Patarata-Filosofìa para un nuevo siglo

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Hermano poeta, el río de las palabrasJaime Sabines es un poeta a flor de piel, sin artilugios, que se puede leer sin ten...
12/02/2025

Hermano poeta, el río de las palabras

Jaime Sabines es un poeta a flor de piel, sin artilugios, que se puede leer sin tener que consultar un diccionario para comprender que en sus poemas fluye un río de sentimientos al alcance de todos. Por Natalia Lara.

Cuando tengas ganas de morirte
esconde la cabeza bajo la almohada
y cuenta cuatro mil borregos.
Quédate dos días sin comer
y verás qué hermosa es la vida:
carne, frijoles, pan.
Quédate sin mujer: verás.
Cuando tengas ganas de morirte
no alborotes tanto: muérete
y ya.

Nacido en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, un 24 de marzo de 1928, Jaime Sabines vivió una infancia completamente dentro de lo cotidiano, de las cosas del diario que ocupan a todas las personas, de ahí logra con suma maestría recuperar las palabras y engarzarlas como si estuviéramos platicando con el amigo, con el tío, con el abuelo que nos contaba pasajes de la vida. «Lo único que sabía de la literatura, y en este caso por tradición oral, eran los cuentos de Las mil y una noches que nos relataba mi papá”.

«No nos los contaba solamente a sus hijos, porque además de nosotros se reunían seis u ocho muchachitos del barrio y todos iban a escuchar a don Julio. El viejo tenía un arte mágico para contar cuentos. Realmente nos entusiasmaba. Aunque su vocabulario no era muy amplio sí era muy efectivo, muy comunicativo, conmocionaba, nos emocionaba a todos y nos dejaba, como en las novelas actuales, con el interés de saber el desenlace».

Sin lugar a duda, esta es una razón por la que Sabines es un poeta muy fácil de leer pues se ocupa de los sentimientos más inmediatos, el amor, la muerte, la pasión por los hijos… con palabras muy claras y sencillas. Sabines es como una puerta de entrada a la poesía, pero también es un poeta capaz de plantear las cosas de una forma muy intensa. Él se atreve a ser muy intenso y muy directo.

Otras razones las podemos encontrar en las diferentes etapas de su vida, fue estudiante de medicina, estudio Derecho, fue comerciante y hasta coqueteo con la política pero no se casó con ella porque se encontró con la poesía, descubrió a Neruda, a García Lorca, a Miguel Hernández, a Juan Ramón Jiménez, a Vicente Huidobro y comenzó a escribir como desesperado: Horal (1950), La señal (1951), Adán y Eva (1952), Tarumba (1956), Diario semanario y poemas en prosa (1961), Yuria (1967), Maltiempo (1972), y Algo sobre la muerte del mayor Sabines (1973).

Al explorar su poesía parece que escribir es algo muy fácil. Porque Sabines es un poeta que representa esa voz íntima, esa voz más del corazón que del pensamiento y que tuvo la virtud de saber decir las cosas que a muchos, a muchísimos les importan. Por lo mismo es un poeta muy leído, la gente sabe quién es Jaime Sabines. Alguna vez dijo que su poesía era fruto de «una búsqueda mística y espiritual para lograr el conocimiento y el entendimiento de su propia existencia en el mundo”.

“En cada poema, en cada libro, Sabines es un hombre diferente, tal vez menos angustiado, tal vez más triste, pero, desde luego, más sabio que el día anterior y en ese proceso de transformación su Dios lo acompaña como un espejo”, expresó Monica Mansour al referirse a la obra del poeta chiapaneco.

Una de las aportaciones de la poesía de Sabines es haber desmitificado, haber quitado ese velo de solemnidad que tenía o que ha tenido en este siglo la poesía contemporánea; digamos que él la hizo más accesible, la hizo más sencilla, más traducible para los lectores que no son poetas. La hizo más cotidiana. Jaime Sabines murió el 19 de marzo de 1999.

Unos tardamos más,
otros menos, pero todos nos vamos.
Sopla el viento y nos vamos.
Cae la noche y nos vamos.
Jugamos a estar sobre la tierra
pero al fin nos vamos.
Con alegría o con dolor,
dulce vida, nos vamos.

