05/02/2025
El "viejillo miado", la fiscalía y la Guardia Nacional tienen en sus manos los nombres, los movimientos y los territorios que el crimen organizado controla a sus anchas, desde el norte hasta Bahía de Banderas. Y aún así, eligen deliberadamente voltear la mirada. No por incapacidad, sino porque así lo dicta su descarado pacto de complicidad. No hay ignorancia, hay servilismo. La seguridad en Nayarit es una farsa, porque nunca ha existido voluntad de combatir a quienes verdaderamente gobiernan el estado. Enfrentar a estos criminales sería romper los acuerdos oscuros que aseguran su comodidad y su poder. Para ellos, sus intereses están por encima de las vidas que dijeron proteger.
Esto no es un gobierno, es la rendición total de un estado frente a la podredumbre. No administran, se doblegan. No defienden, pactan. Han reducido Nayarit a un tablero donde los criminales son los únicos jugadores, mientras ellos simulan justicia con mesas de trabajo, operativos fantasmas y fotos inútiles. Cada gesto, cada palabra, es una burla; un insulto a las víctimas que enfrentan, a diario, la violencia desatada bajo su “gobernanza”.
El pueblo sigue pagando el precio de esta traición, con sangre, con miedo, con lágrimas. Familias destruidas, comunidades doblegadas, vidas arrancadas sin piedad. Mientras tanto, los responsables posan ante las cámaras, sonrientes, tranquilos, mientras negocian en las sombras con aquellos que han sumido a Nayarit en el terror. Aquí no ha habido un error ni un descuido, ha habido una elección. Y esa elección, cruel y descarada, nunca ha sido por el pueblo.