23/03/2025
Lunes 24 de marzo | Lección 13
LA LEY ES SANTA, JUSTA Y BUENA
El amor es el fundamento de la Ley de Dios. Cuando Dios defiende la Ley, defiende el amor. Esta es la razón por la que Jesús murió para salvar a los pecadores, para poder defender la Ley y al mismo tiempo concedernos la gracia. De este modo, podía ser a la vez justo y justificador de quienes creen (Rom. 3:25, 26). ¡Qué expresión de amor! En consecuencia, el proceso de redención no invalida la Ley, sino que la confirma.
Lee Romanos 6: 1 al 3 y luego Romanos 7: 7 al 12, con especial atención al versículo 12. ¿Qué nos dicen estos textos acerca de la Ley, incluso después de la muerte de Cristo?
Rom 6:1 ¿Qué concluiremos? ¿Vamos a persistir en el pecado, para que la gracia abunde?
Rom 6:2 ¡De ninguna manera! Nosotros, que hemos mu**to al pecado, ¿Cómo podemos seguir viviendo en él?
Rom 6:3 ¿Acaso no saben ustedes que todos los que fuimos bautizados para unirnos con Cristo Jesús, en realidad fuimos bautizados para participar en su muerte?
Rom 7:7 ¿Qué concluiremos? ¿Qué la ley es pecado? ¡De ninguna manera! Sin embargo, si no fuera por la ley, no me habría dado cuenta de lo que es el pecado. Por ejemplo, nunca habría sabido yo lo que es codiciar si la ley no hubiera dicho: «No codicies.»
Rom 7:8 Pero el pecado, aprovechando la oportunidad que le proporcionó el mandamiento, despertó en mí toda clase de codicia. Porque aparte de la ley el pecado está mu**to.
Rom 7:9 En otro tiempo yo tenía vida aparte de la ley; pero cuando vino el mandamiento, cobró vida el pecado y yo morí.
Rom 7:10 Se me hizo evidente que el mismo mandamiento que debía haberme dado vida me llevó a la muerte;
Rom 7:11 porque el pecado se aprovechó del mandamiento, me engañó, y por medio de él me mató.
Rom 7:12 Concluimos, pues, que la ley es santa, y que el mandamiento es santo, justo y bueno.
Aunque algunos creen que la gracia y la redención anulan la Ley, Pablo dice claramente que no debemos continuar en el pecado para que la gracia aumente. Por el contrario, quienes están en Cristo por la fe han sido «bautizados en su muerte» y, por lo tanto, deben considerarse mu**tos al pecado y vivos para Cristo.
La Ley de Dios no es pecado, pero, entre otras cosas, nos hace percibir el pecado y nuestra pecaminosidad. Por eso, «la ley es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno» (Rom. 7: 12). La Ley revela, como ninguna otra cosa, nuestra gran necesidad de salvación, de redención, lo cual solo es posible por medio de Cristo. En consecuencia, no «invalidamos la Ley» por la fe, «más bien, confirmamos la Ley» (Rom. 3: 31).
Cristo no vino a anular la Ley, sino a cumplir todo lo prometido en la Ley y en los Profetas. Por eso insiste en que «antes que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la Ley» (Mat. 5: 18).
La Ley de Dios representa su santidad, su carácter perfecto de amor, justicia, bondad y verdad (Lev. 19: 2; Sal. 19: 7, 8; 119: 142, 172). A este respecto, es significativo que, según Éxodo 31: 18, Dios mismo escribiera los Diez Mandamientos en las tablas de piedra. Escritas en piedra, estas leyes son testimonio del carácter inmutable de Dios y de su gobierno moral, que se fundamenta en el amor, un tema central del Gran Conflicto.
¿Cómo nos ayuda este vínculo entre la Ley y el amor a entender mejor las palabras de Jesús: «Si me amáis, guardad mis mandamientos» (Juan 14: 15)?