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Por las paredesAunque desde niños se nos advierte y amenaza por pintar en las paredes, esta es quizá una de las más anti...
12/02/2025

Por las paredes

Aunque desde niños se nos advierte y amenaza por pintar en las paredes, esta es quizá una de las más antiguas manifestaciones de que todos llevamos un artista dentro. Por Jorge Lara Tovar.

El registro más antiguo de la sana costumbre de pintar sobre las paredes lo encontramos, sin lugar a duda, en las paredes de las cuevas de Altamira, en el norte de España, en la región central de Cantabria, entre los límites de los términos municipales de Santillana del Mar y Reocín. Sin embargo, a lo largo y ancho de nuestro planeta, los seres humanos han dejado plasmados sobre las paredes testimonios de su ingenio, creatividad, preocupaciones y ocupaciones.

En 1922, artistas plásticos mexicanos iniciaron un movimiento pictórico que pretendía plasmar sobre los muros de edificios públicos una serie de imágenes que ayudaran a nuestros abuelos a comprender las raíces de todo aquello que nos une como pueblo. Al cumplirse 100 años del inicio de aquel movimiento, María Andrea Giovine Yáñez, del Instituto de Investigaciones Bibliográficas, ofreció la conferencia “Del mural a la página. Diego Rivera, ilustrador de impresos”, en la señala que los libros de texto gratuitos de la Secretaría de Educación Pública de 2020 recuperan imágenes de los murales mexicanos.

“No es lo mismo ver un mural en Palacio Nacional que en la cubierta de un libro, pero resulta interesante ver como esas imágenes viajaron de los recintos a los espacios cotidianos de los lectoespectadores”, comento la especialista en relaciones entre imagen y texto, y cruces entre literatura y artes visuales en los siglos XX y XXI.
Si bien las imágenes del muralismo en libros pierden características de contemplación, ganan mucho en difusión y cumplen con su objetivo de dispersar imaginarios, posturas ideológicas y artísticas, pues no debemos olvidar que el muralismo fue un proyecto nacional de educación, de alfabetización del pueblo a través de imágenes.

Giovine Yáñez destacó que la Biblioteca Nacional de México resguarda la obra impresa de los principales muralistas mexicanos (Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros) a través de sus colaboraciones en periódicos, revistas y carteles. En el caso de Diego Rivera, se tienen ilustraciones desde 1906 hasta 1957.
“Sin embargo, el pintor mexicano como otros artistas plásticos no recogieron sus trabajos como ilustradores en sus archivos de obra ni mencionaron ellos en sus biografías, ni dedicaron sección alguna en exposiciones retrospectivas, quizá porque era una encomienda con un pago distinto. Para algunos la ilustración fue un trabajo previo a consagrarse como artistas”, comentó la investigadora.

En los archivos de la Biblioteca Nacional podemos encontrar las ilustraciones de Diego Rivera para el poema de Salomón de la Selva “El soldado desconocido”, donde destacan sus iniciales D.R.; también está una portada para la novela “Los de abajo”, de Mariano Azuela, así como ejemplares de la revista Mexican Folkways, dedicada al arte popular, publicación clave en el trabajo de Rivera como ilustrador. Son imágenes que después pasaron a su obra plástica y a otros impresos, los cuales se podían adquirir en los quioscos de periódicos, lugares que “eran parte de la vida cotidiana de los consumidores de la prensa de la época”.

“Otro ejemplo de los viajes y difusión que tuvieron las imágenes de Rivera a través de publicaciones son 20 acuarelas que realizó para un texto del Popol Vuh que se ilustraría en Japón, en 1930, pero que no se terminó. Hoy sí existe una edición español-japonés de este texto maya con ilustraciones del pintor mexicano. Las imágenes se difundieron hacia muchas latitudes por medio de un libro. Quizá no muchos lectores de esa edición han visto un mural original de Rivera, tal vez tampoco han visto una pintura prehispánica, pero a través de las posibilidades de circulación de los impresos pueden llegar hasta sus manos”, dijo.

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The Crown JewelJust 40 kilometers from downtown Mexico City stands a building considered the crown jewel of Churrigueres...
07/02/2025

The Crown Jewel

Just 40 kilometers from downtown Mexico City stands a building considered the crown jewel of Churrigueresque art in our country: the former Convent of San Francisco Javier. By Natalia Lara

The journey from the Zócalo of Mexico City to this picturesque town is the beginning of an architectural showcase spanning the various eras of our history. It starts with the colonial jewels of the Historic Center of the nation’s capital, passes by the skyscrapers rising alongside the Periférico (ring road), includes a stop to admire the Torres de Satélite, and continues along the highway to Querétaro until arriving at this corner of the State of Mexico. One strolls through its cobbled, stone-paved streets before coming face-to-face with this imposing building that leaves visitors wide-eyed.

