06/09/2024
Hoy me dirijo hacia un momento, hacia un rincón de mi historia de vida: Ticrapo, ese pequeño pueblo que marcó mi juventud y que hoy me recibe como artista. Ticrapo, en Huancavelica, fue el refugio al que llegamos cuando la situación en Ayacucho se volvió insostenible y la pobreza nos golpeaba con fuerza. Apenas cursaba el primer año de secundaria cuando el trabajo duro comenzó a formar parte de mi vida. La familia Acevedo nos abrió las puertas alquilándonos un local al borde de la carretera, donde levantamos un restaurante. El esfuerzo era constante: desde lavar platos, pelar papas, picar cebollas, hacer la limpieza, atender a los clientes y recoger agua desde una distancia considerable, enfrentando cada reto con la fuerza que solo la necesidad puede forjar.
Caminar largas distancias hasta la escuela era parte de mi rutina diaria, y el cansancio de cada jornada me vencía por las noches. Pero esas experiencias me enseñaron el valor del trabajo, la dedicación y la perseverancia. Hoy, muchos años después, regreso a Ticrapo no solo con esos recuerdos, sino con mi música, mi arte y mi canto. Esta vez, vuelvo para entregarle a ese pueblo querido lo que llevo en el alma: mi voz, como un homenaje a cada paso que dimos en aquellos días. Hoy cumpliré el sueño de cantarles con el corazón lleno de gratitud.