Como toda Congregación religiosa, tenemos nuestro Carisma, es decir, nuestra manera particular de entender a Jesús, de interpretarlo y seguirlo, que se traduce en una espiritualidad llamada Espiritualidad de la Cruz: un estilo de vida concreto y una misión a la que dedicamos lo mejor de nuestros esfuerzos. Nuestro carisma es sacerdotal, y nos gusta formularlo así:
“Ser memoria viviente de la mane
ra de ser y actuar de Jesucristo sacerdote y víctima, contemplativo, solidario y que da la vida por los demás”
Con otras palabras, somos un grupo de hombres que, habiendo descubierto a Jesús de Nazaret como el Señor de nuestras vidas, nos hemos apasionado por su manera de ser sacerdote: cercano y accesible a todos; enamorado de un Dios Padre-Madre que es bondad y misericordia; volcado en el servicio a todos, en especial a los que sufren; que arriesga y ofrece su vida por la causa del Reino y se entrega hasta la muerte porque “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13). Somos una de las cinco Obras de la Cruz (fundadas por Conchita) y miembros de la Familia de la Cruz, por lo que esta Espiritualidad sacerdotal la compartimos con otros muchos hombres y mujeres en la Iglesia.