25/01/2024
NO BUSCO BATIR EL RÉCORD DEL HOMBRE SOBRE EL HOMBRE
César Vallejo fue uno de los grandes escritores que vivió lo más lejos posible de los grupos oficiales; aquellos círculos impenetrables que estaban formados, como él mismo lo dijo, por los “Belaúndes, Gálvez, Miró Quesadas, Riva Agüeros, Lavalles, Barretos…”, de quienes afirmó que “están desde hace tiempo en el canasto, ante la consideración de Lima; es decir, como intelectuales”.
Después de pertenecer a la Bohemia trujillana, dirigida por Antenor Orrego y José Eulogio Garrido, prefirió mantenerse distante de los cenáculos, y buscó más bien tomar contacto con los escritores iconoclastas que tenían ideales que hacían juego con su espíritu revolucionario: Abraham Valdelomar, José María Eguren y Manuel González Prada, en el Perú; y en Europa con los más importantes poetas españoles: Rafael Alberti, Juan Larrea, Gerardo Diego, José Bergamín, Federico García Lorca, entre otros.
Y en esa relación que mantuvo con los más grandes hombres de letras de su época, llegó a valorarlos como tales y nunca los vio como rivales. En otras palabras, no veía a sus colegas como una amenaza o competencia, a quienes había que invisibilizar sistemáticamente para que no figuren en el firmamento literario. Al respecto, en una oportunidad escribió lo siguiente: “Yo no vivo comparándome a nadie ni para vencer a nadie y ni siquiera para sobrepujar a nadie. Yo vivo solidarizándome y, a lo sumo, refiriéndome concéntricamente a los demás, pero no rivalizando con ellos. No busco batir ningún récord… No busco batir el récord del hombre sobre el hombre, sino la superación, centrípeta y centrífuga, de la vida. Una cosa es el récord de la vida y otra cosa es el triunfo de la vida”.
César Vallejo, de acuerdo con su pensamiento marxista, no era partidario de ese espíritu de competencia que patrocina el capitalismo. Era más bien partidario de la superación personal y artística, y que, en lugar de luchar para vencer y opacar a sus colegas, proponía que se debía cumplir con la irrenunciable labor de contribuir con sus obras en mejorar la condición humana y, por ende, la formación de una sociedad cada vez más justa y fraterna.
Los escritores actuales, sin duda, deben seguir el ejemplo de César Vallejo.