02/12/2024
✍️ || || "EL VUELO POÉTICO DE CARLOS HUAMÁN" EN LA PLUMA DE URBANO MUÑOZ:
Las creaciones de Carlos Huamán comenzaron a circular con gran éxito bajo la forma de huaynos al finalizar la década de 1980. Pero su poemario Llipyaykunapa qillqanampi: Donde escriben los relámpagos (Lima: Ed. Altazor, 2009), pasó casi desapercibido. Su segundo poemario, Rumi llaqta: Ciudad de piedra (Lima: Pakarina Ediciones, 2023), que le acaba de merecer el Premio Nacional de Literatura, debe de tener mayor difusión para que el gran público pueda acceder a su buena poesía.
Estamos, pues, ante un harawiq auténtico. Alguien que concibe sus versos en su idioma materno y luego los vierte al castellano, para llegar a la mayor cantidad de lectores, porque en nuestro país, desafortunadamente, pocos leen en runasimi. Esto explica el carácter bilingüe de los libros de poesía del vate ayacuchano.
Él se hizo célebre como compositor, al igual que Carlos Falconí, Rómulo Melgar y otros virtuosos del arte musical, una hornada de artistas que en los años 80 impulsó la “nueva canción ayacuchana”, corriente caracterizada por la belleza melódica y el contenido profundo, y cuya temática gira en torno a la denuncia de los abusos cometidos contra la gente humilde durante el conflicto armado interno y la demanda de justicia social.
Un huayno popular de esa época es “Maíz”. Interpretado por los hermanos Gaitán Castro, muestra tempranamente la poesía de Huamán, evidenciando dos elementos afectivos que serán constantes en su producción posterior: la cólera y la esperanza, asociados a tonos emocionales que van de la tristeza a la alegría.
La primera estrofa dice: “Maíz hermano, granito eterno / Jinete de rayos negros, abrigo de niños tristes / Si al silencio te condenan / Ruges en las cataratas y en el fuego / Si pereces en las grutas / Alzas tus brazos poblados / Y así vuelves”. El maíz simboliza al campesinado que resiste a la violencia de quienes desean acabarlo, desaparecerlo.
Prosigue: “Aunque el tirano te muerda / Siempre serás maíz, maíz / Aunque te arranquen los ojos / Siempre serás maíz, maíz / Himno de bravas calandrias / Wakchapa kallpan wañuypi kawsachiqniy / Pancito de la ternura / Humilde oro de mil corazones”. Se muestra la cólera del poeta frente a los abusos que perpetran los opresores del campesinado y el pueblo empobrecido; como contrapartida, se perfila la fe en un futuro digno. Esta segunda emoción se muestra con más nitidez en la tercera estrofa: “Rumita chiqtarimuspa, chinkaptiki maskamuyki / Allpa mamanchik waqaptin, parañas mayuntin qamun / No eres la brizna reseca / Eres el nido que abriga la esperanza / No eres la garra del cóndor / Eres el vientre que brota nuevos hijos”.
La estrofa final o fuga redondea el efecto buscado, el tono optimista, la celebración del triunfo del amor y la justicia frente a la tiranía del opresor: “Remando en nuestro ataúd volveremos / Romperemos crueles sables, mi amor / Serán panal nuestros labios / Despertará ya el cadáver, mi amor / No sangraran las florecitas”.
Hay una épica de mediana intensidad en los huaynos de Huamán cuando le canta a la vida, al atisbar el triunfo de un tiempo presente que avanza merced a la epopeya de una generación resuelta a transformar el país. Pero es un triunfo que no se concreta; por el contrario, el horizonte se opaca en los años 90, debido al auge del fujimorato. Es cuando el poeta migra a México, donde se dedica a estudiar arte y culturas andinas. No deja de producir poesía, por eso, en el 2009, publica Llipyaykunapa qillqanampi, que reúne sus poemas escritos entre 1990 y 2004.
El libro exuda tristeza. Es el efecto de la migración que ocasiona desarraigo y lejanía de la tierra natal. Los verbos en tiempo presente, tan recurrentes en los huaynos de los 80, han sido desplazados por los verbos en pretérito, porque el autor tiene nostalgia de su lar, también de su infancia. Ello se nota en estos versos sencillos y profundos “Mi infancia se fue en un río / sobre un tronco de ávida astilla / En el cauce del aquel río / ahora corre y grita / el lejano espíritu del arrayán / Antes del relámpago / ese árbol amado / tenía nuestra sonrisa / y era también un niño / que jugaba / hasta dormirse / en los brazos del viento”. Por economía de lenguaje, solo anotamos la versión en castellano, acotando que nuestro harawiq domina el runasimi, tanto como el castellano.