It is the former Convent of San Francisco Javier—the crown jewel of Churrigueresque art in Mexico, as art historians have called it. One cannot take one’s eyes off every intricate detail, all while listening to a tour guide explain that it is one of the 60 monuments that form part of the World Heritage of the Camino de Tierra Adentro. The magnificent columned portal, they claim, is the product of the creativity of Jerónimo de Balbás and Lorenzo Rodríguez, the colonial Mexican artists who crafted the portals of the Metropolitan Sanctuary of Mexico City.

If one is patient enough, one can discern that there are 116 sculptures decorating the façade—angels, cherubs, saints, and a whole array of whimsical forms coexisting in perfect harmony and “holy peace.” There are depictions of Saint Francisco de Loyola, Saint Stephen, Saint Aloysius Gonzaga, Saint Peter, Saint Justa, and Saint Ignatius—and the fun lies in being the first to spot and name them, as if they were just being baptized.

It is hard to tell whether the guide is a master of art history or a specialist in catechesis as he describes the ornamentation that symbolizes both the commandments and the sacraments that the Jesuits employed for two hundred years to convince the natives of these lands of the existence of God and all celestial glories. In return, around the year 1580, the Otomí taught them their language and unveiled the history recounted in their codices and ancient chronicles.

Up above, of course, are the figures of God the Father, the Virgin Mary, the Child Jesus, Saint Joseph, the Sacred Heart, and countless angels. It is said that, back then, an indigenous cacique who took the name Martín Maldonado was fascinated by the dedication the friars showed in learning the native language and in teaching Spanish, music, religion, songs, theater, and reading. He decided to support them in turning the small convent into the largest center of education in New Spain.

Upon the consummation of Independence, the façade underwent what might be the only change in its entire history. Owing to its importance during the colonial era, the Spanish crown’s emblem was carved in the upper left; a settling of accounts led the new citizens to remove it and replace it with the emblem of the new nation—the eagle that has always accompanied the Mexican people.

We still haven’t had time to explore the interior, where treasures and marvels lie hidden. Yet our wonder has awakened our appetite, and we accepted the invitation to satiate our hunger at the market of antojitos. How about some tacos with cuitlacoche, quelites, or requesón? Tamales, atoles, tlacoyos, barbacoa, pancita, or birria await before continuing on this expedition.

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The Organ Grinders: A Song of the CityBarrel organs were born in Europe around the 17th century. They arrived in Mexico ...
07/02/2025

The Organ Grinders: A Song of the City

Barrel organs were born in Europe around the 17th century. They arrived in Mexico from Germany at the end of the 19th century, and the Mexicans embraced them under the name “cilindro,” with which they filled the streets of their cities with music.
By Jorge Lara Tovar.

My grandmother used to say that she lived in a tenement on the corner of Tacuba and República de Argentina streets, right across from where the original “La Princesa” jewelry and watch shop once stood. Back in the 1920s—even though there was not yet any radio and my grandfather did not earn enough to buy a phonograph—music was never in short supply.

In that very building lived two organ grinders who, by day, played out on that same corner and, by night, performed upstairs in their home as they adjusted the rolls and the crank of the cylinder. They played everything from the Strauss family waltzes to Mexico’s pride, “Over the Waves,” by the Guanajuato native Juventino Rosas.

And how could these two musicians not alternate, when the very first hand-cranked cylinders had arrived in Mexico from Germany—where the human longing to reproduce harmonious sounds, first with the voice and later with instruments, led people to search for a mechanism that would allow them to enjoy music? It was in that spirit that Athanasius Kircher, in 1630, constructed the aeolian harp, an instrument with stretched strings that vibrated harmoniously at the mere passing of the wind.

The organ grinders not only turned the crank of their apparatus—they had to oil and clean it as well—and they even had to wear a uniform that set them apart from the rest of the population. Some of them were true encyclopedias on the history of these instruments.

