04/04/2020
El coronavirus nos puso a pensar sobre la lucha de los derechos individuales relacionados con las diferencias específicas de grupos subordinados por el género y la sexualidad, esto es, mujeres y homosexuales, porque resultó que la lucha de esos derechos a través de la signatura de género, llevó a reconocer que las mujeres no eran un bloque sino una compleja diferencia y los homosexuales igual.
Los feminismos pusieron la llaga sobre lo neurálgico, la violencia de los hombres hacia las mujeres, el daño del género, pero llegaron las dogmáticas y le echaron sal a las heridas; luego, el asesino se reconoció a si mismo en esa efectividad de su fuerza y propagó su violencia entre las más débiles; las que no van a las marchas, ni toman cursos de defensa personal, ni tiene actitud dominante, ni leen feminismos, ni van a la universidad, ni les interesa la educación secuestradas por un modo de producción que las aboca a buscar un marido y tener una familia, basta. Por eso el auge que hubo, que hay, en violencia de género, ese recrudecimiento de la violencia, tan favorable al neoliberalismo y la espectacularización de los feminicidios (restando vigor a la auténtica y necesaria denuncia) y de la tragedia ajena en aras del lucro; feminismos dogmáticos favorables, así no lo quieran, a la falsa moral de quienes miran hacia afuera la pajita del vecino y no la viga que llevan instalada entre los párpados. Como si fuera poco, no sólo restregaron las heridas, sino que, además, sacaron corriendo a las ma**cas aliadas, y hasta las mujeres trans asumiendo, algunos sectores una postura que llaman TERF (Trans-Exclusionary Radical Feminist) o sea, feminismo radical trans-excluyente (FRITE) por el tema "tienes pene eres macho y nunca dejarás de serlo".
Además, sumada a esta moralina binarista, fijista, dogmática, cero dialéctica y super antagonista se le suma el tema de que las políticas públicas relacionadas con los derechos de las mujeres a una vida libre de violencia y en relación con la alerta de violencia de género, así como las políticas públicas hacia la "población la sexualidad diversa" o elegebeterismo de buró, se convirtieron en oficinistas, burocráticas, oportunistas políticas y demás, aliadas del aparato burocrático desfalcador, corrupto, propenso a los protocolos y guiños hacia el poder, y la fetichización de su representación mediante el uso del propio nombre (eso sin contar los salarios o las pagas por talleres y cursos que sobrepasan en ocasiones ----lo se por conocimiento de causa--- hasta los 3 mil pesos por hora en un país donde la gente gana por hora tres pesos, más lo que maquillan para sacar rubros); en fin unas corruptelas burofeministas y elegebteras que anidan en las políticas públicas del Estado para con esas "poblaciones" y sus "demandas" mediante las instituciones, mismas que usan para el enriquecimiento personal y la campaña en asenso hacia el poder.
Ahora es preciso retornar a la idea de lucha de clases, esa idea estructural leninista y marxista y sobre ello, sobre la base de la conciencia de clase, elaborar un nuevo programa sobre la no esencialidad de las prácticas sexuales; limpiar el ruido de las reivindicaciones particulares, la constante mistificación a la que es propensa la lucha de los derechos de las 'minorías' sexuales y concebir la pluraridad de las clases en su permanente lucha; evidenciar esa su heterogeneidad en tanto que bloques subalternos y en tanto que bloques privilegiados y tratar de dialogar con conciencia, sin poses, sin imposturas. La consciencia tiene que venir de las clases sociales para cambiar ante el riesgo de morir o, al menos, el riesgo de permanecer confinados como en Pájaros (la peli protagonizada por la Bullock) luchando por sobrevivir. Una conciencia de clase que nos lleve a proponer un mundo más solidario, menos estereotipado, menos clasista. Un mundo donde ser mujer no sea motivo para ser perseguida, humillada, torturada y asesinado o donde ser ma**ca, afeminado, gordo, feo, viejo, o en condiciones de discapacidad, no sea motivo para ser discriminado, mofado, buleado y lastimado en su dignidad; un mundo donde los ma**cas negros, indios, pobres, o diferentes de algún modo no sea el origen de una persecución inclemente o del ostracismo o de la muerte por los mismos grupos LGBTTI y ese don aire risible de superioridad. Un mundo donde los g**s sean menos machistas y donde su emporio económico se oriente a la promoción de empresas sociales y culturales, aliadas de las instituciones que ha de promover el Estado para una redistribución, al menos un poquito más justa de la riqueza.
Yecid Calderón.
Doctor en estudios latinoamericanos con especialidad en estudios de género, epistemología q***r y prácticas de disidencia sexual y filósofo de la Universidad Naciona de Colombia.