23/01/2025
Nunca comprendí a todas aquellas personas que, una vez dan por finalizada una relación, apartan a la persona amada como si nunca hubiera existido en sus vidas. De un plumazo.
Sí, entiendo que hay circunstancias en las que es necesario apartarla, pero son las menos, o deberían ser las menos. Casi nunca es estrictamente necesario. A no ser que exista una orden de alejamiento o que sea algo plagado de toxicidad. Llamamos amor a tantas cosas que no se parecen nada al amor. Cuando sí lo es, lo normal, lo esperado, lo deseable, es que tras un período de distanciamiento, puedas contar en tu vida con esa persona que probablemente sea la única que sabe si te comes pellejitos del labio mientras ves series repetidas en el sillón, si te gusta frotarte las manos cuando te emocionas, o si sueles llevar un calcetín diferente en cada pie. Esa persona que te ha hecho crujir la espalda y que ha conseguido que no se te quemaran las tortillas francesas. La persona que te puso una mano en la rodilla cuando se murió tu padre. La persona con la que viste Titanic y que te hizo probar los caracoles. Esa persona que te ha acompañado y ha impedido que te sientas solo.
Sí, esa persona. Y cuando el amor se acaba, porque el amor se acaba, tú eres capaz de olvidarte de todo, de maldecirlo todo, y de no volver a saber nada de esa persona nunca más. Sí, eres capaz de seguir reprochando a lo largo del espacio y del tiempo en una especie de letanía amarga y obscena. Sí, puedes ser un cobarde e ir a lo más fácil: el rencor. Es tan sencillo odiar.
Todos nos equivocamos. Saber sobreponerse al error propio es comprender el error ajeno. La gente que te ha amado casi nunca te hace daño queriendo. Te hace daño para no hacerse daño a sí misma. Y eso también hay que entenderlo.
Si no conservas en tu vida aquello que te ha hecho sentir bien, si no puedes quedarte con la esencia, si eres incapaz de entender que muchas veces la gente dice y hace cosas y esas palabras y esos hechos nada tienen que ver con uno, entonces igual es que no estás preparado para amar.
Deberíamos mandar nuestro amor a todos aquellos que formaron parte de nuestras vidas aunque ya no lo hagan de la misma manera.
Como Theodore en "Her" de Spike Jonze:
"Querida Catherine,
He estado sentado aquí pensando en todas las cosas por las que quiero disculparme. Todo el dolor que nos causamos mutuamente. De todo aquello por lo que te culpé. Todo lo que necesitaba que fueras o dijeras. Lo lamento. Siempre te amaré porque crecimos juntos. Y me ayudaste a ser quien soy. Sólo quería que supieras que siempre habrá una parte de ti dentro de mí. Y te estoy tremendamente agradecido por eso.
En quien sea que te conviertas y donde sea que te encuentres en el mundo, te envió mi amor.
Eres mi amiga hasta el final.
Con amor, Theodore”.
Eso es amor, y lo demás, ruido y furia.