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"SE ABRIÓ EL CIELO"Ya no nos sorprende poder sacar del bolsillo un pequeñísimo celular, y oprimir unas cuantas teclas pa...
12/01/2025

"SE ABRIÓ EL CIELO"

Ya no nos sorprende poder sacar del bolsillo un pequeñísimo celular, y oprimir unas cuantas teclas para comunicarnos al instante con alguien en cualquier parte del planeta; pero hasta hace relativamente poco la gente ni soñaba en que eso fuera posible: durante siglos no hubo teléfono, y cuando fue inventado, ni la imaginación más desbordada hubiera podido concebir en lo que éste se transformaría.
Lo comentábamos el otro día en familia mientras veíamos una película del año de la canica, en blanco y negro, en la que se veía que para hablar por teléfono los protagonistas tenían que darle vueltas y vueltas a una manivela en una caja negra de la a que salía un cable con un auricular cilíndrico que se ponían en la oreja mientras gritaban en una bocina que sobresalía de la caja: '¡Operadora, operadora!', en espera de que al otro lado de la línea una señorita sentada frente a una especie de conmutador lleno de cables atinara a conectar el adecuado en el agujerito correcto para establecer la conexión que permitiera realizar la llamada, la cual, por supuesto, escucharía -y quién sabe si luego platicaría.
Tener presente que durante años la comunicación telefónica no fue sencilla ni rápida ni privada, nos ayudó a renovar nuestro aprecio por la facilidad con que ahora podemos comunicarnos.
Comparaba esto con el aspecto espiritual y consideraba que sucede algo parecido.
Ya no nos sorprende poder comunicarnos de tú a tú con Dios, llamarlo Padre, clamar a Él desde el abismo de nuestra miseria y pecado y tener la seguridad de que nos escucha y acoge nuestras súplicas, pero no siempre fue así.
Durante siglos hubo generaciones y generaciones de creyentes que consideraban que Dios estaba demasiado alto, y desde luego muy lejos de ellos por ser pecadores. El profeta suplicaba: “¡Ah, si abrieras los cielos y descendieras!” (Is 63,19), como pidiéndole que manifestara Su presencia, Su cercanía.
Y entonces sucedió el milagro. Lo inimaginable. Dios se hizo cercano. Quiso compartir nuestra condición humana, ¡ser uno de nosotros! Y para que no quedara duda de Su amor y cercanía por todos, aun por los pecadores, hizo algo de lo cual nos habla el Evangelio que se proclama este domingo en Misa (ver Lc 3, 15-16.21-22): Jesús se presentó en la orilla del río Jordán, a donde Juan el Bautista bautizaba a quienes se reconocían necesitados de perdón y conversión, y entró al agua como todos, para ser bautizado, aunque no le hacía falta.
Hace notar san Lucas que en ese momento Jesús oraba y que mientras oraba, "se abrió el cielo" (Lc 3, 21).
Detengámonos en esta frase, en esta escena, porque en cierta manera representa toda la misión de Jesús. Visualicémoslo ahí, con medio cuerpo sumergido en esa agua a la que fue a lavarse la humanidad caída, la humanidad necesitada de redención; y medio cuerpo fuera del agua, vuelto hacia Dios, intercediendo por los pecadores. Dios hecho Hombre, para rescatar al hombre y conducirlo hacia Dios.
Contemplar esto es comprender que por pecadores que seamos, por caídos que estemos no estamos solos ni podemos sentirnos abandonados, o dudar de ser acogidos por Dios, pues tenemos la certeza de contar con la poderosa intermediación de Jesús.
Podemos dirigirnos al Padre diciéndole: 'te lo pedimos por Cristo nuestro Señor', porque sabemos que por esa poderosa intercesión nuestra oración llega, nuestra oración abre el cielo, somos escuchados a pesar de nuestras miserias, a pesar de nuestras faltas.
Ya no podemos pensar que el Padre no nos atiende, sabemos que lo hace porque no lo pedimos nosotros solos, que no merecemos nada, que no tenemos mérito alguno, sino el Hijo, por quien desciende el Espíritu Santo sobre las aguas, como en la creación del mundo, para ordenar nuestro caos (ver Gen 1,1-2), el Hijo en quien el Padre se complace (ver Lc 3, 22), el que por nosotros se hizo Hombre y por nosotros entró al Jordán a ser bautizado, no porque lo necesitara, sino porque quería solidarizarse con nosotros y, al compartir nuestra condición humana limitada , abrirnos a la comunicación con Dios ilimitada.