This is how my grandparents learned that in 1866, Paul Lochmann in Leipzig replaced the spiked cylinder with a metal disc. The advantage of the new system was that the discs could be exchanged. The 19th century was rich in technical advancements. With the invention of the reed, the variety of instruments became truly extraordinary.
They even manufactured “organettes” that were less expensive than the “cannon” instruments (Ariston, Herophon, Amorette, Kallyston).

The new media—cardboard, paper, and sometimes even metal—allowed for an expanded repertoire. Inspired by Jacquard’s loom, they developed punched cardboard sheets, similar to those used in accordions. The emergence of other technologies, such as pneumatic systems and the electric motor, further advanced mechanical music and paved the way for the construction of electric pianos and orchestrions.

As a result, there was a robust production of mechanical musical instruments designed to play salon music, such as:
• The disc music box: Polyphon, Symphonium, Celestina…
• The reed organettes with punched cardboard discs: Ariston, Herophon, Amorette…

Carrying their wooden cases, the organ grinders invaded the streets of Mexico—both in the provinces and in the capital. One could find them turning their cranks in public parks, outside churches, or at the doors of cantinas. They were part of the landscape. They were even hired to deliver serenades and to enliven dances and gatherings.

Believe it or not, famous composers such as Handel, Haydn, even Mozart—and our esteemed Beethoven—composed works intended to be performed on mechanical organs, the relatives of the 20th century cylinders. Much like “disc jockeys,” the organ grinders chose their repertoire depending on where they were going to perform.

Many of them did not disdain the company of animals; the most famous of their companions was the organ grinder’s monkey, who, adorned with his cap and holding his collection container, gathered the ever–voluntary contributions of an appreciative audience.

But those days have passed—even though, with a bit of luck, one might still encounter an old organ grinder on the street.

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La joya de la corona A sólo 40 kilómetros del centro de la ciudad de México, se encuentra una construcción considerada l...
28/01/2025

La joya de la corona

A sólo 40 kilómetros del centro de la ciudad de México, se encuentra una construcción considerada la joya de la corona del arte churrigueresco en nuestro país; el ex Convento de San Francisco Javier. Por Natalia Lara

El recorrido desde el zócalo de la ciudad de México a este pintoresco poblado es el principio de un muestrario arquitectónico de las distintas épocas de nuestra historia, principiando por las joyas coloniales del Centro Histórico de la ciudad capital del país, atravesando los rascacielos que se levantan a los costados del Periférico, sin dejar de admirar las Torres de Satélite y continuar por la autopista a Querétaro hasta arribar a este rincón del Estado de México, transitar sus calles empedradas y adoquinadas, antes de desembocar frente a esta imponente construcción que deja a los visitantes con los “ojos cuadrados”.

Es el ex Convento de San Francisco Javier, la joya de la corona del arte churrigueresco en México, como la han llamado los historiadores del Arte. La mirada no puede retirarse de cada detalle que lo forma, mientras escuchamos a un guía de turistas contar que es uno de los 60 monumentos que forman parte del Patrimonio de la Humanidad del Camino de Tierra Adentro. La soberbia portada estípite que aseguran es producto de la creatividad de Jerónimo de Balbás y de Lorenzo Rodríguez, los artistas del México colonial que crearon las portadas del Sagrario Metropolitano de la Ciudad de México.

Si se tiene la paciencia suficiente, podrá uno comprobar que son 116 las esculturas que decoran la fachada, ángeles, querubines, santos y todo un conjunto de formas caprichosas conviven en perfecta armonía y en “santa paz”, ahí están San Francisco de Loyola, San Esteban, San Luís Gonzaga, San Pedro, santa Justa, San Ignacio y el juego consiste en ser el primero en descubrirlas y nombrarlas como si apenas se estuvieran bautizando.

Resulta difícil determinar si el guía es un maestro en historia del arte o un especialista en catequesis describiendo la ornamentación que simboliza tanto los mandamientos como los sacramentos que utilizaron los jesuitas durante doscientos años para convencer a los naturales de estas tierras de la existencia de Dios y de todas las glorias celestiales. A cambio de ello, allá por el año de 1580, los otomíes les enseñaron su lengua y les descubrieron la historia contada en sus códices y en sus antiguas crónicas.
En lo alto, por supuesto, la figura de Dios Padre, la Virgen María, el niño Jesús, San José, el Sagrado Corazón y ángeles y más ángeles. Aseguran que, en aquel entonces, un antiguo cacique indígena que tomó el nombre de Martín Maldonado se quedó fascinado con la dedicación que ponían los frailes en aprender la lengua de los naturales y en enseñar el español, la música, la religión, los cantos, el teatro y la lectura y decidió apoyarlos para convertir el pequeño convento en el mayor centro de enseñanza de la Nueva España.