El tono triste brota de la nostalgia, también de otra fuente: la cólera, sentir crecido del poeta cuando escribe: “Yo que me fui con mi hoguera de cólera y tristeza / sin recoger las cenizas de mis sueños / dejando en mi ventana / mis cuadernos incendiados por la lluvia…”. Indudablemente, en estos versos resuena la voz del inolvidable autor de Poemas humanos versando sobre su triste tristumbre.
Los sentimientos de Huamán, como en el caso de Vallejo, trascienden el plano personal, remiten a la experiencia de amplios sectores sociales del país que sufrieron mucho, y sufren todavía, por no poder realizar sus mejores sueños en su propia tierra – cuya historia está llena de grandes oportunidades perdidas - y deben de migrar, irse lejos.
La partida y el retorno son temas recurrentes en Llipyaykunapa qillqanampi, como bien señala Eduardo Huarag en el prólogo al libro. La partida es triste, pero el retorno al terruño, ya como deseo, ya como realidad, se carga de alegría. Así, se configura una poética del recuerdo y la esperanza.
Otro componente clave del libro es que muestra la vocación intensa de su autor como poeta telúrico que, parafraseando a Arguedas, notorio pionero de la perspectiva intercultural en el subcontinente, se expresa con orgullo, cual ser mágico feliz, no solo en castellano, la lengua traída por los europeos en el siglo XVI, sino principalmente en runasimi, nuestra lengua milenaria. Consecuentemente, sus versos muestran elementos simbólicos de gran densidad semántica en la cosmovisión andina: relámpagos, lluvia de fuego, montañas, Sol, Luna, arcoíris, agua, piedras antiguas.
Un poema que evidencia lo señalado es “Grabado en piedra”, que dice: “Íbamos a sobrar todos / Íbamos a faltar todos / hasta que decidimos / no faltar / no sobrar / Teníamos que morir / Teníamos que vivir”. Se sintetiza aquí lo que ha sido hasta ahora la historia de los pueblos de América y su resolución a defender su derecho a existir.
El 2023, Carlos Huamán publica Rumi llaqta, donde presenta con mayor amplitud su poética del recuerdo y la esperanza. Lo cual se nota desde el título mismo, un homenaje a Wari, urbe hecha de piedra hace más de mil años por los abuelos de los Incas y que en su mayor parte permanece enterrada a escasos kilómetros de la actual ciudad de las 33 iglesias.
La piedra antigua y modelada por el ser humano simboliza civilización y memoria, también la solidez que resiste a la voracidad del tiempo. Por eso, al atravesar Wari, el recuerdo del pasado remoto se activa como una llamarada en la mente del poeta: “Para ver la Pampa de Ayacucho / hay que pasar / por un incendio de piedras”.
La presencia de “piedra” como palabra metaforizada es muy recurrente en el poemario. De los 44 poemas que integran el libro, seis llevan este vocablo en sus títulos. En cuanto a los versos, las referencias al vocablo superan la treintena, con diversos sentidos, aunque la solidez y la memoria son los preferidos, como se puede leer en “Casa de piedra”: “Sobre la pétrea piel que dejó / la hirviente lava de un volcán / construí esta casa. / En la raíz, en los cimientos / puse el duro pan del tiempo. / Tanto hay de ti en sus muros / que las piedras tienen / la fortaleza de tus manos. / Desde el ventanal se ve el mundo / tan azul, tan blanco. / Para no olvidar que te amo / hice esta casa. / El árbol del fuego / tiene en su sangre / la memoria de nuestros padres...”
La piedra y lo pétreo metaforizados como lo sólido hasta en la memoria del amor ido tienen su opuesto y su complemento en el agua o lo líquido que fluye de diversa manera, incluso como arcoíris, fenómeno muy significativo en el pensamiento andino en tanto se considera que es un elemento puente entre los mundos posibles – desde el uku pacha hasta el hanan pacha-. Esta oposición y complementariedad se expresa en “Arcoíris”: “Arcoíris mío, / viajero de infinito cielo / dame fuerza, / dame agua, tiempo, / puente, / acerada bisagra / para ablandar / la máquina de la ternura. / Dureza de negra roca/ dame fuerza. / No quiero ver / esto que veo / arrugado y roto / en los periódicos, / sin que te parezcas a cómo serás mañana...”