(Del libro de Alejandra María Sosa Elízaga “La mirada de Dios”, Col. ‘La Palabra ilumina tu vida’, ciclo C, Ediciones 72, México, p. 26,
disponible en Amazon)

"REGALOS DE REYES"¿Cuál es tu mejor recuerdo de infancia de los Reyes Magos? Surgió esta pregunta entre compañeros de tr...
05/01/2025

"REGALOS DE REYES"

¿Cuál es tu mejor recuerdo de infancia de los Reyes Magos?
Surgió esta pregunta entre compañeros de trabajo mientras compartían un pedazo de rosca a la hora del café. Cada uno aportó alguna anécdota, casi siempre tierna o divertida, pero la que se llevó la tarde fue una señora ya viejita, que contó que cuando era pequeña, sus papás hospedaron en su casa a un amigo suyo que había venido a México a trabajar. Era un hombre muy bondadoso y de una gran fe, que se las supo comunicar con sus palabras y ejemplos y también a través de ciertas devociones y tradiciones que compartió con ellos.
Contaba ella que en la fiesta de Reyes, aquel amigo reunía a todos los de casa, traía una caja grande que guardaba en su ropero, la abría e iba sacando y desenvolviendo unas bellas figuras talladas en madera que representaban la escena de la adoración de los Magos. Colocaba cada figura en la mesa, recordándoles su significado, y luego les leía, con voz profunda, el Evangelio que se proclama este domingo en Misa (ver Mt 2, 1-12).
Después se sentaban a merendar chocolate y rosca que preparaba su mamá.
Pasados unos años este buen hombre se regresó a su tierra. Curiosamente su partida fue al día siguiente de la fiesta de los Reyes Magos. Esa noche lo despidieron con mucho cariño y gratitud y cuando despertaron ya se había ido. Entonces descubrieron que había dejado unos paquetes de regalo. Cuál no sería su sorpresa cuando fueron desenvolviéndolos y vieron que eran ¡sus hermosas figuras de madera!, un regalo invaluable, no sólo por su valor afectivo sino por la manera como lo repartió entre todos.
Les explicaba en una tarjeta, que no había querido dejarle la caja a una sola persona sino una pieza a cada uno con dos intenciones: La primera, asegurar que todos se siguieran reuniendo a celebrar la fiesta de los Reyes Magos, pues si alguien faltaba, faltaría su pieza y dejaría incompleta la escena, y la segunda, que cada uno considerara que así como la pieza que llevaría a la fiesta era necesaria, también sus dones y cualidades eran necesarios para su familia.
Entonces cada uno descubrió que en su envoltorio venía una dedicatoria muy especial que no sólo era una explicación del significado de la pieza que le había tocado, sino una invitación a reflexionar y a vivir lo que dicha pieza significaba.
A la que contó esto le regaló la estrella, con una nota que decía: 'Recuerda que la estrella no se limitó a dar luz inmóvil desde lo alto del cielo, sino que se movió para guiarlos hasta donde estaba el Niño. Así también tú, procura ir al encuentro de los demás para compartir la luz del Señor'.
A su hermana mayor, a la que le dejó la casita le escribió: 'Los magos pudieron hallar al Niño porque estaba en una casa, no cerrada a piedra y lodo, sino abierta de par en par. Que tu corazón se mantenga siempre como esta casa, dispuesto a albergar a todos con la misma calidez y misericordia de la Sagrada Familia'.
Al hermano mayor, al que le dio el Rey Mago que llevaba cofre con oro le puso: 'Este sabio le ofrece oro al Niño porque lo reconoce como Rey y quiere darle lo más valioso que tiene. Procura tú en tu vida ofrecerle a Dios lo mejor de ti: en tiempo, en deseos de agradarlo, en amor a Él y a los demás'.
El hermano menor recibió el Rey Mago que lleva incienso y leyó: 'A diferencia de mucha gente que cree y quiere que otros crean que Jesús sólo fue un gran hombre, este sabio reconoce y adora la divinidad del Niño. Haz tú lo mismo, pon tu vida en Sus manos con la seguridad de que no quedarás defraudado' .
El papá obtuvo el Rey Mago que lleva mirra, con esta nota: 'Este sabio anuncia que este Niño va a morir, pues dará Su vida para la salvación de todos. Al mirarlo siente la alegría de saber que por más dificultades que se presenten en la vida, tienes a tu lado al Salvador, dispuesto a ayudarte con tu familia, a rescatarlos del mal y del pecado y a conducirlos con Él a la vida eterna. Sé siempre valiente y confía en Él'.
Por último, a la mamá le dejó a la Sagrada Familia, con una nota que decía: 'Que la paz y el amor que irradian Jesús, María y José sean la fuente de la paz y el amor que reinen en tu corazón y en tu hogar.'
La viejita terminó su anécdota comentando que hasta la fecha su familia seguía la tradición de reunirse, ahora ya con hijos, nietos y bisnietos, cada uno llevando su pieza, cuidadosamente conservada, a veces heredada, y durante la merienda volvían siempre a su memoria las palabras de aquel buen amigo que les ayudaban a tener presente que lo principal no era comer rosca, sino compartir con los seres queridos el gozo de celebrar y adorar, como los Reyes Magos, al Niño Jesús.

