06/03/2023
💀UNA NOCHE TENEBROSA TIERRA BLANCA SLP💀
En 1963 mi padre y yo andábamos en Tierra Blanca donde le habían ofrecido a mi padre unos animales. (Mi padre fue tablajero la mayor parte de su vida, y compraba animales para la carnicería) Era ya de tarde cuando salimos pues él tenía su carnicería y solo después de cerrar podíamos ir a ver los animales que le habían ofrecido. Llegamos al lugar donde el señor que ofrecía los animales los tenía, nada extraordinario solo varios puercos y un par de borregos. Mi padre siempre aprovechaba la oportunidad para enseñarme a calcular mentalmente el peso de los animales, menos el desecho de las viseras y sacar el peso del animal en canal y multiplicarlo por el precio del animal en canal menos gastos de procesado. Mi padre era experto en esto y en poco tiempo aprendí, claro esta, no sin antes perder dinero un par de veces al equivocarme en las ecuaciones. Cuando uno es introductor de ganado esto es muy importante pues de otra manera es muy fácil pagar más por el animal en pie y perder dinero. Bueno, mi padre hizo trato por los animales y nos despedimos del señor, yo regresaría con varios de mis amigos por los animales y los llevaría al rastro.
De regreso llegamos con un amigo de mi papá en un lugar que todos conocíamos como la casa de la abuelita del canelo. Llegamos porque papa sabia que la señora hacia un pulque de frutas muy sabroso, Nada parecido a lo que vendían en las pulquerías o en aquel entonces, o en la calle. ¡No! Lo hacían de guayaba, o de otras frutas y lo curaban con levadura y no en la forma tradicional en México que hace del pulque algo que de verdad nadie debería de tomar al menos que tengan deseo de adquirir enfermedades muy serias.
La familia jamás lo vendía a nadie, lo hacían solo para consumo de ellos y de verdad era algo que ojala todos ustedes tuvieran la oportunidad de probar. Que tequila ni que mezcal! Pulque hecho en una forma sanitaria es de verdad delicioso. Bueno, mi papá estuvo platicando con su amigo por un par de horas tomando el sabroso líquido. Como no tenían otra cosa que ofrecerme a mí, el señor le pregunto a mi papá que si me podía darme un poquito. Mi papá le dijo que sí, pero solo un pequeño vaso. En realidad yo no quería, ya en ocasiones había probado a escondidas los diferentes licores que mi papa tenía en casa y no me gustaba ninguno. Por años su licor preferido era el brandy Urdiñola, y claro tequila o mezcal que el curaba con especies, cascara de naranja y otras cosas. Creo que ya les había platicado que compraba mezcal de la Pendencia o de Santa Teresa, dos haciendas donde hacía muy buen mezcal en aquel entonces. Desafortunadamente ahora la pendencia vende mezcal que es ¡horrible!
Después de la platicada, se despidió de su amigo y empezamos el camino de regreso a casa. Pero, para entonces ya se había hecho de noche y era una noche sin luna. Estoy seguro que ninguno de ustedes sabe cómo era San Luis en aquel entonces. Y menos en las orillas o lugares como Tierra Blanca. Ahora la luz de la ciudad reflejada, fácilmente puede iluminar los caminos aun en día sin luna, en aquel entonces ni de milagro. Y por desgracia íbamos cada uno en bicicleta y sin luz. Apenas encontramos el camino cuando de entre unos arbustos se escucho un gruñido de un animal, mi padre me dijo, no te asustes posiblemente es un coyote. (Entonces todavía los había y bastantes.)
Yo me calme inmediatamente con las palabras de mi padre. Confiaba plenamente en él y sabía que jamás dejaría que algo me hiciera algún mal. Seguimos en las bicicletas a vuelta de rueda por la oscuridad. Apenas caminamos unos 40 metros cuando de el norte de la ciudad como a unos 500 o 1000 metros de altura, (quizás mas) apareció un meteoro gigantesco. El y yo habíamos visto meteoros en otras ocasiones, pero nunca como este. Era un meteoro que al entrar en la atmosfera terrestre había explotado en llamas por la fricción. Era en realidad una bola de fuego.
