31/12/2024
Era una mañana común mientras me preparaba para llevar a mi hija, Maisie, al preescolar. Pero al pasar por la esquina por donde caminamos todos los días, algo llamó mi atención: una mujer sentada allí, tejiendo juguetes y bufandas, vendiéndolos directamente en la calle.
Maisie también la notó, pero lo que realmente le llamó la atención fue un conejito tejido entre las creaciones de la mujer. Al instante, empezó a tirar de mi manga, rogándome que lo comprara. Así que nos acercamos a ella.
"¿Cuánto cuesta el conejito?", le pregunté.
La mujer miró a Maisie, luego volvió a mirarme a mí con una sonrisa cálida y suave. "¿Para ella?", dijo suavemente, "Es un regalo." Le entregó el conejito a Maisie, quien lo abrazó con fuerza y susurró: "Gracias."
Terminamos charlando un rato, y supe que se llamaba Edna. La vida había sido dura con ella: había perdido su hogar, pero irradiaba bondad. Al final de nuestra conversación, algo dentro de mí hizo clic. Me sorprendí a mí misma sugiriendo que se quedara con nosotros, al menos por un tiempo. Después de todo, yo había perdido recientemente a mi esposo, y la casa se sentía más vacía que nunca. Necesitaba a alguien, aunque fuera solo para ayudarme a soportar todo eso.
Edna estuvo dudosa al principio, lo cual era comprensible. Era un gran paso para ambas. Pero al final, aceptó.
En ese momento, no tenía idea de quién era realmente esta mujer aparentemente común, sin hogar… ni de cuánto cambiaría todo.👇