(Del libro de Alejandra María Sosa Elízaga “La mirada de Dios’, Col, ‘La Palabra ilumina tu vida’, ciclo C, Ediciones 72, México, p. 23, disponible en Amazon).

"RESPUESTAS"Hace años había un concurso televisado en el que profesionistas trataban de ganarse una suma de dinero respo...
29/12/2024

"RESPUESTAS"

Hace años había un concurso televisado en el que profesionistas trataban de ganarse una suma de dinero respondiendo preguntas sobre materias que se estudian en la primaria. Contaban con cierta asesoría de alumnos que la cursaban, pero cuando de plano no sabían la respuesta y decidían retirarse del juego con lo que hasta el momento habían obtenido, antes tenían que reconocer públicamente: 'soy profesionista, pero un niño de primaria ¡sabe más que yo!'.
Ay, si hubiera existido ese concurso hace dos mil años, ciertos personajes que aparecen en el Evangelio que se proclama este domingo en Misa (ver Lc 2, 41-52) hubieran tenido que reconocer públicamente su ignorancia, pero no en temas de primaria, sino en el de mayor importancia que puede haber: la Palabra de Dios, y no por haber sido superados por cualquier niño, sino nada menos que por el niño Jesús.
Cuenta San Lucas que para las fiestas de Pascua, María y José fueron a Jerusalén con Jesús, que ya tenía doce años, pero cuando volvieron, Jesús se quedó allá sin que María y José lo supieran.
Era común que en las caravanas de peregrinos las mujeres viajaran por un lado y los hombres por otro, por lo que probablemente María pensó que Jesús estaba con José y éste creyó que el Niño estaba con ella. Cuando se dieron cuenta de que no era así, comenzaron a buscarlo y se regresaron a Jerusalén.
Por fin, tras una búsqueda, durante la cual se sintieron 'llenos de angustia' (Lc 2,48c), (que se extraviara el Hijo de Dios ¡no era para menos!), lo hallaron al tercer día en el Templo, sentado en medio de doctores (llamados así no porque fueran médicos sino por su conocimiento de las Sagradas Escrituras).
Dice San Lucas que Jesús estaba: "escuchándolos y haciéndoles preguntas" (Lc 2, 46c), pero luego añade que "todos los que lo oían se admiraban de Su inteligencia y de Sus respuestas" (Lc 2,47).
¿Por qué primero dice que los escuchaba y les hacía preguntas y luego comenta que todos se admiraban de lo que Él respondía? ¿Qué no se supone que era el niño Jesús quien hacía las preguntas?, ¿por qué entonces también daba Él las respuestas?
Podemos aventurar una razón: porque seguramente les hizo preguntas a las que no supieron replicar, por lo que Él tuvo que contestarlas, pero no como para lucirse dejando callados a esos señorones, sino para ayudarlos a que se cuestionaran profundamente algunas cosas, por ejemplo, que se habían conformado con tener muchos conocimientos, pero memorizados, sin penetrar en su sentido, sin plantearse interrogantes, sin dejarse cuestionar o mover (como aquellos 'expertos' consultados por Herodes cuando llegaron los magos de Oriente, que supieron consultar en las Sagradas Escrituras que el Mesías nacería en Belén, pero ¡no se les ocurrió ir a verlo!).
Es interesante que se proclame este Evangelio en este día en que la Iglesia celebra a la Sagrada Familia, cuando estamos invitados a poner la mirada no sólo en la familia de Nazaret, sino también en la nuestra.
Y es que hoy en día hay tantas familias que, como esos doctores de la Ley, se han conformado con una religiosidad vacía, con realizar lo mínimo que se les requiere, pero por compromiso, sin corazón; sólo para cumplirle a Dios, no para tener o estrechar una amistad con Él, y enseñan a sus niños a memorizar, pero no a vivenciar las verdades de la fe, y así, poco a poco, se van quedando sin respuestas y luego tratan de encontrarlas en donde no las hallarán (en sectas, en la ‘nueva era’, en prácticas supersticiosas, etc.).
Ojalá dejaran a Jesús estar en medio, como estuvo en el Templo, porque haría las mismas tres cosas que hizo ahí, y les resultarían ¡tan sanadoras!
Primero les escucharía, podrían volcar su corazón en Él.
Luego les cuestionaría, animándoles a replantearse muchas cosas, a renovar su vida de fe, a descubrir la riqueza de vivir los Sacramentos no como rituales obligatorios y carentes de sentido, sino como encuentros con Él, que está siempre esperando para recibir con los brazos abiertos a quien se le acerque en la Reconciliación, en la Eucaristía, en la lectura de Su Palabra, en la oración.
Y por último, pero no por ello menos importante, les daría respuesta a todas esas interrogantes surgidas de lo más hondo del corazón, que nadie más que Él puede conocer, y nadie más que Él sabe responder.

