03/11/2024
𝙀𝑳 𝑫𝙄́𝑨 𝑸𝙐𝑬 𝒀𝙊 𝙑𝑰́ 𝑪𝘼𝑬𝙍 𝘼 𝙅𝑼𝘼𝑵 𝑶𝙍𝑳𝘼𝑵𝘿𝑶 𝑯𝙀𝑹𝙉𝑨́𝙉𝑫𝙀𝒁
Era viernes 8 de marzo y desde las 7 de la mañana, hora de Nueva York, 6:00 am de Honduras, la lluvia del jueves dejó su lugar a una soleada, pero aún fresca mañana.
Medios de comunicación, público en general comenzaron a realizar la fila para someterse al protocolo de seguridad para ingresar a la Corte del Distrito Sur de Nueva York. Fue un día ajetreado, se llenaron dos salas, la 26B, donde se encontraba Juan Orlando Hernández, y la 23B, donde se podía seguir paso a paso todo el juicio por medio de monitores.
El día 14 de juicio contra JOH arrancó con Renato Stabile ingresando en el medio de las protestas, grabar, tomar fotos y hacer alegatos ante el Juez Kevin Castel, haciendo creer que lo que afuera pasaba, podría influir en la decisión de 12 ciudadanos estadounidenses que tenían en sus manos el futuro de su defendido.
Esa anotación y otro alegato sobre el testimonio de la agente de la DEA, Jennifer Taul, fueron desestimados por Castel. El jurado, que había comenzado a deliberar a las 11:30 am de Nueva York del jueves 7 de marzo, envió en total 3 comunicaciones al juez por medio de un oficial de los Marshalls, la primera para pedir que le subieran a la calefacción, y las otras dos relacionadas a testimonios y evidencia.
Hasta la 1:18 pm de NY, 12:18 meridiano de Honduras, todo parecía normal, pero desde ese instante, la maquinaria y la coreografía judicial estadounidense comenzó a ponerse en marcha.
La solemne sala del juicio, cargada de expectación y nerviosismo, el tiempo parecía deslizarse lentamente, como si cada segundo pesara una tonelada. Los alguaciles comenzaron a moverse en la sala, insinuando que algo trascendental ocurriría en los próximos minutos.
Juan Orlando Hernández, el expresidente, emergió de una celda en el interior de la Corte Federal del Distrito Sur de Nueva York. Navegó los pasillos internos para enfrentar uno de los momentos más cruciales de su vida; su libertad estaba en juego.
Al sentarse, cerró los ojos, entrelazó sus manos en una posición de oración y elevó una plegaria breve al cielo. Dos palmadas reconfortantes en la espalda por parte de su abogado Raymond Colón siguieron.
Lucía tenso, serio, jugando nerviosamente con sus manos, temprano en la mañana incluso se comió las uñas. Cinco minutos transcurrieron, y el oficial que permaneció en todo momento con el jurado y que estaba a cargo de la seguridad del mismo, abrió una puerta, sosteniendo un sobre de manila que contenía el destino de Hernández. Lo entregó a la secretaria del tribunal, quien a su vez se lo dio al juez Kevin Castel, declarando "tenemos veredicto" y ordenando la entrada de los 12 miembros del jurado para oficializar el fallo.
𝑻𝙀𝑵𝙎𝑰𝙊́𝑵 𝑨𝙇 𝙈𝑨́𝙓𝑰𝙈𝑶, 𝙈𝑨́𝙎 𝙊𝑹𝘼𝑪𝙄𝑶𝙉𝑬𝙎 𝙔 𝙐𝑵 𝑴𝙀𝑵𝙎𝑨𝙅𝑬
La tensión se apoderó del expresidente, quien, una vez más, elevó una oración al cielo y recibió otra palmada de Colón, quien intentaba reanimarlo. Olía su derrota judicial. Renato Stabile, su otro abogado y la especialista en Información Clasificada, Sabrina Schorf, tomaron también una postura triste, casi de derrota sin haber escuchado al jurado. El rostro de Hernández cambió de color, rojo, pálido y su mirada, cuando abría los ojos, lucía perdida.
En la sala, un silencio sepulcral se apoderó. Apenas se escuchaba el tic tac de un viejo reloj colgado en la pared, justo de frente al juez y de espaldas de donde estaba Hernández y su equipo de defensa.
Mientras esperaban el veredicto, el juez instruyó al público sobre evitar reacciones durante la lectura.
Las advertencias sobre posibles arrestos por parte de los alguaciles resonaron en la sala.
Había pasado un día y medio, bueno en realidad fueron nueve horas exactas, desde las 11:30 am de Nueva York del jueves 7 de marzo hasta la 1:30 PM de Nueva York del viernes 8 de marzo, desde que el juez Castel había instruido al jurado e inmediatamente se retiró a deliberar con las evidencias en una computadora portátil. Debían decidir el futuro de un hombre que alguna vez se declaró aliado de Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico.
Uno a uno, los miembros del jurado pasaron frente a Hernández, ocuparon sus lugares y ya no había vuelta atrás. El exmandatario apenas y los vio. Su mente y sus energías estaban en oraciones pidiendo por un fallo favorable.
Ya con los 12 miembros de los deliberantes, a las 1:28 pm de NY, 12:28 de Honduras, el juez le preguntó al presidente del jurado si estaba listo para pronunciar el veredicto, y este aseguró que sí.
Juan Orlando, mientras tanto, respiró hondo y miró al jurado. Su semblante era serio y sereno. Pero se le notaba la tensión, la espera lo estaba mortificando.
𝙀𝑳 𝑴𝙊𝑴𝙀𝑵𝙏𝑶 𝑪𝙇𝑨𝙑𝑬
La secretaria del tribunal se acercó al jurado, entregó un micrófono al número 13, quien fue nombrado como presidente y portavoz del mismo, y comenzaron los segundos de angustia para Hernández.
