Ámbar en busca del fenómeno paranormal

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Extráñame, pero vive¡Llórame! Llórame con toda la fuerza que tu alma herida permita. Grita mi nombre si lo necesitas, de...
17/01/2025

Extráñame, pero vive

¡Llórame! Llórame con toda la fuerza que tu alma herida permita. Grita mi nombre si lo necesitas, deja que el vacío te atraviese, que el dolor queme y consuma cada rincón de tu pecho. Pero después, escucha bien: no te quedes ahí. No uses mi ausencia como una excusa para detenerte.

¿Crees que vine a tu vida para que el día de mi partida te dejaras morir conmigo? ¡No! No te atrevas a apagar tu luz por mi sombra. Yo no soy el fin de tu historia. Soy un capítulo, sí, uno importante, uno que te marcó y que siempre estará ahí, pero tu vida no se detiene porque la mía lo haya hecho.

El dolor es un maestro cruel, lo sé. Te arranca pedazos, te deja desn**o frente a tu fragilidad. Pero también te enseña, si lo dejas, que sigues de pie. Porque aquí estás, respirando, luchando, sintiendo. Y mientras sigas aquí, tienes un deber: vivir. No por mí, no por los demás. Por ti. Por lo que eres.

No uses mi recuerdo como un ancla. Úsalo como un faro, como una guía que ilumine tu camino cuando todo parezca perdido. Recuerda nuestras risas, nuestros abrazos, pero no te quedes atrapado en ellos. Yo no quiero que seas un museo de memorias, quiero que seas un río que fluye, que avanza, que transforma todo lo que toca.

Así que, sí, extráñame. Permítete ese duelo, porque es amor lo que te duele. Pero después de cada lágrima, después de cada noche oscura, elige vivir. Elige reír, amar, caer y levantarte otra vez. Elige seguir, porque eso es lo que yo haría si estuviera en tu lugar.

La vida es un suspiro, un instante. No desperdicies el tuyo anclado a mi ausencia. Porque aunque ya no esté de la forma que quisieras, sigo contigo. Estoy en cada paso que das, en cada sonrisa que logras rescatar. Estoy aquí, diciéndote con toda la fuerza que el amor me permite: ¡VIVE!.
Ámbar en busca del fenómeno paranormal
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SORPRESA EN EL RITUAL.Sir Gerard, además de ser un acaudalado diplomático, era el jefes de una orden demoníaca que tenía...
16/01/2025

