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18/10/2024
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19/09/2024

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Reglas de oro que necesitas saber antes de tomar   ¡No te lo tomes de un shot, no es Jager!1. Primero lo primero: El mez...
18/09/2024

Reglas de oro que necesitas saber antes de tomar
¡No te lo tomes de un shot, no es Jager!

1. Primero lo primero: El mezcal se saborea, no se shotea.

El shot se inventó para emborracharse rápido con alcohol barato, sin preocuparse por el sabor. Un buen mezcal se toma poco a poco.

2. El precio no tiene nada que ver con la calidad.

El mezcal es una bebida de moda y, cuando crece la demanda, la oferta cambia. Muchos empresarios se dedican a comprar mezcal barato para multiplicar su precio y venderlo en botellas bonitas a precios exhorbitantes.
No te dejes engañar.

3. El sabor no siempre es un buen indicador de calidad.
4. ¿Entonces cómo sé si un mezcal es bueno?

Agítalo y ve si hace muchas perlas (burbujas). Fíjate también en que no se deshagan muy rápido cuando lo sirves.

5. También puedes probar la calidad dentro de la botella.

Agita la botella para analizar las perlas. También fíjate en cómo escurre el mezcal en el interior, un buen mezcal avanza lento, como aceite.

6. Siempre pide tu mezcal blanco.

7. Fíjate que tu mezcal tenga por lo menos 40° de alcohol.

Una alta concentración de alcohol es señal de que es un buen producto.
Muchos productores suavizan su bebida para hacerla más popular.

8. Evita el mezcal con gusano.

Es básicamente una trampa para novatos. El gusano sólo deteriora el sabor del mezcal. Generalmente se usa para darle a la bebida el sabor a agave que un proceso deficiente de destilación no pudo capturar.

9. Las naranjitas son para limpiar el paladar.
Pon tú que te estás dando tu mezcal con una chela. Los puristas del agave estarían escandalizados porque la malta contrarresta el sabor del mezcal en tu boca. Para que eso no sea un problema, antes de cada trago dale una mordida a la naranjita.
•Ten cuidado al coctelear.

No le eches CocaCola, el dulce choca con el sabor del agave. Prueba con sabores amargos o ácidos, que realzan las propiedades del mezcal.

Autor: Villa Sola de Vega

08/07/2024

FIN DEL CICLO FAMILIAR TÓXICO

Si vienes de una familia de borrachos, deja que ese ciclo termine contigo. Deja que la borrachera nunca pase a través de ti a la próxima generación.

Si vienes de una familia de abandonados, nadie llega a terminar la escuela o ir a la Universidad; termina ese ciclo y alcanza el nivel más alto en estudio, demuestra que hasta tu árbol genealógico puede producir un intelectual.

Si los matrimonios de tu pariente nunca duran, el matrimonio de tus padres fue una decepción; termina ese ciclo, cuando te cases ten un matrimonio construido para durar.

Si eres hombre y tu padre solía golpear a tu madre; termina ese ciclo, sé lo opuesto a tu papá y ama a tu mujer como debe ser un verdadero hombre.

Si vienes de una familia tribal donde las decisiones se toman a través de lentes tribales; termina el ciclo, muéstrale a tu familia que el amor no conoce a ninguna tribu

Si la familia de la que vienes ha estado viviendo en la pobreza; termina ese ciclo, gana dinero, eleva a tu familia a la riqueza.

Si los miembros de tu familia son ampliamente conocidos por la mediocridad o actos vergonzosos; termina ese ciclo, sé excelente y exitoso, trae orgullo a tu apellido.

Si las personas de tu familia son conocidas por ser malas, frías y temperadas; termina ese ciclo, trabaja en ser amigable, cálido y accesible.

Si tu familia ha estado involucrada en brujería, suicidio, maldiciones e impiedad; termina ese ciclo, introduce a la divinidad en tu árbol genealógico, declara que en cuanto a mi y mi casa seremos prosperados

No tienes que llevar adelante las deficiencias de tu familia hasta la próxima generación. Ama a tu familia pero aprende de sus errores. No tienes voz en la determinación de la familia en la que has nacido, pero puedes determinar en quién te convertirás y el tipo de futuro y familia que tendrás. Tus decisiones afectan a las generaciones venideras

Angela Aguilar, es víctima de un  contexto familiar machista. Creció viendo las películas del abuelo en donde el hombre ...
15/06/2024

