Mitos & Leyendas

Mitos & Leyendas MITOS Y LEYENDAS DE LA REPÚBLICA MEXICANA

Mi mamá me contó una historia inquietante sobre uno de mis tíos, quien, según dicen, tuvo una relación con una bruja. Mi...
19/12/2024

Mi mamá me contó una historia inquietante sobre uno de mis tíos, quien, según dicen, tuvo una relación con una bruja. Mi tío era trailero, siempre viajando y pasando largos periodos fuera de casa. En uno de sus días de descanso, decidió quedarse en casa y aprovechar para salir al centro del pueblo.

Fue ahí donde conoció a una mujer que lo dejó fascinado: era muy guapa, rubia, de ojos claros, y con una presencia que parecía hipnotizar a cualquiera. Mi tío la cortejó, y pronto comenzaron a salir. Todo parecía normal, una relación como cualquier otra. Sin embargo, un día, mientras se preparaba para un nuevo viaje, olvidó algo importante en casa y decidió regresar.

Al llegar, notó algo extraño. Desde la puerta de su casa escuchó ruidos raros provenientes del interior, como si alguien estuviera murmurando o moviéndose de forma inquietante. Decidió no hacer ruido y entrar en silencio. Cuando llegó a la cocina, lo que vio lo dejó helado. Ahí estaba su novia, pero no como la recordaba. Sus piernas, en lugar de humanas, eran como las de un borrego, cubiertas de un pelaje grueso y extraño.

Horrorizado, mi tío reaccionó impulsivamente y se abalanzó sobre ella, tratando de atraparla. Sin embargo, la mujer demostró una fuerza sobrehumana, lo empujó con facilidad y escapó. Lo más aterrador ocurrió en el instante en que ella salió de la casa. No huyó como lo haría cualquier persona. Mi tío asegura que se transformó y, para su sorpresa, se elevó en el aire, volando hasta desaparecer en la noche.

Desde ese día, mi tío nunca volvió a saber de ella. Aunque intentó contar lo sucedido, pocos le creyeron del todo. Pero él siempre mantuvo su versión, jurando que lo que vio aquella noche no era de este mundo.

Historia de Daniel E.

En mi pueblo existe una vieja leyenda sobre los viernes santos. Dicen que, en un lugar apartado, se abre una cueva que g...
18/12/2024

En mi pueblo existe una vieja leyenda sobre los viernes santos. Dicen que, en un lugar apartado, se abre una cueva que guarda un tesoro antiguo. Sin embargo, no es tan sencillo como parece. Conforme avanzas dentro de la cueva, el camino comienza a volverse más estrecho y oscuro, como si la misma tierra tratara de atraparte.

La historia también advierte que, si decides tomar el tesoro, debes llevarte todo, absolutamente todo. Si solo sacas una parte, el oro y las riquezas que logres sacar se convertirán en tierra cuando la cueva se cierre. Y lo más aterrador de todo: si te quedas adentro cuando la entrada desaparece, quedas atrapado para siempre. Nadie sabe con certeza qué ocurre después, pero aseguran que jamás se vuelve a ver a quienes se atreven a quedarse.

Es un relato que los ancianos cuentan con respeto y temor, advirtiendo a los más jóvenes que no intenten buscar ese tesoro. Porque, como dicen en el pueblo, "no todo lo que brilla merece ser encontrado".

Historia de Javier M.

Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas, una niña llamada Sofía. Tenía ocho años y solía pasar las tarde...
18/12/2024

Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas, una niña llamada Sofía. Tenía ocho años y solía pasar las tardes jugando sola en el jardín trasero de su casa, donde un viejo columpio colgaba de un árbol centenario. El columpio crujía con cada movimiento, como si protestara por su antigüedad, pero para Sofía, era su lugar favorito.

Una tarde, mientras el sol se ocultaba tras las montañas, algo inusual llamó su atención. El columpio se balanceaba lentamente, aunque no había viento. Intrigada, Sofía se acercó. Justo cuando estaba a punto de tocarlo, una brisa helada le rozó la mejilla, y entonces la vio.

Junto al columpio estaba una mujer de cabello largo y suelto, vestida con un blanco desvaído. Sus ojos oscuros y vacíos parecían absorber la luz del atardecer. La mujer le sonrió con dulzura.

—¿Quieres jugar conmigo, Sofía? —preguntó. Su voz no provenía de su boca, sino que resonaba desde todas partes.