Secretaria: ¿Cómo declaran al acusado del primer cargo de conspirar para importar co***na a Estados Unidos?
Jurado 13: Culpable. (Automáticamente, ya era culpable de los otros dos cargos. La imputación de la conspiración para el tráfico de co***na a Estados Unidos era la acusación principal, y los dos cargos relacionados con la posesión y uso de armas, eran derivados del cargo principal)
…Pero la lectura de veredicto, continuó:
Secretaria: ¿Cómo declaran al acusado del segundo cargo de conspiración para el uso de ametralladoras y dispositivos destructivos?
Jurado 13: Culpable.
Secretaria: ¿Cómo declaran al acusado del tercer cargo uso de ametralladoras y dispositivos destructivos?
Jurado 13: Culpable.
Tomó el juez Kevin Castel el control de la sala donde se desarrolló el histórico juicio, el expresidente de Honduras en dos periodos consecutivos (2014-2018 y 2018-2022) había sido hallado culpable de los tres cargos por los que fue acusado por la Fiscalía de Nueva York a finales de su mandato en enero de 2022.
El jurado fue implacable y no tuvo duda razonable contra el expresidente. La evidencia que vio, los audios que escuchó y la presentación del caso de parte de la Fiscalía, aunque floja en mi punto de vista, ya que no mostró ninguna evidencia nueva a la ya mostrada en el juicio contra Geovanny Fuentes o de Tony Hernández, fue más convincente que las refutaciones y argumentaciones de la defensa.
𝙎𝑼𝙎𝑷𝙄𝑹𝙊𝑺, 𝘿𝑬𝘽𝑰𝙇𝑰𝘿𝑨𝘿 𝙀𝑴𝙊𝑪𝙄𝑶𝙉𝑨𝙇 𝙔 𝙐𝑵 𝑬𝙈𝑶𝙏𝑰𝙑𝑶 𝑴𝙀𝑵𝙎𝑨𝙅𝑬
Después de escuchar el fallo, Juan Orlando Hernández bajó la cabeza y no podía creer lo sucedido. Estaba derrotado. Creímos que podía llorar, gritar o reprocharle algo al jurado, a la fiscalía, al juez o a su propia defensa, pero no fue así.
Se emocionó, sí, igual que cuando habló de su fallecida hermana, Hilda Hernández, pero se armó de fortaleza, se recompuso y no derramó lágrimas.
La secretaria, por instrucciones del juez Castel, consultó uno a uno a los miembros del jurado si estaban de acuerdo con el veredicto, y respondieron que sí, reafirmando lo establecido en el fallo que podría llevar al expresidente a pasar el resto de su vida tras las rejas.
Castel agradeció al jurado por las intensas jornadas de trabajo, y se retiraron por la misma puerta por la que entraron para continuar con una vida normal en Nueva York, aunque ya liberados de sus responsabilidades y con la libertad de hablar o no, sobre este histórico proceso judicial, que muy probablemente culmine con una sentencia de cadena perpetua más 30 años y que será dictada el 26 de junio de 2024 a las 10 de la mañana, hora de Nueva York, 8:00 am de Honduras.
Mientras tanto, JOH estaba de pie y apenas podía sostenerse con las manos apoyadas en la mesa. Acto seguido, el juez consultó algunos datos generales a Hernández y fueron respondidos por su equipo de defensa.
Ya con la presencia de más fuerzas de seguridad, no solo la de los Marshalls, los dos oficiales que vigilaron todos sus pasos en corte, se acercaron al expresidente, le pidieron que se pusiera de pie y notificarle que había llegado el momento de retirarse de la sala.
Hernández se levantó, se dio la vuelta ante el público y volteando a ver a sus cuñadas, una de ellas llorando, exclamó: “Soy inocente. Díganselo al mundo. Las quiero mucho”.
Y una de ellas, respondió: “Vamos a seguir luchando contra este sistema de justicia injusto y contra este juez injusto”.
El expresidente salió de la sala de juicio, comenzaron a oírse ruidos de cadenas, llegó a una celda, ya esposa y encadenado de pies y manos para iniciar su camino de regreso al Centro Metropolitano de Brooklyn, la que hasta ahora sigue siendo su residencia presidiaria.
Ese día; yo vi a un hombre derrotado, a un señor de 55 años orando y pidiendo clemencia para que no lo condenaran a morir en prisión, de aquel hombre poderoso, de voz firme, de soberbia presencia y que estaba rodeado de militares y de amigos aduladores, ya no queda nada.
Eso sí, este proceso está lejos de terminar. Habrá mociones, falta un informe donde JOH detallará su historia de vida y donde no hablará de este caso, incluso en ese informe, muy seguraente habrá pedido de clemencia, para después recibir su sentencia, a partir de ese momento, solo a partir de ese momento, podrá de forma oficial su equipo de defensa, que muy probablemente no será liderado por Raymond Colon, iniciar el proceso de apelación.
Fueron dos libretas llenas de anotaciones, testimonios y detalles que muestran la peor cara de Honduras. Ya con el veredicto, fue imposible no sentirse liberado. Para los que asistimos a este JUICIO HISTÓRICO para trabajar, nos sumergimos tantos, que también provocó estrés, ansiedad y una carga mental sin precedentes.
No sé si fui el primero o uno de los primeros que informó el veredicto, pero en una cobertura como esta, eso era lo de menos, era una labor diferente, atípica.
No queda más que agradecerle enormemente a DIARIO EL HERALDO Diario La Prensa y Radio Cadena Voces por darme la oportunidad de formar parte fiel e íntegra, de uno de los momentos que SÍ O SÍ, cambiará la historia de Honduras.