SORPRESA EN EL RITUAL.
Sir Gerard, además de ser un acaudalado diplomático, era el jefes de una orden demoníaca que tenía como sacerdotisa a su bella amante, una aristócrata llamada Diana. Ellos dos, secundados por sus acólitos, perpetraron homicidios rituales desde 1873 hasta 1889 en la Inglaterra victoriana. Los restos de las víctimas se arrojaban al río, y tales crímenes fueron atribuidos a quien el público motejaba el "Descuartizador del Támesis" o el "Asesino del Torso del Támesis".
El día anterior a cometer el último de sus asesinatos, una latente crispación estaba a punto de estallar entre los dos líderes de la camarilla. Diana estaba cansada de que que su amante no se decidiera a dejar a su esposa. Tan harta estaba que había amenazado con denunciar ante la policía los turbios manejos del diplomático, que malversaba la fortuna de su anciana cónyuge; y finalmente él había cedido. Le prometió que abandonaría a la vieja bruja aquella misma noche, luego de consumado el diabólico rito de sangre.
En esta emergencia la presa humana sería muy joven y atractiva. Una pobre campesina captada por la secta. Ya era hora de que los inútiles seguidores justificasen sus salarios consiguiendo atraer a una víctima. La sacerdotisa no había tenido necesidad de hacer su trabajo esa vez.
La perversidad daría comienzo de un momento a otro. En la sala más espaciosa tendría efecto la ceremonia y, en medio de esta, se instalaría la amplia mesa con el mantel rojo, encima de la cual se tumbaría a la ofrendada. Sobre una esquina reposaría el cuenco dorado que, a su turno, se iría a depositar por debajo del cuello de la presa humana cuando, después del gran derrame desde la vena cortada, la sangre comenzara a rezumar. No faltaría tampoco el uso de la contraseña que debía pronunciarse obligatoriamente en voz alta para habilitar el paso de quienes arribasen desde el exterior. La consigna sería «Lucifer». Junto con un prosélito, que portaba una toga parda, la sacerdotisa se encargaba de encender uno por uno los cirios negros y trasladarlos desde la antesala hasta el habitáculo ceremonial. Cuando todas las velas flameantes se instalaron en aquel recinto, su fulgor anunciaba la entrada a una cueva infernal.
Entre la única integrante femenina del clan y aquel discípulo fueron acondicionando el ambiente donde se celebraría la obra macabra. Este, ayudado por uno de los fornidos guardias, terminó de colocar, arriba de un burdo pedestal, la estatua del macho cabrío. En tanto ella, ma****lo y clavos en mano, fue empotrando a la pared lateral el tul carmesí que serviría de fondo a la gran cruz de ébano invertida. La combinación de los colores fue idea suya y suponía un cambio que había impuesto en esta ocasión. Le gustaba la superposición del negro sobre el rojo. Llamó su atención que el mandamás, su querido Gerard, hubiese aceptado tan fácilmente esta modificación sugerida. Solía ser en extremo quisquilloso con esos pormenores.
Pero la mujer no tuvo tiempo de detenerse a pensar en ello. Se oyó desde fuera el grito de «Lucifer»", la contraseña dando aviso al comienzo del acto maligno. Un par de cofrades ingresaron a la habitación ceremonial, muy inquietos y agitados. Llevaban sus cabezas sin embozos y vestían ropa común. Dos novatos sirviendo al Ángel Tenebroso, se dijo la sacerdotisa. Pero, conforme parecía, habían cumplido a satisfacción con el trabajo asignado. La muchacha desmayada, cuyo cuerpo exánime cargaban, así lo atestiguaba. ¿Por qué no la habían atado? Torpeza de principiantes, pensó la satánica. Habrían creído que con forzarla, y luego darle el narcótico para sedarla, bastaba. Sin duda esos cerdos la habían poseído a la fuerza, pues la chica estaba casi en cueros, con su modesto vestido de campesina desgarrado, y los pechos al aire.
La auparon sobre el túmulo del sacrificio. ¡Qué linda era! No le habían exagerado. Desmayada se la veía todavía más deseable. Hora de empezar la liturgia. Tras la caretilla, la secuaz cerró sus ojos para concentrarse mejor en esas palabras en latín, carentes de sentido, que de memoria aprendiera. Impostó un tono de voz gutural y, a coro con el líder, entonó las notas de aquel lúgubre cántico. Eso impresionaba a los demás compinches; especialmente a los novicios. Un minuto duraba la canción funesta. Aunque en ocasiones era preciso interrumpirla, si la mujer a sacrificar daba muestras de despertarse. Pero esta vez concluyeron sin problemas. Al cesar sus voces, aquella aún permanecía inmóvil.
Momento de ir por el recipiente color oro y depositarlo centímetros abajo del cuello de la ofrendada. Fue hacia un rincón en su busca y lo trajo. Sir Gerard ya había calentado la hoja, pasando el filo del puñal a través de la llama del cirio mayor. Un detalle sá**co nuevo, supuso Diana. El Príncipe de las Tinieblas estaría contento y, ellos dos, sus fieles servidores, gozarían aún más. Se agachó bajo el borde del túmulo donde reposaba la joven desvanecida, cuyos rubios cabellos caían desmadejados. Calculó el sitio en el cual ubicar el cuenco para que recibiera de lleno el flujo hemático, una vez cercenada la garganta.
Estaba en la tarea de acomodar ese objeto en el punto exacto, cuando sintió un doloroso tirón en la nuca. Jalaban con vigor de su luenga cabellera azabache. La diadema resbaló de la frente y se estrelló contra el piso. Un segundo brazo la sujetó y la arrastraron violentamente sobre la mesa ceremonial. La víctima ya no yacía allí. Se había bajado de ese lugar destinado al sacrificio y ayudaba al discípulo a izarla en vilo. Una vez tumbada encima del rudimentario altar los otros esbirros la desnudaron con violencia, tras lo cual la ataron por sus muñecas y tobillos.
Pese a los fuertes amarres, la sorprendida asistente se contorsionaba recorrida por espasmos de terror bajo las manos de sus captores. ¿Qué locura estaba ocurriendo? Una rebelión debía ser. Los secuaces se sublevaban, traicionaban al Gran Satán. Miró en dirección al jefe supremo en busca de ayuda. Entonces lo vio. No a su cara oculta bajo la máscara y la capucha negra, sino a su puño, enfundado en un guante negro con forma de garra, esgrimiendo la daga. Ese brillante filo descendió cual un rayo hacia su garganta, buscando desgarrar la vena yugular.
Entre tanto la falsa víctima se desprendió de sus ropas, quedando desnuda, y aguardó expectante delante del túmulo cubierto por calaveras y velas encendidas. Los ojos en blanco de Diana no pudieron ver el tremendo tajo infligido en su cuello, ni cómo el cuenco dorado rebosó hasta derramarse, luego de la inicial copiosa salpicadura.
Tampoco vio cómo la chica rubia, violando las reglas de aquel rito sacrílego, quitaba el embozo del rostro de su Maestro y le besaba en la boca; mientras el encapuchado la abrazaba, ciñéndole la espalda con sus enguantadas garras.
* Texto de autoría de Gabriel Antonio Pombo.& Ámbar en busca del fenómeno paranormal

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Decirle; “hasta aquí llegué” a una persona que te está haciendo pedazos la cabeza y rompiendo el alma, es salvarse la vi...
16/01/2025

Decirle; “hasta aquí llegué” a una persona que te está haciendo pedazos la cabeza y rompiendo el alma, es salvarse la vida.
No lo dudes.