Sofía dio un paso atrás, asustada pero extrañamente cautivada. Apenas pudo susurrar:
—¿Quién eres?

La mujer inclinó la cabeza y respondió con calma:
—Soy Lucía. Vivía aquí hace mucho tiempo, pero ahora estoy sola. Ven conmigo. Prometo que nunca volverás a sentirte sola.

Un escalofrío recorrió a Sofía. Recordó las advertencias de su madre: nunca hables con extraños. Pero Lucía no parecía amenazante, aunque había algo en sus ojos que la hacía temblar.

Antes de que pudiera moverse, la anciana vecina apareció corriendo al jardín. Llevaba un rosario en la mano y gritó con una fuerza inusitada:
—¡Déjala en paz, Lucía!

La figura de la mujer se desvaneció como niebla al primer rayo del sol. La anciana abrazó a Sofía y, entre susurros, le explicó lo que había sucedido. Lucía era el espíritu de una mujer que, muchos años atrás, había perdido a su hija en un trágico accidente. Desde entonces, vagaba buscando llevarse a niñas para llenar el vacío de su eterna soledad.

Esa noche, Sofía miró desde la ventana hacia el jardín. El columpio, ahora inmóvil, parecía más viejo que nunca. Aunque prometió nunca más jugar sola al atardecer, sabía que Lucía seguía allí, esperando pacientemente el momento en que otra niña aceptara su invitación.

18/12/2024

Trabajé en una tienda de autoservicio, encargado de la protección de activos. Una semana al mes, me tocaba velar la tienda, pero en esa sucursal, no sé si en las demás, debías hacerlo solo.

Para no hacerla larga, varios compañeros comentaban que escuchaban y veían cosas extrañas. A mí, hasta esa semana, nunca me había pasado nada... hasta que en las últimas noches, comencé a escuchar conversaciones en el área de bodega. Desde el cuarto de CCTV, podía ver cómo los carritos de compras, esos que usas para poner el mandado, se movían por sí mismos.

Cuando tocaba hacer el rondín, siempre en el pasillo de pan, encontraba un paquete tirado en el suelo. Al principio pensaba que se caía por estar mal colocado, pero luego comencé a notar que caía como si alguien lo hubiera lanzado con fuerza. La tienda estaba ubicada dentro de una plaza comercial, y los guardias de seguridad de la plaza me contaban que a menudo escuchaban gritos de mujer y llantos de bebé durante la madrugada.

Todo esto sucedía entre las 2 y 3 de la mañana. Para tratar de evadir esos ruidos inquietantes, me ponía los audífonos a todo volumen y evitaba mirar por los pasillos. Recuerdo que llegué a grabar algunos videos, pero perdí todo cuando cambié de teléfono.

Aún me quedo pensando en todo lo que sucedió. Algo extraño rondaba esa tienda en esas horas.

Historia de Antonio R.

Hace varios años, viajábamos en autobús rumbo a Guadalajara durante la noche. Recuerdo que no podía dormir; el silencio ...
17/12/2024

Hace varios años, viajábamos en autobús rumbo a Guadalajara durante la noche. Recuerdo que no podía dormir; el silencio del trayecto y la oscuridad de la carretera me mantenían inquieto. Decidí abrir un poco la cortina para observar el paisaje, aunque sabía que probablemente solo vería la negrura de la noche.

Por un rato, no vi más que sombras y el vaivén de las luces del autobús iluminando brevemente la carretera. Pero, de repente, algo llamó mi atención. De entre los arbustos al costado del camino salió lo que parecía ser un toro. Era enorme, y sus cuernos se destacaban claramente contra la penumbra, pero lo que realmente me heló la sangre fueron sus ojos. Brillaban con un rojo intenso, como si estuvieran encendidos desde el interior.

El toro, o lo que fuera, comenzó a correr hacia el autobús. Por un momento pensé que impactaría contra nosotros, pero en cuestión de segundos lo dejamos atrás, desapareciendo en la oscuridad. A pesar de eso, la imagen de esos ojos seguía fija en mi mente.

Asustado, desperté a mi mamá para contarle lo que había visto. Con una calma forzada, me aseguró que seguramente lo había imaginado, que no era nada. Pero la forma en la que me lo dijo, como intentando tranquilizarme, solo me hizo sentir más inseguro. Con el tiempo, he escuchado historias similares de otros viajeros, y cada vez me convenzo más de que aquello no fue un simple producto de mi imaginación.