Angela Aguilar, es víctima de un contexto familiar machista.
Creció viendo las películas del abuelo en donde el hombre es un romántico mujeriego inalcanzable y llegaba al matrimonio única y exclusivamente con la mujer "de más valores" en el pueblo.
Su papá muy probablemente fue una figura ausente, aunque José Aguilar está en el núcleo familiar de Ángela el estaba en giras y cosas por el estilo.
Su mamá fue amante de su papá (aquí no juzgamos eso) pero ella ha naturalizado está situación.
Angela recién vive sola sin las reglas del hogar, entonces llega un abusador que tiene el patrón de comportamiento del abuelo, cubre carencias afectivas paternas y con la personalidad de esta niña caprichosa e inestable siente que "ya ganó"
Aún no sabe que la que se lo queda pierde.
Angela Aguilar no es la mala en la historia, aunque muestra poca empatía a otras mujeres, porque el machismo familiar así la educó, además de ser una niña a la que no le faltó nada y no ha luchado por el éxito que tiene, a diferencia de Cazu, pesé a la poca empatía que muestra, es Cristian Nodal, el victimario de ambas. Fue él quien dejó entrar a su vida familiar a Ángela, porque un patán como el calcula todo meticulosamente para salir lo menos raspado posible. Lo hizo con Belinda.
Dejemos de revictimizar a las víctimas, por muy mal que nos caigan.
P.d En este post no se pretende minimizar las acciones negativas que Angela está realizando ni el daño que le está haciendo a otra mujer en su estado vulnerable de maternidad. Buscamos visibilizar las muchas formas de machismo familiares que existen.

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22/05/2024

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En un mundo al revés...
15/05/2024

En un mundo al revés...

09/05/2024

La pereza, la acedía y otros malesCésar IndianoCuando era joven – de eso hace ya muchos años – fui a visitar a un amigo ...
23/04/2024