Decimos que el amor duele, pero eso no es cierto. No es así.

Duele la soledad, duele la hipocresía, las palabras, duelen las mentiras, duelen el rechazo, duele el silencio, duele el olvido. Y duele perder a alguien que amas...”duele muchísimo más”.

El amor nunca duele...
¿Te dolería si te trataran bonito? Si te aman, te respetan, te valoran, te toman en cuenta, y te preguntan; ¿Cómo estás?...

Cuando se preocupan por ti cada día y tu opinión... vale y cuenta mucho.

Pienso que eso; es amor. Y si lo que hacen, es todo lo contrario...
Entonces; “no es amor, sino más bien; es tener una grave adicción al dolor y una fuerte dependencia y codependencia a la atención de lo ausente... que ya no existe en tu vida, sino en tu imaginación”.

Hay que entender, que el silencio es el grito más fuerte. Si alguien se queda sin habla, es porque su corazón está demasiado cansado para las palabras...

El deseo de aferrarnos a las cosas que nos lastiman... choca con la realidad.
Porque cuando te liberas, todo cambia.

El tiempo nos va quitando posesiones, relaciones, personas, estatus, salud.

Por eso, retener cuando algo te hace daño, no tiene sentido y sólo genera tristeza, frustración, abandono, soledad, depresión, vacío y dolor, mucho dolor....

Pero a veces, no estamos preparados para soltar... Nos han enseñado a aferrarnos y no aprendimos a fluir, a aceptar y vivimos en constante negación.

No siempre es fácil soltar, pero siempre te sentirás mejor...después de alejarte de todo aquello, que nos quita la paz y la tranquilidad.

Nunca es tarde para volver a empezar...
Es bueno recordar que; “EL ESPÍRITU”, también debe sanarse.
Que se puede empezar por buscar...esa magia que sólo existe en tu interior.

No debes esperar...a que llegue nada externo para hacerlo.
Activa tu fe, ten compasión de ti, humildad para contigo, perdónate, obsérvate,
Quiérete, cúrate, ármate, abrázate, purifícate, cauteriza tus heridas, vuelve a soñar otra vez.

Deja que el amor guíe tu corazón, la lógica guíe tu mente. Y la fe, guíe tu alma...

Piensa que..."Si tienes un carisma bonito, un alma bonita, una esencia bonita...
Si tú bailas bonito, miras bonito, abrazas bonito, besas bonito y quieres bonito. Créeme; mereces a alguien que te quiera igual de bonito...como TÚ”.

Una vez leí que..."El secreto “NO” es correr detrás de las mariposas…
Es cuidar el jardín para que ellas vengan hacia TI "

Piénsalo; mereces a alguien que te ame como tú...eres capaz de amar.

No te mereces menos...se exclusiva
Y recuerda; que tú eres primero que nada.
en busca del fenómeno paranormal
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Podría vivir enojada con la vida por lo que me ha tocado vivír, Podría guardar rencor hasta el final por las veces que m...
16/01/2025

Podría vivir enojada con la vida por lo que me ha tocado vivír,

Podría guardar rencor hasta el final por las veces que me hicierón daño sin yo merecerlo,

Pero vivir asi...es acaso vivír???

Yo decidí aceptar lo que no puedo cambiar,
Y a la vida le agradezco por cada lección
y por todo lo bueno,

Yo decidí desde el fondo de mi corazón perdonar
para no cargar toda la vida con el resentimiento,

Decidí olvidar para continuar,

Perdonarme a mi misma
y no esperar por disculpas
que para mi ya no eran necesarías,

Decidí sanar por dentro
para poder vivír.

Ámbar en busca del fenómeno paranormal

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Extráñame, pero vive...¡Llórame! Llórame con toda la fuerza que tu alma herida permita. Grita mi nombre si lo necesitas,...
15/01/2025

Extráñame, pero vive...

¡Llórame! Llórame con toda la fuerza que tu alma herida permita. Grita mi nombre si lo necesitas, deja que el vacío te atraviese, que el dolor queme y consuma cada rincón de tu pecho. Pero después, escucha bien: no te quedes ahí. No uses mi ausencia como una excusa para detenerte.

