20/12/2024
El misterio del arroyo. Relato de ,
¿Sabías que el arroyo del Pueblo guarda un oscuro misterio...?
Allá, al final poniente de la antigua calle de la presa, ahora calle Luis Gutiérrez, en dónde al terminar su antiguo trazo, en la época de la colonia, se cruzaba con el arroyo del Pueblo, dicen los ancianos moradores del lugar que se construyó una presa o cortina con una horrible historia, la presa aún se puede apreciar hasta nuestros días, detrás de la actual estación de ferrocarril, justo donde inicia la colonia Guayulera.
Las autoridades de la ciudad sugirieron que el agua, entonces cristalina de las crecidas del arroyo, debía aprovecharse en retenes. Según los historiadores, el calicanto fue levantado a principios del siglo XIX, pero hay quien sostiene que fue a finales del mismo. El propósito era aprovechar el agua para el regadío de las parcelas de la antigua Nueva Tlaxcala (el pueblo) o también para la fabricación de ladrillos.
La cortina o calicanto de mampostería sirve para quebrantar la furia de la corriente del arroyo cuando ésta crece. Pues bien, les contaré lo que supe por ancianos caleros y vendedores de cascajo, que aún viven y tienen su morada cerca de la cortina y de los márgenes del arroyo:
Relatan los viejos vendedores que la primera cortina, a los pocos meses de levantada, se abrió por la presión del agua. En ese entonces, un alarife venido del sur propuso que para asegurar la solidez del calicanto se debía cumplir una condición terrible y estrujante: construir en la base del mismo una especie de gruesa prominencia adosada, hueca en su interior, y lo más espeluznante de la proposición era que antes de sellarse, se debía colocar en dicho hueco un recién nacido, y a su lado, una castellana o anforita, de esas antiguas de cristal llena de áureas monedas. La finalidad de tan trágica medida era que al morir el niño ahí sepultado, su espíritu daría solidez a la cortina y que, además, por los siglos de los siglos, avisaría con su llanto a los vecinos sobre alguna crecida fuerte con horas de anticipación, para que estuviesen preparados. Se decía que el llanto, por condición de orden sobrenatural, sería escuchado al exterior sobrepasando el espeso sello de las piedras.
Cuentan los caleros que aquel malvado albañil, con el propósito de asegurar su trabajo, aprovechó la oscuridad de la noche para hacer su obra siniestra y que, en efecto, han comprobado que un lloriqueo infantil se escucha hasta nuestros días, especialmente cuando Saltillo está seco pero llueve con abundancia, allá por la Encantada, al sur del municipio, avisando la crecida.
Quien esto escribe pudo observar que, efectivamente, al pie de la cortina existe una prominencia que parte de la base, es de mayor espesor que el dique, y en su parte superior forma un semiarco escarpado, que muere en uno de los contrafuertes, como si estuviese sellado algún hueco. ¿Te interesa comprobarlo, amable lector?
Entonces los invito una de estas tardes, ahí por el arroyo del Pueblo, rumbo a la Guayulera.
Texto del libro "Relatos y Leyendas del Saltillo Antiguo", por Juan Marino Oyervides Aguirre.
Ilustración del mismo libro. Fotografía de archivo.