(Del libro de Alejandra María Sosa Elízaga “La mirada de Dios”, Col. ‘La Palabra ilumina tu vida’, ciclo C, Ediciones 72, México, p. 20, disponible en Amazon)

"¿QUIÉN SOY YO?"Son una mezcla alucinante de sustancias entre nubosas y líquidas, de colores sorprendentemente intensos ...
22/12/2024

"¿QUIÉN SOY YO?"

Son una mezcla alucinante de sustancias entre nubosas y líquidas, de colores sorprendentemente intensos y contrastantes, rodeadas por todas partes de minúsculos puntitos de distintos brillos, en uno de los cuales ¡habitamos nosotros! Sí. Se trata de fotografías enviadas a la tierra por el telescopio Hubble, situado a quinientos kilómetros de altura, y por la sonda Voyager, que tiene, entre otras, la misión de viajar por el espacio, cada vez más lejos de la Tierra, e ir mandando las imágenes que vaya captando. Ambos aparatos han enviado fotografías de galaxias, nebulosas, agujeros negros y estrellas que hacen ver nuestro sol como un chicharito junto a un balón de baloncesto. Una de las fotos más impactantes es una que fue tomada cerca de los brillantes anillos de Saturno, y muestra el espacio negro cuajado de cuerpos celestes y señala con una flechita la Tierra. Deja sin aliento constatar que nuestro planeta es tan minúsculo en comparación con lo que lo rodea, que podría pasar desapercibido.
Mirarla provoca un sentimiento como el que expresó el salmista, que tras contemplar el cielo, obra de la mano de Dios, le pregunta, "¿qué es el hombre para que de él te acuerdes?" (Sal 8,5), en otras palabras, ¿cómo es posible que te intereses por nosotros que somos un microscópico puntito en el cosmos? Y la única respuesta que hay a esa pregunta nos la ha dado Dios: Por amor. Porque nos ama nos creó, porque nos ama nos sostiene en la palma de Su mano; porque nos ama no ha dejado que en nuestra travesía por el espacio nos embista un planeta ni nos destruya un meteorito ni nos engulla un hoyo negro. Y no sólo eso. Cuando por necios y tontos nos apartamos de Él, pudo habernos borrado de un plumazo, y el universo ni se hubiera inmutado, pero en lugar de eso, hizo lo impensable, lo inaudito, lo que jamás nos hubiéramos atrevido a esperar, ya no digamos a imaginar: vino a vivir con nosotros, vino a someterse a nuestra pequeñez, vino a compartir las vicisitudes de vivir en este mundo, para rescatarnos de nuestras miserias e invitarnos a disfrutar la eternidad con Él. Alguno podría preguntarse: pero, ¿por qué nos ama tanto así el Señor?, ¿habremos hecho algo muy bueno?, ¿lo hizo por nuestros méritos? A lo que cabe responder: No, no se debe a nada que hayamos hecho. Es puro don, pura gratuidad, puro regalo fruto de Su amor y misericordia.
Recordaba esto al meditar en la escena que nos plantea el Evangelio que se proclama este domingo en Misa (ver Lc 1, 39-45), la primera parte de la llamada 'Visitación'. En ella se nos narra el momento en que María llegó a casa de su prima Isabel, la saludó y entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y luego de bendecir a María (con esas hermosas frases que le pedimos prestadas para el Avemaría), se hizo esta pregunta: "¿Quién soy yo, para que la Madre de mi Señor venga a verme?" (Lc 1, 43). De esta escena esta frase no es la que suele recibir la mayor atención, pero vale la pena que ahora nos detengamos un momento a considerarla. ¿Por qué dice eso Isabel? Después de todo, según los criterios del mundo, ella tendría muchas razones de peso que justificarían que María la visitara; por mencionar sólo tres: Isabel era esposa de Zacarías, un sacerdote intachable, importante y respetado en su comunidad quien había recibido nada menos que la visita de un ángel de Dios que le dio un notición increíble. A Isabel le había sido concedido un milagrazo tremendo de parte de Dios: que siendo ella estéril y de edad avanzada y habiendo sufrido toda su vida la pena de no tener hijos, por fin pudiera concebir. Y por último, Isabel era parienta de María. Ahí tenemos, más que suficiente para que Isabel se hubiera creído con todo el derecho ya no sólo a esperar sino casi a exigir que la visitara la Madre del Señor. Pero no. Su pregunta muestra que se siente indigna, que no se cree merecedora de tan grande don. Con razón pudo quedar llena del Espíritu Santo, claro, si estaba vacía de sí misma, vacía de ego, vacía de pretensiones, abierta a lo que Dios le quisiera regalar...
En este Cuarto Domingo de Adviento, cuando falta ya muy poquito para celebrar en Navidad que el Altísimo se haya dignado descender hasta nosotros, quedamos invitados a aprender de Isabel a recibirlo estremecidos de alegría, asombro y humildad.