Hasta el día de hoy, cada vez que pienso en esos ojos rojos que brillaban en la oscuridad, me recorre un escalofrío.

Historia Ariadna S.

Soy taxista y quiero compartirles una experiencia que viví hace algún tiempo. Una noche, alrededor de las 12:00 p. m., u...
17/12/2024

Soy taxista y quiero compartirles una experiencia que viví hace algún tiempo. Una noche, alrededor de las 12:00 p. m., una joven me hizo la parada en una plaza muy transitada. Me pidió que la llevara a una colonia en las afueras de la ciudad. Todo el trayecto transcurrió sin problemas. Al llegar a su destino, la muchacha me pagó el servicio, bajó del taxi y se despidió con normalidad.

Cuando ya estaba saliendo de la colonia, comencé a notar lo solitario del lugar. Era una colonia irregular, sin pavimento, rodeada de terrenos baldíos y con muchos árboles, en especial ceibas. A medida que avanzaba por un camino de tierra, dejé atrás las últimas casas. El viento comenzó a soplar con fuerza, pero no le di importancia.

De repente, el auto empezó a dar tirones. Pensé que sería un problema menor, así que me estacioné y bajé a revisar. Mientras inspeccionaba la unidad, una sensación de frío me envolvió, un frío extraño que calaba hasta los huesos. Fue entonces cuando escuché lo que parecían lamentos. No eran claros, pero resonaban en el aire, aumentando mi inquietud.

Regresé al taxi y encendí el motor, que arrancó sin problemas. Sin embargo, el auto comenzó a comportarse de forma extraña: aceleraba, pero no avanzaba. Las luces del tablero subían y bajaban de intensidad, como si la batería estuviera a punto de descargarse. Algo en el ambiente se sentía pesado, sofocante, y un presentimiento oscuro comenzó a invadirme.

Al mirar hacia el enorme árbol de ceiba que estaba cerca, la vi. Una figura femenina, vestida como una enfermera, estaba de pie junto al árbol. Su postura era rígida, como si estuviera esperando a alguien. Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando intenté enfocar mejor. Su rostro y sus pies no eran visibles, como si flotara en el aire. Sentí que me llamaba, que quería que me bajara del auto y me acercara.

El miedo se apoderó de mí. Cerré los ojos con fuerza y comencé a rezar el Padre Nuestro. Cuando abrí los ojos, la figura había desaparecido. Sin pensarlo dos veces, encendí el taxi y salí de ahí tan rápido como pude.

Esa noche no pude dormir. La imagen de la mujer seguía rondando en mi mente. Con el tiempo, decidí investigar y alguien del lugar me contó una historia escalofriante: hace muchos años, una enfermera fue asesinada en ese camino mientras se dirigía a su trabajo. Desde entonces, dicen que su espíritu vaga por la zona, esperando cumplir con su jornada que nunca llegó a realizar.

Aquí dejo la única foto que pude tomar esa noche. Perdón por la calidad, pero le hice zoom. Si observan bien, notarán que no se le ve ni el rostro ni los pies, como si realmente estuviera flotando. Hasta el día de hoy, no he vuelto a pasar por ese camino.

Historia de K. Flores.

Hace algunos años, viajábamos rumbo a Cancún en un recorrido largo, de unas siete u ocho horas. Íbamos mi tío, un amigo ...
17/12/2024

Hace algunos años, viajábamos rumbo a Cancún en un recorrido largo, de unas siete u ocho horas. Íbamos mi tío, un amigo y yo. Solo mi tío manejaba, y con las horas avanzando y el cansancio acumulado, el sueño comenzaba a ganarle al llegar a Pisté, una localidad del estado de Yucatán. Decidimos detenernos en una cachimba más adelante, una parada que conocíamos bien y donde él podría descansar un rato.

Al llegar, estacionamos el camión cerca de un poste de luz que iluminaba tenuemente el lugar. Mi tío se quedó en la cabina para dormir mientras mi amigo y yo bajamos y nos colocamos frente al camión, aprovechando la iluminación del poste. El silencio era abrumador, roto solo por los ruidos lejanos de la noche.

De repente, mi tío escuchó cómo se abría y cerraba la puerta del copiloto. Pensó que éramos nosotros, que habíamos subido al camión. Por nuestra parte, al escuchar el ruido, asumimos que él había decidido bajar. Todo parecía lógico... hasta que mi tío, extrañado, se asomó y nos llamó.