Según la metaforización clásica, el agua significa vida y tiende a hacerse corriente. Así, siendo líquido, discurre entre las orillas, que son siempre lo sólido y significan el punto de partida pero también de llegada. Esto lo hace notar Blumenberg al comentar a Heráclito y su famosa sentencia sobre la metáfora del río o la realidad en movimiento: “No se puede entrar dos veces en el mismo río, pero se vuelve a la misma orilla, incluso si uno se ha dejado llevar por la corriente para seguir siendo uno con el mismo río, al menos por un tiempo”.
Vida, movimiento, perspectiva de futuro, esperanza, eso es el agua, sobre todo como cascada y corriente. Nuestro harawiq lo entiende así, cuando escribe en “Píes de río”: “Avanza valiente puma de piedra, / contra el puñal que mata / el sueño del plato. / Envuelve por fin, / los pies / del que huye pisándote, / seca la boca del que miente, / del que roba la fortaleza / de la piedra, / del que enreda la palabra / y atestigua contra ti (…) / Avanza cascada de oro, / agua infinita que vuela. / Me adhiero a tu corriente.”
El tono triste dominante en los poemas del libro donde la temática sigue siendo la partida y el retorno – quizá porque el poeta radica aún en México y vuelve ocasionalmente a su lar - se hace alegre cuando aparece el reclamo de un tiempo por venir, un tiempo de fiesta donde no falten las heroínas y los héroes culturales revividos, tras un largo tiempo de opresión y masacres, incluso tras los estragos que causó recientemente el covid-19.
Así, en “Que vengan todos”, leemos: “Que arribe victorioso / quien se fue, también el que retorna / después de la bala / y el virus. / Vengan luego del entierro / de los eternos / Juan Choqne, / María, Micaela…, / también Manuel Silva el Pichinkucha. / Aquí, / tiernas panaderas / del mercado Santa Clara / y hermosas fruteras, / vengan con esa rica / mazamorra de manzana, / de ciruela y duraznos, / les invoco (…) / después de la tristeza / la vida también es dulce / como una llipta.”
En la cosmovisión andina, hay más de un plano de existencia. El poeta lo asume como parte de su sensibilidad y sapiencia, y lo expresa en sus poemas obsequiosos, tal es el dedicado a su perro, “Himno para Jeniluli”, texto cargado de ternura:
“Si mueres / yo seré tu perro blanco, / seré el colmillo con que destrozaré / la maldición de los condenados. / Perro blanco, perro negro, / mi Jeniluli, / si muero / no permitas que la mosca / vuele sobre mi cabeza, / ni que orinen los gusanos / en la cuenca de mis sueños. / Tienes que salir, / tienes que ladrar y morder / el hocico del viento. / No olvides apagar el fuego / en el que seguro / arderá mi cadáver. / Cuando sientas / que el viento de la tarde / estira sus patas sobre tu frente, / piensa en los ojos / que tu padre te heredó. / ¿Ves esa ventana? / por ellas se despliegan todos tus recuerdos mi Jeniluli. / Aún ladras corriendo / sobre la piedra / de este rincón / donde vivimos recordándote. / En esa evocación yo soy ese perro blanco / que vigila tu viaje, / mi Jeniluli, / mi pequeño sueño, / mi hermoso perro que se fue”.
Hay otros aspectos jugosos de Rumi llaqta: la alusión a elementos tecnológicos novísimos (tren bala, dron, WhatsApp, Internet), la dignificación del oficio de zapatero y la evocación de las iluminaciones del autor al visitar ciudades como Budapest, Viena, Estambul. Evidencian su condición de ciudadano del mundo e hijo de su tiempo, portador de su factura primigenia y propósito de harawiq exigente que debe escribir siempre “como si un colibrí bordara el más bello amanecer de su vida”.
Poesía de versos musicales, sencillos y profundos, con lo que se expresa los afectos más intensos del pueblo peruano. Eso es, en suma, la poesía de Carlos Huamán, miembro de la generación de literatos huamanguinos de la década de 1980, la cual viene publicando sus textos casi en avalancha. Textos valiosos por su calidad estética y valor testimonial.
Carlos Huamán López (Ayacucho, 1959) estudió Lengua y literatura en la UNSCH. Es doctor en literatura por la Universidad Nacional Autónoma de México y doctor en Antropología por la ENAH. Es autor de varios estudios sobre arte y culturas andinas, por lo cual en el 2011 fue condecorado por el Congreso de la República del Perú con la medalla de Honor con el grado de Oficial. El 2024, su libro Rumi llaqta: Ciudad de piedra le mereció el Premio Nacional de Literatura en la modalidad de Lenguas indígenas.