(Del libro de Alejandra María Sosa Elízaga “La mirada de Dios”, Col. ‘La Palabra ilumina tu vida’, ciclo C, p. 17, Ediciones 72, disponible en Amazon).

"LA VERDADERA RAZÓN DE LA ALEGRÍA"Muchas personas creen que la alegría de la Navidad se debe a que se decoran las casas ...
14/12/2024

"LA VERDADERA RAZÓN DE LA ALEGRÍA"

Muchas personas creen que la alegría de la Navidad se debe a que se decoran las casas y calles con foquitos de colores, flores de nochebuena y brillantes esferas, se reciben regalos y se cena sabroso, pero esta manera de ver la Navidad deja afuera de la celebración a ¡muchísima gente!
Los que no pueden comprar arbolito, se apenan; los que no tienen dinero para dar algo 'apantallador' se acomplejan; los que no recibieron un buen regalo, se sienten defraudados; los que no son invitados a ninguna posada ni tienen con quién cenar el 24, se deprimen, y así sucesivamente.
Gracias a los comerciantes, mucha personas se han ido, como decimos, 'con la finta', ya no le encuentran a la Navidad su verdadero sentido y la ven venir con horror: les parecen los gastos, excesivos; los adornos, ridículos; las reuniones familiares, fastidiosas; la nostalgia por los que ya no están, insoportable y están hartos de oír villancicos ¡hasta en el supermercado!, en suma: con gusto borrarían la Navidad del calendario.
Como contrapeso a todo esto, en este Tercer Domingo de Adviento (también llamado ‘Gaudete’ -que en latín significa: 'alegraos'- y en el que se enciende la vela rosa de la corona de Adviento, como símbolo de alegría) la Segunda Lectura que se proclama en Misa (ver Flp 4, 4-7), pone las cosas en su lugar (a buena hora, pues todavía faltan diez días para Navidad). Dice San Pablo: "Alégrense siempre en el Señor; se los repito: ¡Alégrense!...El Señor está cerca. No se inquieten por nada..." (Flp 4, 4.5b)
¡He aquí la verdadera y única razón para la alegría!, no que un señor gordo vestido de rojo supuestamente reparta regalitos, ni merendarse a un pobre guajolote, ni siquiera recibir un aguinaldo, porque todo eso es pasajero y se acaba.
Que el Señor está cerca, en cambio, ¡sí es motivo de auténtico gozo!
Significa que Dios te ama tanto que sin tener ninguna necesidad de ello quiso hacerse humano para acercarse a ti, para compartir contigo todo lo que tú vives, pero no sólo como un gesto de solidaridad admirable, sino para darle un sentido a tu existencia y rescatarte de todo aquello de lo que nunca hubieras podido salir por tus propio esfuerzo: el dolor, la tristeza, la desesperación, el miedo, el pecado, la muerte.
La alegría de esta temporada no está destinada -como este mundo consumista se empeña en hacernos creer- a unos cuantos que tienen con qué y con quién celebrar.
La Navidad llega ¡para todos!: para ese enfermo que pasará ese día en el hospital; para ese anciano a quien nadie visita; para ese niño que no tendrá regalo en su zapatito, y tal vez ni siquiera zapatito; para esa persona que llora la muerte de alguien muy querido; para todos los que vivimos en este mundo violento e injusto y nos sentimos tentados a tener demasiadas razones para el miedo y la desesperanza.
Llega la Navidad para ti, seas quien seas, estés donde estés, a recordarte que Aquel que te creó por amor no te ha abandonado, que está justo aquí, a tu lado, que Dios ha querido venir a acompañarte, no sólo cuando te sientes bien, sino en tu enfermedad, en tu pobreza, en tu dolor, ayudándote a encontrarle sentido a todo, mostrándote un camino, sembrando una esperanza en tu corazón que te permita descubrir en tu vida la mayor razón para la alegría, lo que anunciará San Juan en su Evangelio el día de Navidad: que Jesús es la luz verdadera que nos vino a iluminar, y que no hay tiniebla que la pueda derrotar.

(Del libro de Alejandra María Sosa Elízaga “Vida desde la Fe”, Col. ‘Fe y Vida’, Ediciones 72, México, p. 62, disponible en Amazon).

'¿YA TE CONSAGRASTE  A MARÍA?'A esta pregunta tal vez mucha gente responda que no, pensando que consagrarse a María suen...
10/12/2024

'¿YA TE CONSAGRASTE A MARÍA?'