Nos quedamos viéndolo como en trance. Lo que nos causo sorpresa, es que los meteoros viajan a gran velocidad pues al adquirir lo que en ingles se llama (Terminal Velocity o Velocidad terminal) esto los hace viajar a muy altas velocidades. Desde chico siempre me intereso saber sobre estas cosas y sabia que debería de moverse mucho más rápido. Ahora se esto: Los meteoros entran en la atmósfera a velocidades comprendidas entre 11 kilómetros por segundo (44000 kph), a 72 km / s (259,000 kph). Cuando el meteorito choca con las moléculas de aire, su alto nivel de energía cinética ioniza rápidamente y excita una larga columna delgada de átomos de la atmósfera a lo largo de la ruta de los meteoritos, esto hace que se cree un destello de luz visible desde la superficie terrestre. Esta columna, o rastro de meteoritos, es por lo general menos de 1 metro de diámetro, pero decenas de kilómetros de largo. Pero este meteoro viajaba a una velocidad muy lenta y era inmenso comparado con la mayoría de meteoros.
Como dije, estábamos en trance viéndolo. Apareció de atrás de las montañas al norte de la ciudad, cruzo la ciudad completa y no vimos que cayera en ninguna parte. Siempre he querido ir a buscarlo calculando la trayectoria de esto que vimos. Cuando apareció, ilumino todo con una luz amarilla increíble, cuando desapareció, todo volvió a la oscuridad. Mi padre y yo nos vimos uno al otro y creo que pensamos lo mismo. Que afortunados fuimos de ser testigos de algo tan increíble. Seguimos nuestro camino de regreso y al llegar a una finca dimos vuelta para seguir derecho. Pero al dar la vuelta en esa finca estaba un viejito recargado en la tapia. Me pareció ver que no era real, que era una forma etérea. Pero la voz de mi padre me volvió a la realidad. Mi padre le dijo,
-”buenas noches” y el señor contesto,
-“buenas noches Don Nacho!” Mi papá se paro pues no quería pasarse sin saludar correctamente a alguien que lo conocía. Nos bajamos de las bicicletas, el señor levanto la cara y le dijo a mi papá;
-“Como le ha ido Don Nacho? Mi papá se forzaba en verle la cara pero por la oscuridad era muy difícil. Tímidamente le pregunto;
-“Don Camilo?’
-“Si Don Nacho, soy yo.” Nuevamente en una forma tímida le pregunto,
- “hacia mucho que no lo veía?” Don Camilo le contesto.
-“Si Don Nacho, es que estuve malo por mucho tiempo pero ya no me duele nada”.
-“Que bueno Don Camilo, me alegro que ya esté bien”. Contesto mi padre.
-“Cuídese Don Nacho y que Dios lo ayude” dijo Don Camilo. Luego, dirigiéndose a mí, me dijo.
-“Te ira muy bien en el otro lado, Nachito, pero no volverás”. Me quede sin decir una palabra, no sabía absolutamente de que hablaba pues para entonces apenas tenía 13 años y jamás había pensado yo venir al otro lado. No despedimos y seguimos nuestro camino. Ya para entonces eran más o menos las 10:30 de la noche.
Más adelante volvió a suceder algo extraño. El cerro de la corona estaba a nuestra izquierda, lo sabíamos muy bien, pero no lo veíamos por lo oscuro de la noche. De pronto un destello de luz ilumino el cerro y claramente vimos la cúpula donde está la cruz. Nos sorprendió mucho el destello, hasta la fecha no se qué cosa lo causo. Lo que si vimos claramente en el cerro, fueron las bolas de lumbre que saltaban de un lado a otro. Estas bolas de lumbre las veíamos seguido desde la ventana en la sala de la casa. En aquel entonces la calle de los Vargas era la orilla de la ciudad y del barrio de San Juan de Guadalupe. Enfrente de la casa era el campo bolívar y era donde los soldados iban a marchar. La ventana de la sala en la casa da hacia el oeste y fácilmente podíamos ver el cerro en días de luna llena o las bolas de lumbre que saltaban de lado a lado. No sabíamos que pensar, al menos yo no. Mi padre nunca fue de las personas que se impresionan fácilmente o que cree lo que dice la gente. Simplemente nos limitamos a ver las bolas de fuego, pero ya teníamos tanto rato en la oscuridad que ahora podíamos vernos las caras. Nuestros ojos se habían ajustado a la oscuridad permitiéndonos ver más allá de nuestras narices. Note que mi padre estaba algo preocupado, no me dijo nada pero sabía que pensaba en algo que le preocupaba. Seguimos nuestro camino y notamos a un carro que paso por la diagonal sur, aun estaba algo lejos pero ya pronto llegaríamos a casa. Apenas pasó el carro, escuchamos claramente un aullido que más que aullido parecía una persona aullando, gritando. La segunda vez que lo oímos parecía que decía haaayyyyy misssos, al menos eso me pareció oír. Note que era una voz de mujer, no parecía en nada la voz de un hombre. Le pregunte a mi papá que era eso que se oía y me dijo que seguramente eran muchachos que nos vieron y querían asustarnos. Por esta parte de la ciudad se decía que salía la llorona, pero ni mi padre ni yo creíamos que fuera eso. Escuchamos el grito una vez más, ya más lejos, y luego una carcajada algo tenebrosa. Como si alguien se hubiera agachado y reído directamente en un barril de petróleo vacio. Al disiparse la carcajada todo volvió al silencio.
