01/01/2025
¿Y tú cómo pasaste la Navidad?. Relato
La brisa helada calaba en los huesos mientras las luces de colores parpadeaban desde las ventanas de las casas cercanas. En el suelo, junto a un improvisado árbol de Navidad hecho de ramas secas y una guirnalda desgastada, estaba ella. Su rostro reflejaba el cansancio de los días y la lucha constante por sobrevivir. A su lado, un pequeño niño reía, ajeno al mundo cruel que los rodeaba.
El árbol que habían decorado juntos era un milagro en sí mismo. Habían recogido las ramas en la plaza cercana y, con un poco de hilo que encontraron en la basura, ataron unas tapas de botellas que brillaban bajo la luz de la luna. No había regalos, ni banquete, pero sí risas, abrazos y esperanza.
Ella había perdido la cuenta de cuántas Navidades habían pasado así. Tal vez tres, tal vez cinco. El frío era siempre el mismo, pero cada año intentaba regalarle a su hijo algo que no costara dinero: un momento feliz, un recuerdo cálido en medio de tanto hielo.
Esa noche, mientras jugaban con una pelota desgastada que alguien les había regalado días atrás, una pareja pasó cerca. Se detuvieron por un instante, observando la escena. Él llevaba un abrigo grueso y una bufanda que apenas dejaban ver su rostro. Ella, una mujer elegante con tacones altos, se estremeció.
—Mira, qué triste... —dijo la mujer.
—Sí, pero al menos están juntos —respondió el hombre, apretando más su abrigo.
"Triste", pensó la mujer sin hogar al escuchar el comentario. No entendía por qué la gente siempre veía tristeza en ellos. Claro, no tenían casa ni lujos, pero en ese pequeño rincón tenían lo más importante: amor.
**Gisel Dominguez**
—Mamá, ¿crees que el año que viene Santa me traiga una pelota nueva? —preguntó el niño, con la mirada inocente de quien todavía cree en la magia.
—Claro que sí, hijo. Santa siempre escucha a los niños buenos como tú.
Ella sabía que tal vez esa promesa no se cumpliría, pero no podía quitarle la ilusión. Y, aunque su vida estaba llena de carencias, en ese momento no se sentía pobre. La pobreza, pensó, era no tener a alguien con quien compartir una noche como esa.
La pareja que los miraba sacó una fotografía. Tal vez querían capturar la “tristeza” de la escena, o tal vez, en el fondo, les había conmovido la felicidad simple de esa madre y su hijo.
Cuando la pareja se fue, ella abrazó a su pequeño y le susurró:
—No importa lo que nos falte, mientras estemos juntos, siempre tendremos una Navidad.
Y así, bajo el cielo lleno de estrellas y junto a un árbol que parecía insignificante para el mundo, esa mujer y su hijo celebraron la Navidad más sincera que alguien pueda imaginar.
Fin del relato.