A esta pregunta tal vez mucha gente responda que no, pensando que consagrarse a María suena a ritual religioso sólo para monjitas. Pero consagrarse a María es algo que todos podemos, más aún, deberíamos hacer. San Maximiliano María Kolbe consideraba dicha consagración el medio más seguro y rápido para alcanzar la santidad.
¿En qué consiste consagrarse a María? En confiarte a Ella para que interceda por ti ante Jesús, le presente todo lo que quieras ofrecerle y te enseñe a amarlo como lo ama Ella.
San Luis María Grignion de Montfort, santo francés (1673-1716) ideó un ‘método de consagración a la Santísima Virgen María’. Consta de una preparación previa de 33 días, durante los cuales se hacen diario ciertas lecturas y oraciones. Al final se realiza la consagración, de preferencia en la iglesia, en presencia de un sacerdote. Este método es el más conocido. Está disponible gratis en internet, o impreso en librerías religiosas.
Hace alrededor de 10 años el padre Michael E. Gaitley, MIC, de la orden de padres marianos de la Inmaculada Concepción, escribió también un método de consagración a María, que, como el de Montfort, dura 33 días, pero se diferencia en que lo que se lee y reza diario es muy breve y sencillo, para gente ocupada que tiene poco tiempo. Se volvió sumamente popular. Su congregación ha vendido y regalado millones de ejemplares. Se llama: “33 Días hacia un glorioso amanecer”, y está disponible impreso o en internet.
Considera consagrarte a María. Te colmará de incontables gracias y bendiciones y te hará sentir cada día más su maternal amor y cercanía.

AMAR SIN SINDICATOEn la vida laboral quienes pertenecen a un sindicato se sienten protegidos por éste de lo que les dema...
07/12/2024

AMAR SIN SINDICATO

En la vida laboral quienes pertenecen a un sindicato se sienten protegidos por éste de lo que les demande su patrón. Tienen bien delimitado cuál es su horario, lo que les toca desempeñar a ellos y lo que corresponde a otros, y nadie les puede exigir que hagan lo que no está en su contrato.
Muchos creyentes quisieran que esto aplicara en la vida espiritual. Quisieran poder ser algo así como 'sindicalizados del amor' para poder responder a la exigencia de amar con un: 'No, lo siento, ya venció mi jornada, ya no me queda amor para dar así que pase a otra ventanilla'; 'a mí no me toca amar a fulano, le toca a otros'; 'hoy estoy de descanso, así que ni se les ocurra pedirme que ame'. Pero esto no es posible. Jesús nos pide amarnos unos a otros como Él nos ama (ver Jn 15, 12), y San Pablo nos hace ver que el auténtico amor no puede tener límites (ver 1Cor 13, 7).
¿Por qué semejante exigencia? ¿Qué no sería mejor o cuando menos más fácil, que se nos pidiera amar dentro de un horario y solamente a un limitado número de personas? No, porque fuimos creados por y para el amor, y sólo el amor nos permitirá alcanzar la plenitud a la que estamos llamados. Por eso no hay que pasar la vida buscando modos de amar menos, todo lo contrario.
Fijémonos lo que dice San Pablo en el texto que se proclama este domingo en Misa como Segunda Lectura (ver Flp 1, 4-6. 8-11): que en su oración por nosotros pide que nuestro amor "siga creciendo más y más" (Flp 1, 9). Ello confirma que no sólo estamos llamados a amar, sino a aumentar ese amor, es decir, a amar más y mejor.