¿Crees que vine a tu vida para que el día de mi partida te dejaras morir conmigo? ¡No! No te atrevas a apagar tu luz por mi sombra. Yo no soy el fin de tu historia. Soy un capítulo, sí, uno importante, uno que te marcó y que siempre estará ahí, pero tu vida no se detiene porque la mía lo haya hecho.

El dolor es un maestro cruel, lo sé. Te arranca pedazos, te deja desn**o frente a tu fragilidad. Pero también te enseña, si lo dejas, que sigues de pie. Porque aquí estás, respirando, luchando, sintiendo. Y mientras sigas aquí, tienes un deber: vivir. No por mí, no por los demás. Por ti. Por lo que eres.

No uses mi recuerdo como un ancla. Úsalo como un faro, como una guía que ilumine tu camino cuando todo parezca perdido. Recuerda nuestras risas, nuestros abrazos, pero no te quedes atrapada en ellos. Yo no quiero que seas un museo de memorias, quiero que seas un río que fluye, que avanza, que transforma todo lo que toca.

Así que, sí, extráñame. Permítete ese duelo, porque es amor lo que te duele. Pero después de cada lágrima, después de cada noche oscura, elige vivir. Elige reír, amar, caer y levantarte otra vez. Elige seguir, porque eso es lo que yo haría si estuviera en tu lugar.

La vida es un suspiro, un instante. No desperdicies el tuyo anclado a mi ausencia. Porque aunque ya no esté de la forma que quisieras, sigo contigo. Estoy en cada paso que das, en cada sonrisa que logras rescatar. Estoy aquí, diciéndote con toda la fuerza que el amor me permite: ¡VIVE!.
Ámbar en busca del fenómeno paranormal
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LA MALDICIÓN DE LA BRUJAAquel sería su golpe más extraordinario, el que pondría fin a sus penurias. También resultaría u...
15/01/2025