—¿Quién abrió la puerta? —preguntó, con una mezcla de desconcierto y seriedad.

Nos volteamos a mirarlo confundidos.

—Nadie —le respondí—. Pensamos que tú habías bajado.

Su respuesta nos congeló:

—Yo no la abrí. Pensé que eran ustedes.

Nos quedamos en silencio, intentando buscar una explicación lógica, pero la sensación de que algo no estaba bien nos invadió. Un escalofrío helado recorrió mi espalda, y sin decir más, nos movimos rápidamente, alejándonos del camión y del lugar.

Fue entonces, al cruzar por el poste de luz, cuando notamos algo que no habíamos visto antes, a un lado, junto a la base del poste, había dos pequeños nichos con cruces desgastadas y veladoras que parecían abandonadas. Nos miramos sin decir una palabra más, pero el mensaje era claro.

Esa noche, el cansancio desapareció como por arte de magia, y continuamos el viaje con los nervios de punta. Algo, o alguien, había querido recordarnos que no estábamos solos en ese tramo de la carretera.

Historia de D. Pérez.

Hace unos años, viajaba con mis tías rumbo a Chetumal. Era de noche, pero no demasiado tarde, quizá alrededor de las 9. ...
16/12/2024

Hace unos años, viajaba con mis tías rumbo a Chetumal. Era de noche, pero no demasiado tarde, quizá alrededor de las 9. El tramo de carretera por Felipe Carrillo Puerto estaba tranquilo, casi desierto. Apenas algunos autos pasaban de vez en cuando, y el silencio de la noche se sentía pesado.

De pronto, un tráiler apareció detrás de nosotros, acelerando como si quisiera que le diéramos el paso. Mi tía, que iba conduciendo, decidió cambiar de carril para dejarlo pasar. Mientras se orillaba con cuidado, algo llamó nuestra atención: un hombre caminaba por la orilla de la carretera. Vestía pantalón negro, una camisa de manga larga en tono vino y una gorra negra que ocultaba parcialmente su rostro.

—¡Cuidado, nena! Hay un hombre caminando por la orilla—gritó mi otra tía desde el asiento del copiloto.

Pasamos junto al hombre, tan cerca que pudimos verlo con claridad. Pero cuando volteamos para asegurarnos de que todo estaba bien... ya no había nadie. Nos miramos, desconcertadas, intentando procesar lo que acabábamos de ver. ¿Cómo podía desaparecer alguien tan rápido? No había árboles, arbustos ni lugares donde pudiera esconderse. Solo la interminable oscuridad de la carretera.

Días después, al regresar a Cancún, volvimos a pasar por ese mismo lugar. Esta vez, con más calma, nos dimos cuenta de algo que no habíamos notado antes: a la orilla del camino, en el mismo punto donde habíamos visto al hombre, había un pequeño nicho. Una cruz de madera, flores marchitas y veladoras apagadas adornaban el lugar.

Fue en ese momento cuando entendimos lo que habíamos presenciado aquella noche. Quizá no era solo un hombre caminando por la carretera, sino un alma errante, recordándonos que algunas historias nunca se alejan del camino donde terminaron.

Historia de Sara R.

Les quiero compartir una experiencia que, aunque han pasado siete años, aún sigue presente en mi memoria. En ese entonce...
16/12/2024

Les quiero compartir una experiencia que, aunque han pasado siete años, aún sigue presente en mi memoria. En ese entonces, mi familia y yo vivíamos en una casa alquilada, pero mi madre decidió comprar un terreno que un señor nos ofreció. Nos dijo que era una zona tranquila, un barrio apartado y una urbanización pacífica, ya que él y su familia necesitaban viajar.

Al llegar y comenzar a limpiar el terreno, encontramos cosas extrañas como fotos quemadas, botellas de vino enterradas y pequeños muñecos, como si fueran juguetes viejos. No entendí el porqué de esos objetos, pensé que simplemente eran desechos. Al caer la noche, cuando mi familia y yo nos preparábamos para dormir, comenzamos a escuchar extraños ruidos, como si alguien lanzara piedras.

Esto ocurría todas las noches, casi de manera constante. Una mañana, mientras jugaba con unos chicos del barrio, los invité a mi casa. Ellos, sin pensarlo, me contaron algo que me heló la sangre, me dijeron que un niño, un bebé, había sido enterrado en mi casa. Al principio, pensé que era solo una broma, pero con el paso del tiempo, las cosas comenzaron a empeorar.