Alguien podría preguntar: pero si ya amo a alguien con todo mi corazón, ¿cómo puedo amarlo más? La respuesta es que el amor no consiste en sentir, sino en comunicar; no es un sentimiento sino una acción que busca el verdadero bien del otro. Si sólo fuera algo que uno experimenta en su interior, sería difícil aumentarlo (¿cómo pedirle a un padre amoroso que ame más a su hijo?, ¿cómo pedirle a una esposa enamorada que ame más a su marido?), pero es algo que se traduce en obras, que se expresa en pensamientos, palabras, actitudes, y en este sentido, ¡sí que puede crecer! Siempre podemos dar más amor, con todo lo que ello implica: tratar a los demás con más alegría, con más paciencia; buscar nuevos modos de hacerlos sentir más aceptados, más comprendidos, más tomados en cuenta; siempre podemos esforzarnos más por perdonar, por callar comentarios desagradables, por evitar disgustos, por tender nuestra mano con mayor frecuencia...
Estamos en 'Adviento' (palabra que significa 'venida'), tiempo que nos sirve para prepararnos a celebrar no sólo la venida histórica de Jesús hace dos mil años, sino la futura.
Dice San Pablo que si crecemos en amor llegaremos "limpios e irreprochables al día de la venida de Cristo" (Flp 1, 10). ¿Quién no quisiera que a Su venida Cristo lo encuentre 'irreprochable'? Pues bien, tenemos la receta para lograrlo: hay que crecer en amor.
Nos estamos preparando también para celebrar el Nacimiento de Aquel que nos amó hasta el extremo y que nos invita a amar como Él, ¿qué tal si nos disponemos a vivir esta Navidad como una fiesta de amor? He aquí una propuesta concreta:
El mejor regalo no es el que se compra, por costoso que sea (pues quizá apantalla a quien lo recibe, pero no toca su alma). El mejor regalo es aquel que involucra a quien lo da, lo hace salir de sí mismo, dar algo no sacado de su cartera, sino de su corazón; no una parte de lo que tiene sino de lo que es.
Por ello, en esta Navidad sería interesante que acordemos, en familia al menos, que en lo que respecta a los regalos que solemos intercambiarnos, no recurramos a la solución fácil de comprar algo para salir del paso, sino nos atrevamos a dar algo que no tenga precio, que no se pueda comprar, que involucre lo verdaderamente valioso que cada uno tiene: su voluntad, su disposición, su tiempo, realizar algo concreto por otra persona.
Así, por ejemplo, esta Navidad el intercambio de regalos puede convertirse en un 'intercambio de promesas'. Cada miembro de la familia escribe las suyas (en un papel, tarjeta navideña) y al momento convenido, se la da a quien corresponda. Puede regalar su promesa de ir con alguien a alguna parte a la que éste ha querido ir pero no ha tenido nadie que le acompañe; su promesa de ayudar a ordenar o reparar algo en la casa; su promesa de hacer una visita o dedicarle a alguien todo un día, o una mañana o una tarde; su promesa de prestarle atención, de escucharle sin hacer otra cosa al mismo tiempo ni interrumpirle; su promesa de ayudarle en ciertas latosas labores domésticas; su promesa de sustituirle en algo que le toca hacer, para que pueda darse un respiro y descansar.
A diferencia de lo que sucede cuando das regalos materiales, regalar una promesa así te enriquece. Te hace pensar en las necesidades de otros y ser más sensible a éstas; te anima a salir de tu propio egoísmo, en suma: te hace crecer en amor.
Contra lo que podría pensarse, el que gasta mucho en un regalo en realidad da poco. Ojalá en esta Navidad no caigamos en la tentación de amar con un corazón sindicalizado, es decir, que tiene bien delimitado a quién sí y a quién no amar, y hasta dónde, sino nos animemos a amar sin medida y a mostrar ese amor dando no sólo de lo que tenemos, sino de lo que somos, para poder así celebrar, imitar y recibir a Aquel cuyo amor no se puede limitar.

