26/12/2024
HERENCIA UN anciano propietario de una cerca se sentaba cada día en la entrada de su propiedad a disfrutar de una taza de café. En sus manos, siempre sostenía un trozo de pan que ofrecía a un cuervo que se posaba en ese lugar. Como era habitual, el cuervo aguardaba la llegada del anciano para recibir su alimento, ya que lo reconocía. Día tras día, la misma escena se repetía: el anciano se sentaba en la entrada y el cuervo acudía para ser alimentado.
Con el transcurso del tiempo, el anciano continuó alimentando al cuervo. Sin embargo, un día todo cambió. El anciano no se presentó para disfrutar de su habitual taza de café. Por lo tanto, el cuervo no lo encontró en su lugar habitual. Los días transcurrieron y el anciano seguía ausente, lo que llenó al cuervo de tristeza. Decidió volar por los alrededores y, en una pequeña casa, encontró al anciano gravemente enfermo. A pesar de su estado, aún podía moverse. De inmediato, el cuervo se posó en la cabecera de la cama. Luego, salió a buscar plantas para que el anciano hirviera té, Poco a poco, este comenzó a recuperarse.
No obstante, su estado de salud se deterioró y se encontraba en su lecho de muerte. Finalmente, un día se congregaron sus familiares. Estaban presentes sus hijos, quienes no lo habían visitado en mucho tiempo y solo acudieron por la herencia. En medio de la multitud, el cuervo voló y atacó a uno de los hijos del anciano. Este, enfurecido, pronunció la célebre frase: "cría cuervo y te sacarán los ojos". En ese instante, el anciano tomó impulso y agregó: "A veces, el cuervo muestra más gratitud que algunos ingratos y vividores. Cuervos vemos y corazones no sabemos".