Mi familia empezó a pelearse por cosas sin importancia, todo parecía fuera de lugar. Mi vecino, al ver la situación, me contó que el anterior dueño de la casa también tenía constantes peleas con su esposa, lo que los llevó a irse de viaje. Poco después, me di cuenta de que cada noche me despertaba a las 3:00 a. m., y sentía una extraña sensación de inquietud.

La sensación era tan fuerte que llegué a presenciar lo que parecía una presencia en la casa. Estaba convencido de que allí se habían realizado actos de brujería, especialmente después de encontrar más objetos enterrados. Sin embargo, mis padres no me creyeron, y pensaron que todo era producto de mi imaginación.

Al final, entendí por qué el dueño nos vendió la casa a tan bajo precio, en una zona tan tranquila. Pero ahora sé que hay algo más en ese lugar, algo que no nos dejaron ver, algo que aún persiste en cada rincón de esa casa.

Historia de Levi D.

Una noche, viajábamos en camioneta desde Nayarit hacia Torreón, recorriendo la solitaria carretera hacia Huasamota. El a...
16/12/2024

Una noche, viajábamos en camioneta desde Nayarit hacia Torreón, recorriendo la solitaria carretera hacia Huasamota. El asfalto quedó atrás, dando paso a un camino de terracería que parecía desvanecerse en la oscuridad. Eran alrededor de la 1 de la mañana, y el entorno se sentía irreal: solo nuestra camioneta avanzando en un paraje donde la única luz provenía de nuestros faros.

Llegamos a un entronque en forma de "Y", donde las dos rutas, igualmente de terracería, se extendían hacia la nada. Sin señal en el teléfono y con el GPS inútil, optamos por seguir el lado derecho, guiándonos por instinto y la posición de la luna, que pensábamos señalaba hacia el este. Después de avanzar cerca de una hora, una camioneta negra apareció de la nada frente a nosotros.

No parecía sospechosa, y pensamos que tal vez nos conduciría a alguna comunidad donde podríamos preguntar cómo llegar a Torreón. Decidimos seguirla, manteniendo una distancia de unos 100 o 150 metros. El camino empeoraba con cada kilómetro: pozos, piedras y curvas pronunciadas nos obligaban a avanzar con cautela. Al llegar a una colina, seguimos tras la camioneta, pero al alcanzar la cima, ocurrió algo que heló nuestra sangre.

El camino terminaba abruptamente en un terreno plano que daba lugar a un barranco. Hasta ahí todo parecía normal... excepto por un detalle: la camioneta negra ya no estaba. No había rastro de huellas, ni marcas recientes en la tierra que indicaran que algún vehículo hubiera pasado por allí. Revisamos la zona pensando que tal vez había caído al barranco, pero no había señales de un accidente. Fue como si aquella camioneta simplemente se hubiera desvanecido.

Aún más inquietante, al recordar el momento en que la vimos por primera vez, ninguno de nosotros pudo asegurar haber notado a alguien conduciéndola. La situación se tornó más aterradora cuando bajamos de nuestra camioneta para investigar. Un silencio opresivo lo cubría todo, roto solo por unos murmullos que parecían salir del propio viento, como voces lejanas que no podíamos identificar.

En medio de la tensión, nuestra camioneta se apagó de repente. La gasolina estaba al límite, y la sensación de desamparo era abrumadora. Sin señal, con los nervios a flor de piel y atrapados en aquel lugar, la incertidumbre se mezcló con un miedo indescriptible. Aquella noche quedó grabada en nuestras memorias, no solo por la desaparición inexplicable de la camioneta negra, sino por la atmósfera sofocante y las extrañas sensaciones que experimentamos.

Fue como si aquel lugar guardara secretos que nunca debieron ser descubiertos, como si nos hubiera mostrado un fragmento de lo que se oculta en las sombras.

Historia O. Pérez.

Hace algunos años, cuando vivíamos en las orillas de la ciudad, el panorama era muy diferente. Había pocos fraccionamien...
15/12/2024

Hace algunos años, cuando vivíamos en las orillas de la ciudad, el panorama era muy diferente. Había pocos fraccionamientos y la oscuridad de la noche cubría los largos tramos de carretera desierta. Mi mamá me contó algo que ocurrió una Navidad, cuando volvíamos a casa después de celebrar con la familia.