La pereza, la acedía y otros males
César Indiano
Cuando era joven – de eso hace ya muchos años – fui a visitar a un amigo especial que vivía en Comayagua, el cual llamaremos, por respeto a su dignidad, Rubén. Teníamos en común que amábamos los libros y debo decir que mis primeras lecturas de Dostoievski llegaron a mis manos gracias a él. Compartíamos también los ideales ilusos de cambiar el mundo apelando (tardíamente quizá) a las revoluciones proletarias.
En fin, llegué a visitarlo sin previo aviso de lo cual me arrepentí luego, porque jamás creí que pasaría una noche tan tenebrosa en aquella guarida de tablas que él llamada “mi cuarto”. Amigo lector, jamás de los jamases había estado en un lugar tan sucio, desorganizado y maloliente. Desconocía los hábitos domésticos de mi camarada porque antes de ese día nos citábamos, como dos vagos sublimes, en lugares públicos o en comedores baratos. Valga decir que Rubén era un hombre brillante, imaginativo y hasta noble, pero tenía una enfermedad espiritual clínicamente conocida como acedía. La acedía lo llevaría, una década después, a la tumba.
Como tenía confianza de amigos, le dije, no más entrar a aquel lugar “no jodás Rubén, este no es tu cuarto, este es el refugio del Diablo”. Agradecé, me respondió con toda frescura, que tenés dónde quedarte sin pagar, camarada Indiano.
Y tenía razón, en aquellos días yo andaba transitando el mundo a dos centavos la legua. Así que no tuve más opción que aceptar la lona mugrienta que Rubén tiró al piso para que hiciera las veces de colchón, a continuación, me lanzó una toalla que apestaba a requesón y por último un cojín de cuyas esquinas brotaban unas sebosas tripas de trapo, como nidos de chiches. Estaba cansado del viaje y de la vida, pero, era obvio que no podría conciliar el sueño de lo aterrado que estaba en aquella madriguera del demonio.
Así que nos dedicamos a conversar de todas las cosas que dialogan dos almas sin futuro. Rubén intentó volver agradable el momento sirviendo Coca Cola en dos vasos de cartón que seguramente había utilizado unas 40 veces.
Mientras hablaba de libros y de otros asuntos revolucionarios, noté que sus dientes eran verdes. Tenía un sarro de varias semanas en toda la faja de tiros y en la mesita de noche (una tabla rústica sobre dos bloques de concreto) había un tubo de pasta escurrido de años, junto a varios vasos plásticos repletos de basuritas: hojas de afeitar mohosas, sobres vencidos de pastillas, pedazos de lápices, bolsitas de churros, varias cajas de fósforos vaciadas, papeles arrugados y lo más increíble, dos mitades verdosas de una naranja que había chupado, por lo menos, tres meses antes de mi llegada.
Pegué un grito cuando de uno de los vasos salió un ratoncito negro y vivaz que brincó asustado sobre un laberinto de calcetines hediondos y trapos arrugados que estaban esparcidos en toda la habitación.
Por cierto, el piso era de cemento, pero estaba revestido con una capa de hollín y mugre. Una tabla ancha servía de puente entre su camastro y la puerta; me explicó que por esa tabla cruzaba en temporada de lluvias. Afuera, había una pila en escombros, repleta de cartones y maderas podridas y no vi –por ninguna parte – una escoba o una barra de jabón.
Ante mi reacción no sólo se rio de mí, sino que me dijo “no camarada, si un ratón te asusta, cómo diablos vamos a hacer una revolución”. Sabía que sería una noche larga así que me fui quedando quieto, con la mirada fija en aquel techo de láminas en cuyas vigas vi varios periódicos enrollados, algunas revistas subversivas y varios calcetines apelmazados, puestos ahí para tapar goteras. Oía claramente, cómo las cucarachas se movilizaban entre las hendiduras de las tablas. En su cochambre, aquel hombre era feliz, roncaba como un cochino y no tenía problemas de conciencia. Vivía de una remesa que le enviaba su madre desde Miami y entre carcajadas me decía “tengo salario de hijo”.
Después el destino nos separó, y yo, comencé a buscar un nuevo sendero para darle continuidad a mi vida de peregrino sin brújula. Cuatro años después, una amiga en común, me contó que Rubén había mu**to como un perro en un pasillo del Hospital Escuela, en Tegucigalpa. Por el tono en que me relató los detalles de su muerte me di cuenta de que era algo más que una amiga “Rubén llegó al hospital retorciéndose de un dolor estomacal – me dijo – gritaba y lloraba a la vez, mientras los médicos le decían que tuviera paciencia. En su último suspiro logró decirme… Le avisás a Indiano”.
De esto han pasado más o menos 30 años, en los cuales no he conocido a nadie que supere a Rubén en dejadez. Aunque su novia – herida de amor – despotricó contra el hospital, contra los burgueses de mi**da que matan a la gente y contra la OMS, lo cierto es que Rubén murió de acedía.
Desde el día memorable en que lo visité supe que no moriría – como él deseaba – como un guerrillero, dando batallas contra la injusticia. Rubén – en su pereza proverbial – sólo podía morir de tres maneras: destrozado por una poderosa bacteria estomacal, acorralado por un ejército de microbios o carcomido por una plaga de pulgas, chinches, cucarachas y ladillas.
Con el pasó de los años murió dentro de mí la fantasía de cambiar el mundo. Fui entendiendo que el único universo del cual puedo tener control es mi habitación y mi patio. He comprobado que un individuo demora 3 minutos en limpiar el lavabo, 5 minutos en sacudir y ordenar su cama, 20 minutos en barrer y trapear un piso, 30 minutos en ordenar la ropa, 10 minutos en sacudir los menajes, 5 minutos en sacar la basura del carro, 2 minutos en lavar el plato propio, 20 minutos en lavar la loza entera y 9 minutos en cepillarse los dientes, tres veces al día.
Otras tareas como limpiar lo del perro, sacar la basura, fregar las cortinas y ordenar la bodega, pueden llegar a ser la diferencia entre vivir o morir. Con 99 minutos diarios dedicados a su propia vida, una persona se vuelve revolucionaria de su bienestar.
La acedía – respetable lector – mata personas, destruye matrimonios, arruina familias, quiebra negocios y devasta ciudades y naciones. Nunca voy a olvidar la frase de una patrona que tuve en Barcelona, cuando me contrató para que lavara platos en su hotel “Limpie y lave, friegue y restriegue, porque el Ángel de la Prosperidad no entra donde huele a mi**da”.
Cortesía: Escritor Cesar Indiano🇭🇳

24/03/2024

“Come lo que quieras en Semana Santa, el sacrificio no está en el estómago, sino en el corazón.
La gente, se abstiene de comer carne, pero, no le hablan y hacen de menos a sus hermanos y/o familiares, no visitan a sus padres ni los atienden.
No comparten su comida con quien más lo necesita, alejan a sus hijos de su padre/madre y/o abuelos. Critican la vida de los demás, abusan de su pareja, levanta calumnia, falsos testimonios contra sus hermanos, etc.
Un delicioso "lomo saltado" o una carne bien guisada no te hace una mala persona, al igual que un pescado frito no te hará un santo. Mejor busca tener una buena relación con Dios haciendo el bien a otros.
Seamos menos arrogantes y más humildes de corazón.”
Papa Francisco 🙏

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