Casi llegando a la carretera paso otro carro. Sé que para ustedes eso suena raro, que en casi media hora pasaran solo dos carros en lo que es hoy una avenida muy transitada. Pero no, no era raro en aquel entonces. La cantidad de automóviles en San Luis no era ni una decima parte de lo que es hoy, y después de las diez de la noche raramente veíamos uno. Algo que jamás volverá.
Seguimos en las bicicletas cuidadosamente por la oscuridad, aun cuando podíamos ver mucho mejor, era muy difícil ver claramente nada enfrente de nosotros. Mi papá iba enfrente para protegerme en caso de algún incidente. De pronto freno y aun cuando no íbamos recio, salió mi padre volando encima de los cuernos de la bicicleta. Cayó de espalda dando una maroma espectacular. Me pare inmediatamente para ayudarlo pero él se paro casi inmediatamente tratando de ver algo en la casi total oscuridad. Le pregunte que buscaba y me dijo que un niño se atravesó y casi lo atropellaba. Busque yo también y lo seguimos haciendo como por diez minutos pero no encontramos nada. Mi padre me dijo que aun en la oscuridad lo había visto claramente. Era un niño de no más de 8 años y al pasar enfrente de él corriendo había volteado a verlo. Seguimos buscando y nada. Por fin seguimos nuestro camino. Para entonces ya pasaba de la media noche pero por fin estábamos casi en casa. Al llegar a la esquina de Juan Zarco había un foco que iluminaba la calle el siguiente estaba en la esquina de Juan de Dios Peza que esta como a cien metros de distancia. Era extraño ver como entre estos dos focos la oscuridad era muy espesa y nosotros éramos los únicos en la calle. Por fin llegamos a casa, yo iba rendido. Me despedí de mi padre y me dio instrucciones de ir por los animales al día siguiente. Me fui a dormir. Estuve bastante rato despierto pensando en todo lo que había pasado en tan corto tiempo. Por fin me quede dormido.
Al día siguiente mi padre ya se había ido a la carnicería. Sabía que tenía que ir por los animales pero yo todavía tenía una duda sobre lo que había pasado la noche anterior. Más bien tenía muchas dudas pero como vi a mi padre preocupado no quería preocuparlo más. Fui a la carnicería que tenía, estaba a un costado de la iglesia de San Juan de Guadalupe. Un poco al norte de la calle Juan de Dios Peza. Cuando llegue, mi padre estaba platicando con un vecino y estaban platicando sobre lo de la noche anterior, pero se callaron los dos cuando yo llegue. Le pregunte a mi padre varias cosas sobre lo que tenía que hacer y sobre lo de anoche. Quería saber porque Don Camilo había dicho que “me iría bien en el otro lado”. Mi padre me dijo, “no te preocupes”, Don Camilo siempre dice que él puede ver el futuro, pero no le hagas caso, ya está viejo. Me fui por los animales y todo quedo ahí. No fue hasta años más tarde, yo ya vivía en USA, que un día mi padre me dijo.
-¿Te acuerdas cuando fuimos a Tierra Blanca a compra los animales y vimos el meteoro?
-¡si! le conteste.
-¿Te acuerdas de el viejito que encontramos?
-Don Camilo! conteste rápidamente.
-Si el mismo. Dijo mi padre. Te acuerdas que estaba yo preocupado.
-Si lo recuerdo muy bien. El que me dijo que me iría muy bien en el otro lado.
-Si el mismo. Y ya viste que tenía razón. Supo que un día te irías.
-Sí, ya había olvidado eso. Es interesante ¿cómo lo sabría?
-Muy fácil dijo mi padre, cuando lo vimos y hablamos con él, Don Camilo ya tenía casi 9 meses que había mu**to…
CRÉDITOS A QUIEN CORRESPONDA
Historia escrita por Ignacio Alvarez
© 31 de octubre del 2014