Mi hermano y yo veníamos profundamente dormidos en los asientos traseros de la camioneta. Según mi mamá, faltaban apenas unos cinco minutos para llegar a casa cuando ocurrió algo extraño e inexplicable. Ella y mi papá iban conversando, disfrutando la tranquilidad del camino, cuando de pronto ambos vieron una silueta surgir de la nada.

Era algo difuso, como un humo denso y opaco que se movía con una velocidad increíble. Antes de que pudieran reaccionar, esa figura pasó corriendo y, para su asombro, atravesó la defensa de la camioneta como si no existiera. El impacto visual fue tan fuerte que mi mamá asegura que incluso sintieron cómo la camioneta se sacudió, como si algo tangible la hubiese golpeado.

Sin embargo, no había nada que pudieran ver al detenerse y mirar a su alrededor. No había rastros, ni marcas, ni nada que diera una explicación lógica a lo que acababan de presenciar. Años después, me enteré de lo ocurrido por una conversación casual. Mis papás nunca encontraron una respuesta para lo que vieron esa noche, y aún hoy, cuando lo recuerdan, lo hacen con una mezcla de incertidumbre y temor.

Esa figura que atravesó la camioneta sigue siendo un misterio, uno de esos episodios que parecen salir de un sueño, pero que ellos vivieron con una claridad que los dejó marcados.

Historia de Miriam M.

Hace unos seis años, fui con tres amigos a recorrer Oaxaca. Visitamos la capital, varios pueblos mágicos, las playas y l...
15/12/2024

Hace unos seis años, fui con tres amigos a recorrer Oaxaca. Visitamos la capital, varios pueblos mágicos, las playas y la sierra. Uno de los días, llegamos a una zona de camping cerca de la playa. Era un lunes, así que el lugar estaba completamente desierto. El camping contaba con baños, regaderas y una caseta de vigilancia, pero no había nadie y los baños estaban cerrados.

Decidimos instalarnos. Armamos nuestra casa de campaña y organizamos nuestras cosas. El terreno era completamente plano, rodeado por naturaleza densa, casi selvática, a unos 50 metros. Para las nueve de la noche, la oscuridad era total. Solo teníamos la luz de la luna, suficiente para distinguir apenas nuestras manos frente a nosotros. Para caminar, era indispensable usar linternas.

Fue entonces cuando a lo lejos, justo donde comenzaban los árboles, se distinguía la figura de alguien. Llevaba una vestimenta blanca, pero no era un blanco normal; parecía fosforescente, como si emanara luz propia. Eso fue lo que nos permitió verlo con claridad. Lo más extraño era cómo se movía: no caminaba, sino que parecía bailar o flotar, moviéndose de un lado a otro en un espacio fijo.

Nos congelamos del miedo. Queríamos irnos, pero no conocíamos el camino y la oscuridad nos envolvía como un manto. Era imposible aventurarnos fuera del campamento. Así que no tuvimos más opción que quedarnos.

De las nueve de la noche hasta las cuatro de la madrugada, permanecimos atentos, tratando de ignorar la figura. Pero ella seguía ahí. Nunca se acercó, nunca desapareció. Solo bailaba, en un vaivén extraño y casi hipnótico, como si esperara algo o alguien.

Finalmente, el cansancio nos venció, y nos dormimos con la incertidumbre carcomiéndonos. Hasta el día de hoy, ninguno de nosotros ha podido olvidar aquella noche, ni explicar qué fue lo que vimos realmente.

Historia de Gabriel P.

Siempre tengo que viajar cada mes de Mérida a Valladolid y Cancún. Los viajes son de entre 5 y 6 horas de ida y lo mismo...
15/12/2024

Siempre tengo que viajar cada mes de Mérida a Valladolid y Cancún. Los viajes son de entre 5 y 6 horas de ida y lo mismo de regreso. Aunque voy por trabajo, nunca tomamos la carretera de cuota; siempre vamos por la libre, lo cual no me gusta mucho, ya que la carretera es muy estrecha.

Solo hay espacio para dos autos, uno de ida y otro de vuelta, y el margen para las llantas es tan pequeño que, si no calculas bien, podrías volcarte fácilmente. Además, cuando los tráileres pasan muy cerca, el coche tiembla un poco.

