28/08/2024
Esto fue lo que mi niño me dijo hoy después de la escuela y claro que lo sentí como un puñetazo en el estómago.
Mi reacción inmediata fue decirle algo como “estoy segura que mañana va a estar todo bien, no pasa nada” o hasta anularlo diciéndole: “ ¿Nadie? Ay, no creo, ¿ni una sola persona para jugar?”
Después me acordé de esta idea sabia que me dijeron: “Nuestras emociones solamente llegan a ser abrumadoras porque nos sentimos solos en ellas”. Cuando minimizamos su dolor; cuando le digo a mi hijo que algo no es tan importante, o que mañana va a estar todo mejor, solamente lo estoy haciendo sentir más solo. Lo que lo haría sentir aún más hundido en su dolor.
Entonces, en su lugar, cuando mis hijos comparten algo feo sobre su día o sobre algo que les haya pasado con sus amigos, intento hacerlos sentir que comparto y entiendo su dolor.
-“Me da mucho gusto que hables de esto conmigo.” –le contesté, mejor.
Después, cuando siguió hablando le dije: – “eso suena difícil, yo te creo.”
Lo que intento hacer es eliminar ese sentimiento de soledad y construyo su resiliencia, porque, los niños y los seres humanos en general, cuando compartimos algo que nos duele con otras personas, estamos buscando apoyo, no soluciones. Y me doy cuenta que esto funciona bien cuando lo aplico con mis amigas, con mi mamá o con mi esposo.
Esta, sin duda, es la magia con la que nos curamos entre personas: escuchando, empatizando y ofreciéndoles un hombro que les ayude a sostenerse por un rato.
✍ Sandy Bleiberg