14/07/2023
Entrevista a Delia Deyra
❞𝗔 𝗺𝗶́ 𝗻𝗼 𝗺𝗲 𝘀𝗼𝗯𝗿𝗮𝗯𝗮 𝗻𝗶 𝗳𝗮𝗹𝘁𝗮𝗯𝗮 𝘂𝗻 𝘀𝗼𝗹❞
La historia detrás de la cocina y la amabilidad de la mejor de Miraflores
Por: Shelsie Goicochea
Un par de congeladoras portátiles, bancos de plástico, cuadernos de cuentas y un pequeño, pero colorido, carrito de comida rápida acompañan a Delia Deyra. Ella es una pequeña mujer de sesenta y cuatro años y poco más de un metro cincuenta que te recibe con una cálida sonrisa y genera en ti una sensación de ternura. A su lado se encuentra su hija, quien no es muy parecida físicamente a la protagonista de esta entrevista, pero a simple vista es notoria la sencillez y amabilidad que heredó de su madre.
Delia se dedica a vender almuerzos a las afueras de la Dirección Regional de Salud (DIRESA), en la urbanización Miraflores, Castilla. Tras veintiséis años trabajando en el mismo lugar, de lunes a viernes, ha logrado ganarse el cariño y reconocimiento de todos los trabajadores de la entidad, quienes hasta llegan a preferir su sazón por sobre la de otras personas dedicadas al mismo rubro en esa zona y la defienden en caso alguien la quiera desalojar del lugar.
Como toda historia de superación, a los quince años se vio obligada a dejar sus tierras talareñas y su colegio parroquial para terminar de estudiar el nivel secundario en Castilla, Piura. Solo así pudo dejar atrás ese uniforme que, asegura, le cubría absolutamente todo el cuerpo y, entre risas, menciona que habría tenido que raparse si continuaba por ese camino. La sola idea le genera un rechazo notorio. Le pregunto si en algún momento tuvo vocación religiosa y mueve el rostro de lado a lado señalando que jamás pensó, ni siquiera, en intentar convertirse en novicia.
Sus padres fueron oficiales de la Marina de Guerra del Perú y aunque hicieron lo posible por que ingresara a ese mundo para asegurar su futuro con algún hombre de ese rubro, no lo lograron. Nuestra protagonista expresa que, en ese momento estaba aburrida y cansada de los planes que sus progenitores trazaron para ella y eso la orilló a salir de casa a los diecisiete. Un año después, con la mayoría de edad ap***s cumplida, nació su primer bebé. Claro que su vida cambió por completo tras ese suceso, pero el optimismo es una de sus mejores cualidades y fue lo que la impulsó a seguir adelante.
Conoció a su esposo, Carlos, en el colegio. Trabajaron juntos en la agencia funeraria Finisterre, en donde Delia llevaba la contabilidad de la empresa, y asegura que allí era la mejor. “No me sobraba ni me faltaba ni un sol, todas las cuentas me cuadraban muy bien”, dice con un aire de orgullo en el rostro. Allí, el padre de sus hijos le coqueteaba constantemente aún cuando ya eran pareja. Él buscaba matrimonio y como dicen siempre, el que la sigue, la consigue y él lo logró. Actualmente poseen una numerosa familia que cuenta con seis hijos y nueve nietos. Ese amor que inició desde la escuela perdura casi cincuenta años después.
Entre el olor penetrante de un rico arroz con pollo y el bullicio de los autos transitando la zona, Delia cuenta que aunque el destino tenía preparado para ella un camino lleno de altos y bajos, paz e intranquilidad y situaciones conflictivas, también fue considerado y se disculpó al colocar en su vida, mucho amor y unión. Solo así es como, a punta de dificultades y aprendizajes, ha logrado convertirse en la gran mujer que ahora es. Como dice Jósean Log en su canción La vida, la vida, “no le temo al sabor amargo ni a los ratos de soledad, pues sé que gracias a los contrastes aprendemos a apreciar”.
Para Janeth Ceballos, proveedora de Diresa Piura, Delia es un ejemplo de perseverancia y dedicación. Puede ver a su madre reflejada en ella y es justamente por esa razón que le demuestra tanto cariño y cercanía. Admira el trabajo agitado, meticuloso, limpio y ordenado que realiza la protagonista.
“La cocina es algo duro, no solo te desgasta físicamente sino también mentalmente. Aunque te retribuye muy bien. Es un negocio del que obtienes muy buenas ganancias y te permite sustentar a tu familia. Todos aquí conocen a la señora y le consumen, de esa manera es como se retribuye su esfuerzo y dedicación”.
La entrevista termina y con ella, el día de trabajo de esta señora. Su hija mayor, Araceli, le ayuda a guardar cada artículo y agradecen a Dios, pues de sus recipientes transparentes, llenos de arroz con pollo, y de sus botellas de plástico, que contenían refrescos de guayaba, mango y gelatina, no quedó nada.
De esta manera es como Delia es conocida, entre los trabajadores de la Diresa, como la mejor cocinera de Miraflores. Y así también, es como se une a esos cinco millones de madres peruanas que trabajan con el objetivo de construir un futuro mejor para sus familias.