21/01/2025
El amor verdadero no se mide por la capacidad de aguantar lo insoportable, sino por la voluntad de crecer juntos, de cuidarse mutuamente, incluso en los momentos más difíciles.
"En las buenas, malas y en las peores, siempre juntos" es una frase que suena a promesa inquebrantable, un juramento de amor que muchos hacemos con la esperanza de resistir cualquier tempestad.
Pero amar no es sinónimo de sufrimiento, y a veces, el mayor acto de amor es saber cuándo es momento de soltar.
Las parejas atraviesan pruebas que pueden fortalecer o desgastar la relación. Hay discusiones, desacuerdos y retos inevitables que forman parte de compartir la vida con alguien más.
Pero cuando uno de los dos se aferra a un vicio, a un hábito destructivo o a una actitud que drena la energía y mina la confianza, la pregunta deja de ser:
"¿cómo superar esto juntos?"
y pasa a ser
"¿todavía hay amor suficiente para luchar por este cambio?".
El amor se refleja en las acciones. Si alguien insiste en aferrarse a aquello que destruye el vínculo –ya sea una adicción, la indiferencia, el egoísmo o el desinterés por mejorar–, no es una señal de que no pueda cambiar, sino de que no quiere hacerlo.
En estos casos, el problema no es el hábito en sí, sino la falta de voluntad de dejarlo atrás por el bien de la relación. Amar implica esfuerzo, y cuando alguien no está dispuesto a cambiar algo que lastima a la persona que dice amar, lo que se está perdiendo no es solo la relación, sino también el respeto mutuo y la posibilidad de un futuro compartido.
Es ahí donde, por doloroso que sea, puede llegar el momento de decir adiós. No porque no se haya intentado, no porque no exista cariño, sino porque el amor, para sobrevivir, necesita acción, compromiso y sacrificio mutuo.
Amar a alguien no significa arrastrarse en el fango de sus batallas sin fin, sino ayudarlo a encontrar el camino de regreso, siempre y cuando esa persona quiera caminar a tu lado. Si no lo hace, el amor comienza a morir lentamente, hasta que un día lo único que queda es el desgaste.
Separarse no es un fracaso, ni una derrota. Es, a veces, un acto de amor propio y de respeto por la relación que alguna vez existió.
Es reconocer que permanecer en una lucha unilateral, donde solo uno intenta sanar lo que ambos deberían cuidar, no es vida, ni amor.
Es entender que decir "hasta aquí" no borra lo compartido, pero abre la puerta para que cada uno pueda encontrar lo que necesita, aunque sea por caminos separados.
El amor no se mide por cuánto dolor soportas, sino por cuánto estás dispuesto a dar, sin perderte en el proceso.
Y cuando uno de los dos ya no quiere dar, cuando prefiere aferrarse a lo que destruye en lugar de luchar por lo que construye, entonces es momento de aceptar que:
"a veces, la mejor manera de honrar el amor es dejando que termine"
Dr. Nefi Jacob Campos
Neuropsicólogo Clínico