Mi abuelo me contó alguna vez que el sitio donde se encuentra el puente Cayumba en la región del Rupa rupa en Huánuco, era la última frontera para los aventureros que se adentraban por esas zonas del Alto Huallaga, allá por los años 30 del siglo pasado. Si querías llegar a Tingo María debías cruzar a nado aquel río o usar la oroya extendida luego en aquél lugar. La construcción del puente Cayumba
vino a significar en ese entonces, la gran posibilidad del país de disfrutar las riquezas que se explotaban en esa zona de la Amazonia (Frutas diversas, el cacao, la madera) así como de los derivados de aquella planta cuya producción ahora es ilegal: la coca. Por ese puente entró lo mejor y lo peor de nuestra civilización, por ese puente salió lo mejor y lo peor de nuestra Amazonía. No ha sido sólo un intercambio sino –y sobre todo- una lucha social, política y económica cruenta, dispar, necesaria e innecesaria, con mucha muerte, con mucha vida, con heridas aún abiertas, con amputaciones gangrenadas insanas, con aseveraciones, con demandas, con arraigos y desarraigos, con amores y desamores, con pasiones, traiciones y odios, con lealtades y envidias, la sana tanto como la insana. CAYUMBA CINE, nace con la idea de seguir con el intercambio, esta vez cultural, menos cruento, pero igual o más apasionado, especialmente con aquellas imágenes que aún no conocemos de nuestra Amazonía, en todos sus matices, desde todas las culturas, desde todos los oficios, desde las virtudes de los hombres que viven en sus montes y quebradas, caseríos y ciudades, desde sus apuestas y sus esperanzas, pero también desde sus errores, sus malas prácticas, sus olvidos, pérdidas y amenazas. Vamos a contar historias para conocernos y querernos un poquito más, para divertirnos pero también para pensar, no desde el academicismo clásico de los intelectuales sino desde las reflexiones propias de la vida cotidiana, desde los aprendizajes y enseñanzas del hombre común, desde la propia obra cinematográfica como vehículo de expresión individual que promueve otras expresiones individuales y colectivas y por que no, moviliza las mentes y cuerpos hacia algo deseado y mejor. Se trata pues, de lograr que la diversión y la reflexión coexistan en una inestable pero posible armonía, como la vida misma; sí, aquella que se le escapa a la mayoría de la gente mientras ve tanta y tan mala televisión.