12/24/2024
EL DIABÓLICO ESCUDERO DE JUANA DE ARCO
Uno de los primeros -o tal vez el primero- de los asesinos en serie que registra la historia lo configuró el Barón Gilles de Rais, motejado como "Barba Azul". Se trató de un personaje casi mítico al cual se consideró un héroe medieval de los franceses, dado que fue un notable guerrero en la lucha de su pueblo contra los británicos, llegando incluso a ser nombrado Escudero de la gran he***na y visionaria cristiana Juana de Arco.
Empero, lastimosamente, de muy poco le valdrían estos méritos y las altas prendas personales que en apariencia lo engalanaban, pues había un costado oscuro dentro de este hombre, y ese lado siniestro se fue apoderando cada vez más de él con el andar del tiempo.
El individuo que estaría destinado a constituirse en uno de los criminales secuenciales más espantosos de todos los tiempos tuvo su nacimiento en el año 1404 en el castillo de Champctocé, región cercana a la actual ciudad de Nantes, Francia, y creció en el seno de una ilustre familia (Laval-Montmorency). Su madre, Marie de Craon, formaba parte de una de las prosapias más poderosas y acaudaladas del reino. Su padre, a su vez, era un noble que se destacó por su carrera militar al servicio del rey de Francia.
Cuando muere asesinado su progenitor en la batalla de Azincourt en 1415, y ulteriormente fallece su madre, Gilles de Rais pasa a ser el exclusivo heredero de una enorme hacienda familiar que abarcaba desde Gran Bretaña hasta Poitou, y desde Maine hasta Anjou. Quedaría bajo su control, pues, una riqueza y un poderío inmensos para esa época, los cuales sólo cedían frente a la opulencia y fuerza bélica del propio rey francés.
Tras quedar huérfano, su educación pasó a manos de su abuelo materno, Jean de Craon, aristócrata despótico y violento. A partir de temprana edad, Gilles ingresó bajo las órdenes del monarca galo Carlos VII y fue sumando honores militares ganados en los campos de batalla hasta alcanzar el grado de Mariscal de ejércitos franceses.
Cuando Juana de Arco resultó capturada por los ingleses y, posteriormente, ejecutada, su Escudero volvió desconsolado a sus posesiones, abandonando para siempre la vida castrense. En sus castillos se dedicó a la nigromancia y a la búsqueda de la piedra filosofal de los alquimistas. Para ello contrató a Preslatti, un presunto mago y alquimista italiano que lo vinculó a la magia negra y a las prácticas de hechicería, como forma de conseguir la preciada y esquiva piedra filosofal.
Gilles De Rais seguía gastando ingentes cantidades de dinero sin encontrar la ansiada contraprestación, así que, desesperado, aceptó el consejo de Preslatti de celebrar misas demoníacas donde, a cambio de la obtención de poderes supremos, suscribió un pacto con Satán. El Príncipe de las Tinieblas -conforme aduciría el Mariscal- lo conminó a sacrificar niños.
Luego de realizada su primera ofrenda al Maligno, el noble adquirió el gusto por la sangre y, secundado por sus subordinados, empezó a seducir infantes de clase baja, a los cuales atraía mediante la promesa de que servirían de criados en sus posesiones. Una vez dentro de sus castillos, el enajenado los haría asesinar sádicamente. Arrancaría las cabezas de las jóvenes víctimas, no sin antes sujetarlas a inenarrables tormentos y vejámenes. En su ulterior proceso se estimó que había victimado a más de doscientos niños y adolescentes, por más de que nunca se determinó con certeza la cifra exacta.
Los rumores de estos homicidios seriales llegaron a oídos del Obispo de Nantes, Jean de Malestroit, el cual ordenó que se abriera una investigación de los hechos. En lugar de conducirse con prudencia, al saber que estaba bajo vigilancia, esa noticia enfureció al aristócrata tornándolo desafiante. El día de Pentescostés el Barón irrumpió en una misa, penetrando en la Iglesia de Saint Etienne de Mer Norte montado a caballo y al mando de sesenta hombres armados. En esa ocasión, hizo prisionero al Fraile Jean de Le Ferón, religioso que -días atrás- lo había acusado de comprar ilegalmente un terreno.
En definitiva, aquel insensato acto de violencia se convertiría en su perdición porque -por más que la justicia gala de entonces no le concedía mayor importancia a las denuncias por desapariciones de niños y adolescentes plebeyos- una cosa muy diferente era atentar en perjuicio de la dominante Iglesia Romana. Así fue como el 13 de septiembre de 1440 el Obispo de Nantes atribuyó oficialmente al Barón Gilles de Rais los cargos de herejía, as*****to de menores, pactos demoníacos, y numerosos delitos contra natura.
Dos días después, las tropas monárquicas lo detuvieron sin que ofreciera resistencia. El juicio se formalizó durante un mes en el castillo de Nantes. Aunque al principio el arrestado negó la responsabilidad que se le imputaba y trató con desprecio a sus interrogadores, más tarde -ante el temor de ser torturado por la Inquisición- cambió de parecer, y se declaró culpable de haber inferido muerte, sodomizado, y sometido a suplicio a -al menos- trescientos niños.
El 22 de octubre de 1440 el reo pidió públicamente perdón por sus desmanes y, cuatro días más adelante, sería ahorcado junto a dos cómplices. En atención a su calidad de noble los jueces mandaron que sólo fuera quemada una parte de su cuerpo -y no la totalidad del cadáver, cual era la costumbre-, y sus restos fueron incinerados. Antes de ser segada su vida, el condenado recibió la asistencia espiritual que había solicitado a manera de última voluntad.
* Texto de Gabriel Antonio Pombo
Esto es miedomania.
Donde tus miedos se hacen realidad.