Un día, regresando de Cancún cerca de las 8 de la noche, ya era tarde. Normalmente salimos temprano para regresar al atardecer, pero ese día tuvimos un incidente en Cancún: nos chocaron. Afortunadamente, solo fue un golpe leve en la puerta del piloto, y se voló el retrovisor.

Sin embargo, el papeleo con la aseguradora y el hambre que teníamos hicieron que ya fuera de noche cuando comenzamos el regreso. Cabe aclarar que en ese trayecto tienes que pasar por más de 30 pueblitos, y de uno a otro hay como 20 minutos de distancia. Esa noche, ya muy cansada, estaba conduciendo a 130 km/h, ya que no había muchos coches en la carretera y faltaba poco para llegar al siguiente pueblito.

Las luces del coche estaban a tope, porque en ese tramo de carretera está tan oscuro que solo ves los señalamientos iluminados por los faros. De repente, vi un bulto pequeño a lo lejos en el carril contrario. Al principio no le presté mucha atención, pero conforme me iba acercando, se hacía más grande.

Por precaución, bajé un poco la velocidad y puse los intermitentes. Cuando pasé al lado de esa figura, vi que era un hombre caminando en plena oscuridad, sin linterna ni bicicleta, solo con una camisa azul con blanco. No pude ver su rostro porque tenía la cabeza agachada, y lo más extraño fue que no se le veían los pies ni las piernas.

Al pasar a unos 80 km/h, no pude verlo claramente, además de que el retrovisor derecho no funcionaba. Pero miré de reojo por unos segundos, ya que me parecía extraño. Mi jefe, que iba de copiloto, me preguntó como dos minutos después: “¿Viste lo mismo que yo?”. Le respondí que sí, y me dijo que, por si me asustaba, tal vez lo que vimos no era una persona, sino un alma en pena.

La verdad, me ericé un poco, pero después de pensarlo, tiene sentido. La carretera es tan estrecha que es imposible que alguien camine por allí sin que los coches lo atropellen. Lo más raro fue que segundos después pasó una camioneta a unos 150 km/h en el carril donde caminaba el hombre, y sin una linterna o espacio donde pudiera apartarse. Si alguien va caminando ahí, lo matan.

Después de eso, solo puse música y traté de no pensar más en el asunto.

Historia de Geraldine D.

Hace unos tres meses, veníamos bajando la sierra hidalguense, mi papá y yo, en el tramo de Ixtlahuaco a Zacualtipan. Es ...
14/12/2024

Hace unos tres meses, veníamos bajando la sierra hidalguense, mi papá y yo, en el tramo de Ixtlahuaco a Zacualtipan. Es una carretera llena de curvas peligrosas, subidas y bajadas, y hay un tramo en el que el pueblo más cercano está, como mínimo, a una hora en carro.

Justo estábamos en esa parte de la carretera, alrededor de las 11:00 p.m. A lo lejos, vimos acercarse lo que parecía una familia caminando al borde de la carretera. Era una señora con un bebé en brazos, un hombre detrás de ella, con sombrero, y un joven de unos 20 años al final. Íbamos a unos 50 km/h, bajando las curvas, por lo que tuvimos tiempo de verlos bien.

Pero algo extraño ocurrió: al mirar por los retrovisores, en cuestión de menos de dos segundos, ya no había nadie. Mi papá, sorprendido, me preguntó si los había visto. Le respondí que sí, y él me contestó: "Ya no están." Volteé, y efectivamente, no había ni rastro de ellos. Nos sorprendió, pero no nos asustó, porque cosas como esa nos han pasado antes.

Sin embargo, esa vez fue diferente; fue la más extraña y triste, especialmente por el hecho de que parecía una familia.

Todo esto ocurrió hace unos 25 años. Mi tía abuela falleció, y debido a que no había mucho dinero, solo mi papá y yo pud...
14/12/2024

Todo esto ocurrió hace unos 25 años. Mi tía abuela falleció, y debido a que no había mucho dinero, solo mi papá y yo pudimos viajar a su funeral. Vivíamos en un cerro, en medio de la nada, y allí solo residían dos familias, ambas de la parte de mi papá.

Estábamos velando a mi tía, que por cierto siempre me quiso mucho. Yo, molesta al ver a algunos tíos completamente ebrios y contando chistes, decidí alejarme. Corrí entre un maizal que llevaba a un arroyo, llorando de coraje.