(Del libro de Alejandra María Sosa Elízaga “Gracia opportuna”, Col. ‘Fe y vida’, ciclo C, Ediciones 72, México, p. 12, disponible en Amazon).

"¿SÍ TE ACUERDAS QUÉ ES LA NAVIDAD?"Caminaba entre el aroma de los pinos y del ponche recién hecho, entre filas de puest...
01/12/2024

"¿SÍ TE ACUERDAS QUÉ ES LA NAVIDAD?"

Caminaba entre el aroma de los pinos y del ponche recién hecho, entre filas de puestos donde se venden figuras para Nacimiento, heno, musgo, portalitos, velas, coronas de Adviento, piñatas y toda clase de artículos navideños, cuando al pasar frente a una familia que miraba una serie de lucecitas que parpadeaban y tocaban villancicos al mismo tiempo, alcancé a oír que el papá le preguntó a su niña: '¿sí te acuerdas qué es la Navidad?', a lo que ella replicó emocionada: ¡¡sí!!, ¡¡que viene Santa Claus!!
La respuesta lo hizo reír y a mí me apachurró el corazón.
¿Cómo fue que sucedió que las celebraciones en torno al Nacimiento de Jesús se volvieron más importantes que éste, al grado de hacer que muchas personas ni se acuerden de Él?
Se me ocurre, y perdónenme si suena exagerado, que esto tiene el típico sello discreto y eficaz de ése al que Jesús llamó el 'príncipe de la mentira'.
Es característica suya promover algo aparentemente bueno para que las personas lo acepten sin chistar, y luego usar aquello mismo para apartar a la gente de lo verdaderamente bueno.
En el caso de la Navidad ha conseguido que lo que empezó siendo positivo (reunirse a celebrar, merendar sabroso, dar regalos) se volviera lo principal y en muchísimos casos, lo único.
Ha conseguido que se distorsione la razón por la cual se habla de amor y paz en Navidad (que nace Aquel que es el Amor y que nos trae la verdadera paz), y en su lugar se mencione un ambiguo 'espíritu navideño', una especie de altruismo sin causa, que se contagia, como la gripa, en 'esta temporada'.
Ha conseguido que se hable de la 'magia de la Navidad', para que la gente atribuya el atractivo de ésta a algo 'mágico', despojado de todo significado religioso.
Ha conseguido que incluso ¡lo religioso se distorsione!: me contó una amiga que en un seminario de 'auto-superación', de ésos que se han puesto de moda, el orador invitó a los asistentes a pedir un deseo al 'ángel de la Navidad', ¡háganme el favor!, ahora resulta que hay un 'ángel de la Navidad' que concede deseos. ¡Cuánto disparate!
Y lo más doloroso es que este intento de paganizar esta gran fiesta del cristianismo ha afectado a millones de niños que ahora esperan con más ilusión la venida de Santa Claus ¡que la del Niño Dios!
Me dio tristeza aquella niñita en el mercado, porque tiene puesta su esperanza en un viejito panzón vestido de rojo que tarde o temprano la dejará defraudada.
Por ello se me ocurrió plantear aquí algo que quizá sirva como punto de partida para los lectores que quieran platicar con sus niños para ayudarlos a darse cuenta de que en Navidad lo importante es el Niño Jesús, no Santa Claus. Son planteamientos dirigidos a los niños.
¿Quién es Santa Claus? Un personaje pintoresco que sólo existe para quien cree en él. ¿Quién es Jesús? Dios, que vive desde siempre y para siempre.
¿Qué es lo que supuestamente ha hecho Santa Claus? Juguetes. ¿Qué ha hecho Jesús? ¡Todo! Es el creador del mundo, del universo entero y de todas las cosas buenas que hay en él; es el que te hizo a ti y a todos tus seres queridos. Dice la Biblia que todo fue hecho por Él (ver Jn 1, 3); sin Él ¡no existiría nada!
¿A quienes está destinado lo que hace Santa Claus? Sólo a los niños dizque 'bien portados' cuyos papás tienen suficiente dinero. Por eso deja a muchos niños pobres muy tristes, sin recibir nada ¿A quién está destinado lo que ha hecho Jesús? A ¡todos! Él no discrimina a nadie, no hace diferencias entre buenos o malos, ricos o pobres. Da Sus dones a todos por igual, no deja a nadie fuera.
¿Cuándo se supone que viene Santa Claus? Sólo un día al año. En cambio Jesús está con nosotros siempre, ¡a todas horas! Él prometió -y lo cumplió- acompañarnos todos los días, hasta el fin del mundo (ver Mt 28, 20).
¿Qué hace por ti Santa Claus el resto del año? Nada (a ningún niño se le ocurre rezarle para pedirle ayuda). Si acaso se supone que se dedica a vigilarte para juzgar cómo te portas a ver si mereces regalo. ¿Qué hace por ti Jesús durante todo el año? Bendecirte, cuidarte, protegerte, llenarte de amor y de ternura, estar atento a lo que necesitas y dártelo.
¿Cuánto dura lo que te regala Santa Claus? Probablemente poco. Son cosas materiales que se gastan, rompen, pierden o llegan a aburrir y son dejadas a un lado. ¿Cuánto dura lo que te regala Jesús? ¡Hasta la eternidad! Sus dones no se gastan, son para siempre.
¿Dónde se supone que vive Santa Claus? En el Polo Norte, en un lugar helado y lejano al que nadie ha ido a visitarlo jamás porque no recibe visitas. ¿Dónde vive Jesús? En todas partes, y de manera especial ha querido quedarse en el Sagrario para que puedas ir a estar con Él cuando quieras, y cuando comulgas, está también dentro de ti.
¡Eso es lo que festejamos en Navidad: que Dios te ama tanto que quiso nacer en este mundo y ser niño como tú para darte la posibilidad de ser como Él, hijo de Dios, y regalarte una felicidad que nunca se termine y que puedas disfrutar para siempre en compañía de todos tus seres amados en la vida eterna! Es algo maravilloso que sucede aunque no haya adornos, cenas o regalos, así que no hay que preocuparse tanto por éstos y más bien hay que poner la atención en disponer el corazón para recibir en él al Niño Jesús.
En la Segunda Lectura que se proclama este domingo en Misa (ver Tes 3, 12-4,2), san Pablo nos ruega y exhorta a que vivamos “como conviene, para agradar a Dios.” Es buen momento para preguntarnos si nuestra preparación prenavideña agrada a Dios, si nos enfocamos en celebrarlo a Él o a santa Clos.
Hoy comienza el Adviento, un tiempo de cuatro semanas para poner las cosas en su lugar y no permitir que lo mundano nos domine, sino prepararnos debidamente a celebrar lo que verdaderamente vale la pena festejar: que Dios se ha quedado a vivir entre nosotros, desde aquella primera Navidad.

(Del libro de Alejandra María Sosa Elízaga “Gracia oportuna”, Col. ‘Fe y Vida’, ciclo C, Ediciones 72, México, p. 8, disponible en Amazon.)

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