31/01/2025
¡REFLEXIÓN!
Dicen que la naturaleza de algunos no cambia, el mejor ejemplo de ello es la lógica del Escorpión…
Era una tarde tranquila en la que una rana disfrutaba de la calma junto al río. El agua reflejaba un cielo lleno de nubes que prometían lluvia. Mientras observaba el horizonte, un escorpión apareció entre las sombras del pasto. Su figura imponente y su aguijón levantado alertaron a la rana, que se preparó para saltar al agua y escapar.
—¡Espera! No te vayas, necesito tu ayuda —dijo el escorpión con voz serena pero firme.
La rana lo miró con desconfianza. Sabía de la fama de los escorpiones, y estar cerca de uno nunca era buena idea.
—¿Ayuda? ¿Qué clase de ayuda podría darte yo? —respondió mientras retrocedía un poco.
—Necesito cruzar al otro lado del río, pero no sé nadar. Si me llevas sobre tu espalda, podremos llegar juntos a la orilla —dijo el escorpión con una mirada que pretendía ser sincera.
La rana lo observó, analizando cada palabra. La propuesta sonaba simple, pero su instinto le decía que algo estaba mal.
—¿Crees que soy tonta? Si te llevo, me clavarás tu aguijón y me matarás.
El escorpión suspiró y negó con la cabeza.
—¿Por qué haría eso? Si te pico, ambos nos hundiríamos en el río y moriríamos. Eso no tiene sentido. Confía en mí, solo quiero cruzar.
Las palabras parecían lógicas, pero el corazón de la rana estaba dividido. Finalmente, pensando que quizá no todos eran como se decía, decidió darle una oportunidad.
—Está bien. Súbete.
El escorpión subió cuidadosamente a la espalda de la rana, y juntos comenzaron a cruzar el río. El agua estaba fría y las corrientes eran fuertes, pero la rana nadaba con habilidad. Todo parecía ir bien, hasta que, en medio del trayecto, la rana sintió un dolor agudo en su espalda.
—¡Me has picado! —gritó con voz quebrada mientras sus fuerzas comenzaban a fallarle.
El escorpión, aferrado a su espalda, respondió con un tono triste pero resignado:
—Lo siento... no pude evitarlo. Es mi naturaleza.
Ambos comenzaron a hundirse en las profundidades del río. Mientras el agua los envolvía, la rana entendió, demasiado tarde, que no importa cuán convincentes puedan sonar las palabras de alguien, la verdadera naturaleza siempre sale a flote.
Moraleja:
No te dejes engañar por las apariencias o las promesas vacías. Las acciones de los demás reflejan quiénes son realmente. Y por más que creas que puedes cambiar o confiar en alguien, a veces su naturaleza termina marcando el rumbo.