LA MALDICIÓN DE LA BRUJA
Aquel sería su golpe más extraordinario, el que pondría fin a sus penurias. También resultaría uno de los robos más fáciles en su carrera de ladrón profesional. Ningún botín podía compararse con este tesoro de rubíes, esmeraldas, zafiros, diamantes y monedas de oro puro. Tal vez ni las tres bolsas que llevaba, junto con su farol y las herramientas, bastarían para guardar tanta riqueza. Por primera vez daría un golpe en solitario Sus dos secuaces se habían acobardado a último momento. No estaban con él en ese desierto cementerio, mientras limaba los barrotes frontales de la cripta, en aquella gélida noche sin luna. La maldición de la bruja les aterrorizaba. No querían cometer el sacrilegio de turbar el sagrado descanso de la mujer momificada, aseguraron. Además, corría el rumor de que el viejo mayordomo de la difunta merodeaba por aquel lugar, dispuesto a matar con tal de proteger la fortuna de su ama.
- ¡Una maldición! ¡Un viejo mayordomo! -. Vaya par de idiotas, se dijo. Pero mejor para él si se echaban atrás por creer en tamaña pavada. No tendría que repartir la ganancia. Todo sería para él, por ser el único miembro de la banda con suficientes agallas.
- ¡Supercherías!, un estúpido cuento para amedrentar a los pusilánimes, sólo eso era lo de la maldición de la bruja. Las maldiciones no existen, ni las brujas tampoco, y no había nadie más que él en ese cementerio -, repitió para sí el delincuente.
Era la momia de una mujer mu**ta la que yacía en esa tumba, nada más que eso. Por cierto que sería desagradable contemplar el cadáver de esa millonaria excéntrica, a la que en vida acusaron de ser una hechicera, pero él estaba preparado. Venía planeando el robo desde meses atrás, y ninguna fuerza humana, ni espectral, lo detendría. Se calzó los guantes. No debía dejar huellas en las gruesas rejas aserradas que iba arrancando. Una vez sorteado aquel escollo, faltaba quitar un bloque de granito. Puso manos a la obra haciendo palanca con una barra metálica. Al cabo, mediante un supremo esfuerzo, resoplando y jadeando, logró correr el pesado bloque. Aunque apenas lo removió unos centímetros, ese resquicio alcanzaba para colarse hacia el interior.
Ya dentro de la cripta, encendió el farol, y atravesó sigiloso por los recovecos tétricos, mientras el haz de luz se abría paso entre la penumbra y el aire enrarecido. El maleante frunció la nariz al percibir el olor nauseabundo, ese aroma a muerte. Tal vez el proceso de la momificación hubiese fallado, y la carne se había descompuesto. Siguió adelante con lentitud. La anticipación de la riqueza que se aprestaba a expoliar le infundía valor. El no era ningún cobarde, a diferencia de sus miedosos compinches. Por asqueante que fuese el cuerpo podrido en el ataúd, sabía que allí se escondía el arcón con el oro y las piedras preciosas...
Pero la momia no yacía dentro de un féretro. A la lumbre del farol, con sus pulsaciones a tope y el estómago revuelto, el ladrón la vio. Se hallaba sentada con sus huesudas manos encima del baúl que contenía el tesoro, custodiando. Una mortaja negra de finísima calidad la ceñía desde el vientre hasta la mitad de sus redondos senos; unos pechos que lucían tan sensuales como cuando vivía. Pero estaba mu**ta; de tal cosa no cabían dudas. Una capucha azabache sobre unos cabellos resecos cubría su cabeza. Su pálido rostro descarnado semejaba una calavera. Donde habitaban sus vivaces ojos ahora se abrían dos huecos sombríos; y en el lugar de sus labios, antaño rojos y carnosos, se dibujaba una mueca siniestra. Para más horrores, trozos de cráneos esparcidos sobre un mantel polvoriento decoraban el arcón que guardaba la fortuna.
Todo el escenario había sido montado con el objetivo de aterrorizar, de disuadir a quien osara profanar ese recinto impío. Pese a ello, tras el inevitable estremecimiento, el corazón retomó su normal latir y su susto fue cediendo. Nada lo privaría de adueñarse de esa riqueza. Con impulsiva decisión se aproximó a la sórdida figura, al ver que ésta continuaba inmóvil, cual una estatua. Un empujón bastó para que los escuálidos dedos se desprendieran del arcón, y el macabro objeto cayó, emitiendo un crujido que no sonó a huesos rotos, sino a cera resquebrajada. No se trataba de una momia, sino de una muñeca a escala humana.
Preso de frenesí, el saqueador arrancó el mantel desparramando los fragmentos de cráneo. Sus manos palpaban codiciosas el gran cofre de plata, ahora desprotegido. Al levantar la tapa lloró de alegría, embelesado ante el fulgor de las joyas: el brillo rojo de los rubíes, el verde de las esmeraldas, el azul de los zafiros, el blanco de los diamantes, y el amarillo de las monedas de oro.
Con ojos húmedos de emoción comenzó a trasladar las piedras preciosas. La primera de sus bolsas ya estaba repleta, pero aún restaba mucho más. Abrió una segunda bolsa y se abocó a la grata tarea de introducir en ella más piedras preciosas.
De repente, un extraño sonido retumbó a su espalda. Levantó la cabeza y aguzó el oído. Estaban arrastrando el bloque de granito. Interrumpió su labor y, farol en mano, fue hacia la entrada que, con tanto esfuerzo, había fabricado; única forma de salir en esa cripta amurallada. Por poco no se le paralizó el corazón al advertir que habían tapiado la entrada. Seguidamente oyó otro ruido. Usando su barra de hierro trababan el bloque desde el exterior, y escapar ya era imposible. Alguien había entrado mientras él saqueaba el tesoro y le robó sus herramientas, que ahora utilizaba para encerrarlo. El maleante nada más contaba con su farol, sus bolsas cargadas de joyas y un afilado cuchillo.
¡Viejo hijo de perra! ¡Déjame salir! gritó, al tiempo de que, lastimando sus puños, golpeaba una y otra vez la salida bloqueada. No tenía nada para comer, ni una botella con agua había llevado. Moriría en medio de las penumbras de ese antro espantoso.
¿Cómo pudo el viejo mayordomo sorprenderlo así?
Para colmo, de nada servía intentar sobornarlo ofreciéndole compartir el botín. Podría haberse apropiado del tesoro entero si lo hubiese querido. Aquel viejo era un ser tan enfermo como su difunta ama; el instrumento que ejecutaba la maldición de la bruja. Se hincó de rodillas y volvió a llorar; pero ahora eran lágrimas de angustia las que empapaban su cara. Creyó escuchar desde afuera la risa cascada de aquel sá**co, burlándose, regodeándose.
Dentro de la cripta el olor desagradable se intensificó, y la fuente de la cual emanaba esa fetidez se acercaba. Tras incorporarse, tomó el farol para mirar a través de las sombras. Eso venía hacia él arrastrando unos pies pesados. Segundos después, descubrió la causa del hedor. Y ahora no se trataba de una muñeca de cera.
Dejó caer la lámpara y empuñó el cuchillo. Temblaba, mientras esa cosa continuaba avanzando. No había por dónde huir, y tampoco manera de matar lo que ya estaba mu**to.
Entonces supo lo que debía hacer para terminar con la pesadilla. Dirigió el filoso acero del arma hacia su cuello y, dando un tajo decidido, cortó su vena yugular.
*Texto de Gabriel Antonio Pombo.& Ámbar en busca del fenómeno paranormal

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🎉 ¡Acabo de completar el nivel 3 y estoy muy feliz de seguir creciendo como creador en Facebook!
14/01/2025

🎉 ¡Acabo de completar el nivel 3 y estoy muy feliz de seguir creciendo como creador en Facebook!

