16/12/2024
ADIOS AL ESPAÑOL MÁS POTOSINO…
Por Silvia Cruz Montalvo
Conocí a Daniel de la Llera por ahí a mediados de los 80’s, un señor de buena percha, educado e impecable en el vestir, a leguas se notaba que era fuereño, pero se integró de inmediato en el mundillo intelectual de la época, donde el arte y cultura giraban alrededor de las actividades de dos instituciones dinámicas y actuantes, una la Alianza Francesa, la otra el Instituto Potosino de Bellas Artes, un poco menos porque tenían su propia comunidad el centro de difusión cultural de la UASLP.
Mi madre, que en ese entonces estudiaba francés en la Alianza, nos invitaba a todas las actividades, ella siempre tuvo una vida muy dinámica en esos andares, por ella amamos la literatura, la música, yo en particular la ópera, y toda expresión artística, era los tiempos en que estábamos en el curso de historia del arte de la UASLP, yo había dejado atrás mis tiempos de bailarina de danza folclórica y estaba dedicada de lleno, bueno ni tanto, a mi carrera universitaria donde los libros eran el epicentro de todo.
Admirando a aquellas maravillosas maestras que me hicieron amar ese amasijo de tintas, costuras, y diversas texturas que guardan los libros, Constanza Araceli Pérez Villegas, Catherine Bendersky, Griselda Gómez Pérez, Josefina Tovar Milán, Isabel Monroy, por recordar las que más me impactaron en mi querida escuela que estaba en los altos de Madero y Diaz de León, todo, ahora que lo medito, convergía en lo mismo, el arte y la cultura, como esa frase de que todos los caminos me llevaban a los mismos sitios, a la misma comunidad para mi muy interesante.
Así como había los cursos, talleres, exhibiciones y tertulias en las instituciones, existía el lugar de remate, algo así como el after de la cultura, el lugar donde convergían músicos, poetas, escritores, bailarines, pintores, escultores, cantantes, y uno que otro loco, en fin todo aquel que gustara de las bellas artes y el mitote, era sin duda, la Posada del Virrey, donde nos dejaban ocupar todas sus mesas diariamente, con un café y su refill, con la complicidad y generosidad de todas las meseras encantadas con la pléyade de contertulios y el visto bueno de Don Jacobo Payán porque literal le abarrotábamos la cafetería.
Era todo un espectáculo ver llegar a Lila López con Carmen Alvarado y la guapura de Alejandro Mavridis Balanzaraun envuelto en su capa, al simpatiquísimo Álvaro Muñoz de la Peña y Jesús Amador, en otra mesa el Chino González, más allá Alejandro Rubín de Celis, la mesa de Carlos Campos, Salvador Benavente, a la que de vez en cuando se unían Vicente Betancourt, y Yamil Zarur, la mesa de los que apenas alcanzábamos para una ración de café un pintor extraordinario Jorge Kuligher, Rafa Rodríguez, y Andrés Cerecero, otro amigo que levantaba suspiros, Hospicio Altamirano, y así bienvenida siempre en todas las mesas, y todo aquel que quisiera compartir la suya, mi Madre Irma Montalvo Doporto.
Se me escapan muchos nombres, yo lo sé, pero ahí empecé a ver al personaje llegado de Asturias, y para siempre potosino por adopción, de inmediato se avecindó en mesas, espacios y cuanto lugar le fue factible Daniel de la Llera, era imposible que pasara desapercibido, bueno de muchos personajes puedo decir lo mismo y escribir decenas de anécdotas que atesoro en la memoria.
Con él llego una especie de refinamiento, era un señor de buenos modales, aunque en la comunidad había muchísima gente de buen vivir, vestir, comer, beber, viajar y demás, Daniel llego como un ejecutor local del manual de Carreño, venía de las Europas y ustedes saben que a nosotros los potosinos nos chifla todo lo que tenga que ver con la buena vida, así que lo recibimos e integramos de inmediato al cotilleo local cultural.
Yo creo que si nos vio medio pueblerinos, y de inmediato busco aliados para mostrarnos que la moda y la belleza también eran un arte, ahí de la mano de su entrañable amigo Javier García, el estilista más afamado del momento, creo concursos de belleza, igualito y con más lustre que los de Paul Marcell, los recordaran en aquellas pasarelas del Hostal del Quijote, hizo además, su agencia de modelaje con énfasis en la etiqueta en el vestir, la mesa y los buenos modales, las niñas bien de San Luis y las que creían serlo pasaron por ahí, y muchas de ellas hicieron buenos casorios, que de eso se trataba, esa fue su fase socialite.
También revivió el esplendor de las romerías de la Covadonga y las actividades de arte y cultura de la Bene (para los que no son potosinos me refiero a la Beneficencia Española jajaja), aficionado a los toros y al arte que emana de la tauromaquia, estaba metido de lleno también en tradiciones potosinas con la procesión del Silencio, figura infaltable en cuanto mitote de buen gusto hubiera, ahí estaba siempre Daniel de la Llera.
Tuvo su parte política, amigo de navistas, y de panistas de pura cepa, acompaño a varios en el quehacer del servicio público tanto estatal como municipal capitalino, ahí pudo realizar la otra parte de su apostolado por la cultura y el arte, a nivel comunidad, acercar y democratizar el bien cultural para todos, así su nombre empezó a ser conocido y reconocido por ciudadanos de a pie, por los nuevos artistas que empezaban a despuntar, ayudo a muchos de ellos, y como todo ser humano tuvo sus filias y sus fobias.
Hoy me despido de ti Daniel con un verso que creo que te define bien a tu vida de libertad sin fronteras, autoría de otro querido jefe que tuve el honor de tratar Don Rafael Montejano y Aguiñaga:
“Yo no voy como cualquiera por la calle caminando:
Yo me voy enamorando de la calle, a mi manera”.