12/11/2024
Su pecho sí es bodega
LUIS CARLOS BRAVO
En una de las últimas “mañaneras” del exalcalde Santos González Yescas, compartió que, una vez que dejara de ser Presidente Municipal, tendría el tiempo y la facultad de responder a todos los opositores que, a través de las redes sociales, encontraban un espacio público para criticar su desempeño como mandatario.
Bien dicen que de la abundancia del corazón habla la boca, y en esa ocasión, Santos no solo enviaba un mensaje a sus opositores públicos, sino también a sus enemigos de clóset, aquellos que le susurraron al oído y que, en gran medida, lo llevaron a postularse y luego a perder una candidatura que él había dicho no desear, lo que a su vez destruyó su popularidad.
A Santos, muchos lo han llamado amigo, pero hoy, al verse fuera del lugar privilegiado que la gente le otorgó y ratificó, se ha dado cuenta de que esos “amigos” nunca lo fueron. Un amigo no es quien te habla al oído para aconsejarte sobre cómo hundirte estratégicamente y, al mismo tiempo, allanar el camino para que otro tome tu lugar, a expensas de uno de los fundadores de Morena en el estado.
Entre líneas, Santos mostró sus cartas. Al final de su administración, logró abrir los ojos, pero puede que ya fuera demasiado tarde. Tan tarde como para dejar su puesto conflictuado con Ricardo Lugo, Rebecca Ching, el ‘Balde’, Heriberto Aguilar e incluso con Alfonso Durazo, personas que, antes de la llegada de sus nuevos "amigos", le fueron leales y lo apoyaron en su momento para heredar el poder político a su hijo Alejandro.
¿De cuántas traiciones no habrá sido víctima Santos? Muchas de las que poco a poco se da cuenta hasta el día de hoy. ¿Cuándo? En eventos como la visita de Durazo para entregar obras. ¿Cómo? Con nulos elogios y nulos saludos.
Precisamente en ese evento, no hubo un gobernador que reconociera al exalcalde que impulsó la obra que estaba entregando a los sanluisinos, ni un presidente municipal que se lo recordara, ni en público ni en privado; parecían enfermos de demencia.
Hoy Santos tiene el tiempo suficiente para sentarse a tomar un café tranquilamente con sus verdaderos amigos, los de siempre, aquellos que ya eran sus amigos.
Mi pecho no es bodega, el de Santos sí lo ha sido hasta ahora, pero estoy seguro de que pronto nos contará su versión. Habrá señales.