"Una serpiente de cascabel mordió a una de mis ovejas en la cara hace aproximadamente una semana. La serpiente más mortí...
14/01/2025

"Una serpiente de cascabel mordió a una de mis ovejas en la cara hace aproximadamente una semana. La serpiente más mortífera que vive por aquí. La cara de la oveja se hinchó y le dolió terriblemente.
Pero la vieja serpiente de cascabel no conocía el tipo de sangre que corre por las ovejas. El antídoto suele elaborarse con sangre de oveja. La oveja se hinchó durante unos 2 días, pero la sangre del cordero destruyó el veneno de la serpiente.
Yo estaba preocupado, pero a la oveja no le importó. Siguió comiendo, siguió bebiendo y siguió paseando porque sabía que estaba bien.
No te preocupes por la serpiente ni por su mordedura, sólo asegúrate de que la Sangre del Cordero fluya por tus venas”. ❤️🙏

- Autor desconocido
Ámbar en busca del fenómeno paranormal
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LA PESADILLA QUE VUELVE.Susana volvió a experimentar aquel extraño sueño. Una presencia malvada acechaba abajo de su cam...
14/01/2025

LA PESADILLA QUE VUELVE.
Susana volvió a experimentar aquel extraño sueño. Una presencia malvada acechaba abajo de su cama y, al presentirla, ella se despertaba sobresaltada. Tanto era su temor a inclinarse y mirar bajo el lecho que había quedado paralizada. Luego se veía saliendo de su cama y pasando por la sala de estar de la finca donde vivía sola, hasta arribar a la puerta de ingreso. Esta se hallaba sin la llave puesta. La chica la abría y traspasaba el umbral.
Una fuerza irrefrenable la forzaba a continuar su camino. Ya se encontraba en plena calle. Era de noche. El viento agitaba la calle y ululaba feroz. Sin embargo eso no era lo peor. Sentía mucho frío. De pronto comprendía que había salido a la intemperie totalmente desnuda. No podía evitarlo, la compulsión que la embargaba era demasiado fuerte.
Avanzó por la calle mientras una inmensa luna nocturna se cernía en el cielo nublado. No advirtió al monstruo que, con mirada perversa, la acechaba acurrucado sobre el alfeizar de una ventana de esas viejas casas.
Debía seguir adelante, tenía que llegar hasta el puente y cruzarlo, atravesar ese viejo puente con farolas en ambos costados. No sabía porqué, pero se trataba de un sueño, y los sueños poseen sus propias reglas, en ellos no rige la lógica de la vigilia, todo allí resulta irracional, e incluso demencial. Susana sentía la necesidad imperiosa de llegar hasta ese puente y de cruzarlo. Eso era lo único que importaba. Pero de súbito algo atroz sucedía.
Se frenó en seco, y entonces los vio. Eran decenas, cientos. Avanzaban en dirección a la joven formando una masa compacta. Venían en tropel, como si fuesen integrantes de una manifestación gremial. No obstante, no portaban pancartas ni entonaban cánticos revolucionarios. Esa tropa ni siquiera era humana. Eran zombis. Le bloqueaban el paso al otro lado del puente, comenzaban a venir hacia ella. Y Susana no podía retroceder para escapar. Se había quedado rígida, sus piernas desnudas no le respondían.
Mientras tanto, esa turba horrible se aproximaba. Ya podía ver claramente sus rostros desfigurados, sus muecas siniestras; hasta podía olerlos. Susana percibía el olor fétido a cadáver en descomposición inundándolo todo.
Tenía que despertarse, y debía hacerlo ya. ¿Por qué sufría tanto el frío si recordaba haber ido a la cama muy arropada, con dos frazadas de lana que cubrieron su cuerpo. ¿Debido a qué en esta ocasión era distinto? ¿Porqué no se podía ya despertar? Por mucho que lo quisiera no se despertaba. El sueño abominable no desaparecía. Ellos ya estaban encima suyo, la rodeaban. Ya sentía sus manos de hielo tocar su piel indefensa, sus sucias y filosas uñas rasgarla...
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MAL DE OJO(Historia real)Mi abuelita, María Álvarez Hernández, tuvo una niña que falleció a los dos meses de nacida.Era ...
14/01/2025

MAL DE OJO

(Historia real)

Mi abuelita, María Álvarez Hernández, tuvo una niña que falleció a los dos meses de nacida.

