18/07/2020
🧓🏻 Doña Martina Dolmos, elegante mujer muy adinerada, dueña de una casona en la calle Saphy, se casó muy joven, pero su esposo falleció en un accidente de carretera quedando viuda y sola ya que su familia no estaba cerca.
Unos decían que estaba loca y otros la acusaban de haber hecho un pacto con el diablo, que se había casado varias veces y mató a sus esposos para hacer toda la fortuna que poseía. Se tejían también otros chismes ya que decían que al morir su esposo ella se encontraba embarazada, entonces cuando dio a luz mató al bebe y lo enterró dentro de su casa.
Pasaron los años y Doña Martina falleció a causa de un infarto, familiares llegaron desde muy lejos para darle el último adiós, otorgarle una despedida digna y por supuesto también reclamar la herencia. El entierro fue en el cementerio de la Almudena, muy rimbombante nunca antes visto en Cusco, por ello se especulaba mucho, dijeron que la habían enterrado con sus joyas, dinero y junto al esqueleto del hijo que supuestamente asesinó.
Clemente, un muchacho muy humilde quien junto con su hermano acudieron al funeral de Doña Martina y, atraídos por la curiosidad observaron el ataúd muy elegante, los lujosos vehículos que acompañaban el entierro y personas extrañas muy elegantes que lloraban el deceso. Deslumbrados con tanto lujo, los hermanos creyeron solucionar sus problemas económicos, planeando robar las riquezas con las cuales supuestamente doña Martina había sido enterrada.
La noche del entierro se dirigieron al cementerio simulando estar borrachos y engañaron al panteonero diciendo que habían perdido a un familiar muy querido y lo invitaron a beber con ellos, no pasó mucho tiempo para que el panteonero caiga bajo los efectos del alcohol y se durmiera, entonces los hermanos aprovechan para entrar al cementerio y sacar el ataúd en el que estaba Doña Martina, al abrirlo comprobaron que nada de lo que habían oído era cierto, no habían joyas, ni bebé, ni riquezas, salvo el anillo de matrimonio de la difunta puesto. Decidieron sacar el anillo, sin embargo, el cuerpo inerte e hinchado no lo permitía, intentaron de muchas formas, pero no lo consiguieron. Entonces Clemente recordó que mientras estaban tomando alcohol con el panteonero había visto una sierra, así que la trajo y cortó el dedo de la difunta. Terminada la profanación, se esmeraron en dejar todo como estaba, salvo el cuerpo inerte sin el dedo anular derecho.
Nunca nadie se había enterado de lo sucedido, sin embargo, Clemente comenzó a tener sueños extraños, presiones en el pecho mientras dormía, sensaciones de que alguien lo perseguía, escuchaba voces, y su conciencia lo estaba atormentando. No pudo más y un día decidió volver al cementerio para pedir perdón, una vez que llegó a la puerta le entró el remordimiento y vió que en la puerta del templo de la Almudena había una anciana pidiendo limosna, Clemente pensaba “Ojalá tuviera la suerte de esa anciana, pide limosna, pero al menos tiene la conciencia tranquila”. Tomó valor y fue al lugar en el que Doña Martina fue sepultada, le pidió perdón, dijo estar arrepentido y estar dispuesto a hacer lo que fuese por saldar su error. De alguna manera Clemente comenzó a sentir tranquilidad en su alma después de esa visita. Al salir del cementerio se dio cuenta que estaba oscureciendo y a punto de llover, vio que el Templo ya estaba cerrado y la anciana que estaba en la puerta no podía pararse para escapar de la lluvia, Clemente no dudó en ayudarla y le ofreció su mano para que se ponga de pie, la anciana estiró su mano derecha sujetándose muy fuerte de la mano del muchacho y de pronto los ojos de Clemente parecían salir de su órbita pues la anciana NO tenía el dedo anular, su espanto creció cuando la anciana le dijo “Devuelveme mi anillo por favor”.
Recopilación de Relatos y cuentos andinos en Cusco.