Fue en ese momento cuando escuché un ruido extraño proveniente de un árbol cercano. Al principio pensé que era el viento. Estaba secándome las lágrimas cuando, de nuevo, escuché un sonido, pero esta vez provenía de otro árbol. De reojo, volví a mirar y, entre las sombras, pude distinguir la figura de una persona, pero era transparente, como un fantasma...

En lugar de salir corriendo, algo me impulsó a caminar hacia el nacimiento del agua en el arroyo. Allí, me acerqué para lavarme la cara y beber un poco de agua. Al llegar, vi a una niña, de unos ocho años, sentada sobre una piedra en el manantial. Ella estaba mirando hacia el lado contrario al mío, cepillándose o alisando su cabello con las manos. Su ropa, hecha de manta, estaba sucia, y su presencia me causó un escalofrío inmediato.

Fue entonces cuando, por fin, salí corriendo de regreso a la casa, aterrada. Y, por supuesto, no le conté a nadie lo que había visto. Hace unos 10 años, en una reunión familiar, estábamos conversando sobre historias de terror, y decidí contarles lo que me había pasado. Mi prima y mi tío escuchaban atentamente, hasta que mi tío, visiblemente asustado, me interrumpió.

"No manches, yo también la vi", me dijo. Casualidad o no, él también tenía 15 años cuando sucedió, y resultó que había sido la misma niña, en el mismo lugar. El miedo que sentí esa noche nunca se me ha ido, y más aún al saber que no fui la única que la vio. Algo extraño y oscuro rondaba en ese lugar, y ahora sé que no fue solo una mala experiencia de una niña asustada.

Historia de Ara C.

14/12/2024

Soy originario de Chiapas, y anteriormente trabajaba en una bodega. Solía salir a ayudar a los choferes con el reparto de mercancía. A veces nos perdíamos una semana completa, durmiendo a veces en las carreras o en gasolineras. En una ocasión, nos tocó dormir en un pueblo de Chamula.

Esa noche, mientras descansaba, escuché que alguien tocaba la puerta trasera del camión (un vehículo de 3 toneladas). Me asomé por la ventana y solo vi la cola de un perro, pero no le presté mucha atención. Un poco después, volví a escuchar el ruido y, al mirar nuevamente, vi solo la sombra de una persona. La curiosidad me invadió, pero me distraje por un momento.

Al volver a mirar, me encontré con un enorme perro. Me asusté tanto que me tapé rápidamente. De repente, la puerta volvió a recibir un golpe fuerte. Quise mirar en el espejo, pero lo que vi fue una sombra acercándose. En esos pueblos no hay mucha luz, y todo es tan silencioso que me invadió un terror indescriptible.

A la mañana siguiente, le comenté a mi compañero, pensando que él ya se había levantado y que había ido a la parte de atrás a dormir, pero él me dijo que estaba bien dormido y no escuchó nada. Pensamos que tal vez haya sido un nahual, ya que el perro no era normal por su tamaño, y la sombra y los fuertes golpes que escuchamos solo aumentaron el misterio.

Historia de Juan A.

Mi suegro es taxista, y un día nos contó una experiencia extraña que vivió en un servicio de Campeche a Mérida. La ida e...
13/12/2024

Mi suegro es taxista, y un día nos contó una experiencia extraña que vivió en un servicio de Campeche a Mérida. La ida estuvo tranquila, ya que iba acompañado, pero en la vuelta, cuando ya era de noche, se regresó solo. Mientras manejaba, comenzó a sentir un peso en el asiento trasero, como si alguien se hubiera subido.

Él ya sabía que en las carreteras ocurren esas cosas, que muchas veces son las causantes de accidentes, así que decidió ignorarlo. Subió el volumen de la música y no miró ni por el retrovisor ni hacia atrás.

Un rato después, sintió como si alguien se bajara del asiento trasero, pero nunca se detuvo ni miró. Solo siguió su camino, incómodo pero sin querer confrontar lo que sabía que podría ser algo inexplicable.

Historia de M. Osorio.

Dirección

Centro
Oaxaca De Juárez
68000

Página web

Notificaciones

Sé el primero en enterarse y déjanos enviarle un correo electrónico cuando Mitos & Leyendas publique noticias y promociones. Su dirección de correo electrónico no se utilizará para ningún otro fin, y puede darse de baja en cualquier momento.

Contato La Empresa

Enviar un mensaje a Mitos & Leyendas:

Videos

Compartir

Categoría