Era su primera hija después de cuatro niños, y estaba feliz. Todos le decían:

—¡María, qué chula está tu niña!

Cuentan que Carolina era una bebé hermosa.

Una tarde, mientras trabajaba en el mercado en su puesto de mercería, colocó a la pequeña en un huacal (caja de madera) entre hilos y estambres para poder atender a unas clientas que compraban material para bordados.

Una de las mujeres se fijó en la niña y exclamó:

—¡Mujer, qué niña tan bonita! ¿A poco es tuya?

—Sí, es mi hija —respondió mi abuelita con orgullo.

La mujer la observó fijamente y comentó con una sonrisa extraña:

—Es demasiado bonita… No se parece en nada a ti. Parece un angelito.

Mi abuelita sintió un escalofrío y, por instinto, tomó a su pequeña en brazos y la cubrió con su rebozo. Las mujeres se fueron y la tarde transcurrió con normalidad… hasta que Carolina comenzó a arder en fiebre y a llorar desesperadamente.

Alarmada, mi abuelita corrió al doctor. Le recetaron medicamentos para bajar la fiebre, pero las horas pasaban y la niña no dejaba de llorar. Nada la consolaba: ni el pecho, ni los brazos de su madre.

Al amanecer, el llanto de Carolina se volvió más débil, como si estuviera agotada. Sus movimientos eran lentos, su cuerpecito parecía quedarse sin fuerzas.

Desesperada, mi abuelita la llevó con una curandera que, según decían, sabía mucho de hierbas y limpias. Al verla, la mujer chasqueó la lengua y murmuró con preocupación:

—¡Ay, mujer… a tu hija te la reventaron! Le hicieron mal de ojo.

Mi abuelita sintió un n**o en la garganta.

—¿Puede ayudarla?

La curandera negó con la cabeza.

—Si me la hubieras traído antes… Ya no puedo hacer nada por ella. Mira nada más su ojito.

Con delicadeza, le retiró el gorrito a la pequeña. Mi abuelita contuvo el aliento: el ojo izquierdo de Carolina se había encogido, como si se estuviera hundiendo en su rostro.

La curandera le devolvió a la niña y le dijo con tristeza:

—Bautízala antes de que se te muera. Lo siento mucho, chamaca.

Mi abuelita salió con su hija en brazos y la bautizó en casa. A las pocas horas, Carolina dejó este mundo.

Desde entonces, mi abuelita nunca dejó que volvieran a mirar a sus hijos sin antes "esconderles el alma" con un rezo o un amuleto.
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SOMBRAS EN EL PATIO.Era joven y bonita pero de poco le servía, pues también era pobre y malvivía en el peor distrito de ...
14/01/2025

SOMBRAS EN EL PATIO.

Era joven y bonita pero de poco le servía, pues también era pobre y malvivía en el peor distrito de Londres en la Inglaterra victoriana. En los últimos días tres de sus compañeras de oficio habían sido asesinadas. Para colmo de horrores, ese sá**co las abría en canal y extraía sus vísceras.

Escapando del frío del atardecer fue hacia la pensión donde ocasionalmente pernoctaba, aun sabiendo que no podía pagar los cuatro peniques que le cobraban por dejarla pasar la noche.

Timothy Donovan, el encargado de la residencia la vio sentada delante del fuego de la chimenea en la espaciosa cocina. Era la 1.45 de la madrugada del sábado 8 de septiembre de 1888.

–Ya estás pasada de hora para andar todavía por aquí. ¿No subes a dormir en tu cama? – le inquirió el casero irlandés.

–No puedo, es que hoy no tengo dinero suficiente– contestó con timbre lastimero la chica.

–En ese caso, no es posible que te deje quedar en la cocina, ya conoces el reglamento.

–Bueno lo comprendo, pero por favor no olvides reservarme una cama para más tarde. Conseguiré el dinero como sea. Esta noche no quiero pasarla a la intemperie.

Salió de la pensión y se dirigió a la calle Hanbury, emplazada en una de las peores zonas del distrito. Sin embargo esa callejuela ruin tenía la ventaja de que las prostitutas jóvenes no acudían hasta allí, sólo las más veteranas y desagradables la frecuentaban. Resultaría fácil y rápido para ella conseguir clientes por aquel lugar.

No más al llegar creyó que el importe faltante para abonar la cama estaría seguro.

Eso siempre y cuando el marinero gordo y sucio, que ya había atendido en otras oportunidades, guardase aún algo de dinero. Como de costumbre, el tipo estaba borracho y ansioso.

Ella lo condujo rumbo a aquel patio oscuro. Para ingresar en éste bastaba con empujar la desvencijada valla de madera que hacía las veces de entrada. Una vez dentro hizo su breve faena.

