024
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“Hay solamente dos cosas en la vida que son para siempre, que no tienen vuelta atrás, de las que no podés arrepentirte: tener un hijo y matar a alguien.
Yo, que siempre les rajé a las seguridades, a las definiciones, a los compromisos, sé que jamás voy a tener un hijo. Por eso me cagué tanto cuando maté a alguien. Todavía lo pienso y no lo puedo creer. Me veo como en una película, tirando una bala de fogueo, rompiendo bolsas con sangre y sesos de vaca que parecieran humanos. Veo la película marcha atrás, en rewind.
Edery me pregunta cómo llegué a eso, se acuerda de mí, come un cacho enorme de torta, se pelea con el mozo. Lo veo a Edery con el pantaloncito bajo, con el c**o y las pecas al aire.
Lo maté: no hay vuelta.
Tener un hijo te genera responsabilidades: tenés que darle de comer, que pasarle guita a la madre, que elegirle la escuela. Si es mujer, además, tenés que cuidarle la co**ha.
Ahora, matar a un tipo lo que te genera es una especie de vacío, una cosa rara que nunca había sentido y que solo se me fue, por un rato, con el ácido. Capaz que matar a alguien a quien odiás te libera, te deja más tranqui. Pero matar a Edery, de quien ni siquiera me acordaba, me dejó como bobo, como paralizado. Mejor: como fuera de mí.
Porque yo seguí, bastante lúcido, con el asalto, puteando a la gente, obligándola a colaborar, metiéndole miedo, cagándoles en mitad del patio”.