10/04/2024
Las religiones tenían un propósito: comprender el mundo. No había otra forma. Además, sin la aglutinación que permitió su imaginería, no se habría formado ningún imperio antiguo, ni se habrían construido pirámides ni se habrían llevado a cabo guerras. Un solo pensamiento sobre Zeus, Osiris o Jehová bastaba para que miles actuaran en nombre de algo que creían que existía en alguna parte y que explicaba terremotos, invasiones, pestes o cometas.
Luego, a lo largo de la historia, con la física, la química y la filosofía, el ser humano comenzó a conocer los fenómenos de la naturaleza sin necesidad de inventarse un ser vertebrado gaseoso que viviera en los cielos. Claro que a la Iglesia no le gustó, pero es parte de nuestra evolución pasar de religiones panteístas, politeístas o monoteístas a humanistas. Así tenemos el comunismo, el capitalismo y el liberalismo. Pero aún estas cumplen su paso en la historia. Si bien es cierto que sabemos de dónde vienen los cometas, los virus, qué procesos originan las guerras y, sobre todo, cómo actuar frente a esos fenómenos, falta mucho por explicar acerca de por qué las actuales religiones no logran el bienestar para la humanidad.
Dado que todavía existe desigualdad, guerras, crímenes y odio entre seres que supuestamente son lo más avanzado del planeta en cuanto a inteligencia, quiere decir entonces que debemos dar un paso más hacia algo que realmente nos ayude a buscar menos sufrimiento en la Tierra o quizás a acabar con él y mejorar el mundo.
Se dice que hemos entrado a la era de la inteligencia artificial. Es decir, hemos pasado a otro tipo de religión, donde el ser humano quizás ya no sea el centro, sino que todo se base en información, datos y fórmulas informáticas llamadas algoritmos. Procesos que viven en las computadoras, que toman datos y devuelven resultados. Y de acuerdo a cómo fueron programados, pueden mejorar, predecir y calcular más rápido que cualquier mente humana.
Es momento de pensar si esta religión cibernética nos obligará a cambiar sistemas de gobierno, pensamiento y sociedad. Quizás ya dejemos de ser el centro y solo seamos huéspedes de la tecnología, seres simbióticos de los celulares que necesitan de nosotros para evolucionar mientras los humanos quedamos como antiguos artilugios de sopa, carne y huesos con un desfasado algoritmo basado en neuronas que tenía una consciencia que solo era un apéndice, dicho en términos de órgano vestigial o no funcional.
Quizás el futuro de la ciencia ficción no sea tanto "El planeta de los simios" sino "El planeta de los celulares".