Consumado su deseo el beodo dejó caer unas monedas que rebotaron sobre el piso adoquinado, tras lo cual se retiró cerrando la valla y dejándola sola en el interior.

La joven lo vio marcharse, acomodó su corta falda, y se agachó para recoger las monedas. Las contó apresuradamente; sí, eran cuatro peniques. El tipo era un bruto, pero al menos había cumplido en debida forma con la paga acordada.

Estaba en la tarea de guardar la mísera ganancia dentro de su corpiño cuando oyó el crujido de la valla al correrse. Dentro del patio casi no se veía nada. Unos destellos de luz pálida se filtraban desde fuera reflejándose contra las baldosas de adoquín sobre las que ella continuaba de rodillas.

Por eso no distinguió al hombre que entraba. Solo lo reconoció cuando lo tuvo demasiado cerca.

- Eres tú, Timothy?

No pudo articular más palabras. Tras un espasmo, se llevó las manos al cuello tratando en vano, por acto reflejo, de contener el líquido rojo que lo anegaba. No había visto venir el filo del cuchillo que tan profundo la rasgó. Con la mirada nublada por el dolor, con la sangre manando desde su vena cortada y aún atónita por la sorpresa, perdió la consciencia.

Luego de que la víctima se desplomó, su atacante fue por el maletín que había puesto sobre el suelo empedrado de ese patio en penumbras. Era hora de usar el bisturí, el escalpelo y los demás instrumentos quirúrgicos para practicar las mutilaciones.

El hombre, con una calma inquietante, se arrodilló junto al cuerpo inerte de la joven. La oscuridad del patio lo envolvía mientras sacaba de su maletín una serie de instrumentos que relucían con una frialdad casi fantasmal bajo la escasa luz que se colaba. Con movimientos precisos y metódicos comenzó a preparar su mesa de operaciones, sin prisa, gozando con esa macabra labor.

Mientras tanto, la joven, que aún no había mu**to, sumida en un profundo letargo se sentía fluir a través de un espacio oscuro, y en lo más hondo de ese túnel una imagen se formaba. Veía a su madre sonriendo mientras le contaba cuentos de hadas; un recuerdo que se desvanecía rápidamente, al igual que su vida. Con cada corte que el sá**co realizaba una parte de ella se desvanecía, y en su mente los ecos de su sufrimiento se transformaban en gritos ahogados, resonando en el aire enrarecido y la penumbra.

La lluvia comenzó a caer, creando un suave murmullo que se mezclaba con el sonido del acero rasgando la carne. Finalmente, cuando el hombre culminó su horripilante tarea, se limpió con un pañuelo las manos enrojecidas. Su rostro, iluminado por un rayo de luna, reveló una expresión de satisfacción, casi de éxtasis, como si escuchase a los espíritus de las mujeres que había asesinado.

Esos susurros, lejos de asustarlo, lo estimulaban a continuar con su obra perversa. Pero entonces, imprevistamente, algo cambió. Un viento helado sopló a través del patio trayendo consigo un fuerte olor a sangre y a cuerpos en descomposición.

El hombre sintió una extraña presencia detrás suyo, y un escalofrío recorrió su espalda. Se dio vuelta y lo que vio lo estremeció hasta los huesos. Las sombras en que estaba sumido el patio comenzaron a cobrar vida. Las figuras de sus víctimas, con la piel pálida y los ojos vacíos se manifestaron a su alrededor. Sus rostros estaban distorsionados por el dolor y la ira y, aunque no le hablaban, en sus miradas había un reproche silencioso, un juicio eterno.

El criminal retrocedió tropezando con el maletín, que cayó al suelo. Al abrirse, los instrumentos quirúrgicos manchados de sangre brillaron en la oscuridad con un fulgor ominoso .

- ¡Has tomado lo que no te pertenece y ahora pagarás el precio! - le amenazaron los espectros.

Temblando de miedo, intentó huir, pero las sombras lo rodearon atrapándolo en un torbellino de terror. Las figuras de las asesinadas se le acercaron y él sintió sus frías manos tocarlo y, mientras gritaba de angustia, la penumbra lo envolvió. Las risas de las almas en pena resonaron en la noche. Su eco se mezcló con el sonido del trueno que estalló, luego de un fantasmal relámpago.

Al amanecer del día entrante la pensión de Timoty Donovan permanecía en silencio, y éste ya nunca más regresaría para atenderla. Y, a poca distancia de allí, desde la puerta entreabierta se veía un rastro de pasos ensangrentados que salían del patio. Aun cuando muchos peatones transitaban ahora por las calles aledañas, nadie se atrevió a entrar. Las sombras invasoras habían abandonado ese lugar, dejando tras de sí aquellos dos cuerpos sin vida.
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