Al consumarse la Independencia, la fachada sufrió lo que tal vez sea el único cambio en toda su historia. Por su importancia durante la época colonial, en la parte superior izquierda se esculpió el escudo de la corona española, el ajuste de cuentas llevó a los nuevos ciudadanos a borrarlo y colocar en su lugar el escudo de la nueva nación, el águila que acompañó desde siempre a los mexicanos.

Todavía no hemos tenido tiempo de pensar en conocer el interior, donde se encierran tesoros y maravillas. Pero el asombro nos ha despertado el apetito y aceptamos la invitación a calmar el hambre en el mercado de antojitos. ¿Qué tal unos tacos de cuitlacoche o de quelites o de requesón? Tamales, atoles, tlacoyos, barbacoa, pancita o birria antes de seguir esta expedición.

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Los cilindreros, una canción de la ciudadLos organillos nacieron en Europa, allá por el siglo XVII. Llegó a México desde...
28/01/2025

Los cilindreros, una canción de la ciudad

Los organillos nacieron en Europa, allá por el siglo XVII. Llegó a México desde Alemania a finales del siglo XIX y los mexicanos se lo apropiaron con el nombre de cilindro con el cual inundaron de música las calles de sus ciudades. Por Jorge Lara Tovar.

Cuenta mi abuelita que ella vivió en una vecindad en la esquina de las calles de Tacuba y República de Argentina, enfrentito de donde estuvo la original joyería y relojería “La Princesa”. Allá por los años veinte del siglo pasado y aunque en ese entonces no existía todavía la radio y mi abuelo no ganaba tanto como para comprarle un fonógrafo, la música nunca les faltó.

En esa misma vecindad vivían dos cilindreros, que de día tocaban abajo, en esa misma esquina, y de noche tocaban arriba, dentro de su vivienda para ajustar los rollos y la manivela del cilindro. Lo mismo tocaban los valses de la familia Straus, que el orgullo de México “Sobre las Olas”, del guanajuatense Juventino Rosas.

Y como no iban a alternar estos dos músicos, si los primeros cilindros de manivela llegaron a México desde Alemania donde el anhelo humano de reproducir sonidos armoniosos, primero con el canto y luego con instrumentos, los llevó a buscar un mecanismo que les permitiera disfrutar de la música. Fue así como Athanasius Kircher en 1630 armó la arpa eolia, un instrumento con cuerdas tendidas que vibraba de manera armoniosa con el simple paso del viento.

Los vecinos cilindreros, no sólo daban vueltas a la manija de su aparato, tenían que aceitarlo, limpiarlo, ellos mismos debían de vestir un uniforme que los distinguía del resto de la población y, algunos de ellos, eran verdaderas enciclopedias sobre la historia de estos instrumentos.

Fue así como mis abuelos se enteraron que en 1866, Paul Lochmann en Leipzig sustituyó el cilindro a puntas por un disco metálico. La ventaja del sistema fue el intercambio de los discos. El siglo XIX fue rico en progresos técnicos. Con la invención de la lengüeta, la variedad de los instrumentos se volvió algo extraordinario.
Se fabricaron Organettes de menor costo que los instrumentos con cañón (Ariston, Herophon, Amorette, kallyston).

Los nuevos soportes de cartón, papel y a veces metal permitieron la extensión del repertorio. Del telar de Jacquard se inspiraron para hacer los cartones perforados, como el del acordeón. La aparición de otras tecnologías como los neumáticos y el motor eléctrico dió un nuevo desarrollo a la música mecánica y permitió la construcción de pianos eléctricos y orquestones.

Por consecuencia, se desarrolló una fuerte producción de instrumentos de música mecánica destinados a tocar música de salón como:
La caja de música a disco: Polyphon, Symphonium, Celestina…
Los Organettes a lengüeta y discos de cartón perforado : Ariston, Herophon, Amorette…

Cargando su caparazón de madera, los cilindreros invadieron las calles de México, tanto en la provincia como en la capital. Los encontraba uno dándole vueltas a la manivela lo mismo en los parques públicos, afuera de las iglesias o a las puertas de las cantinas. Eran parte del paisaje. Llegaron incluso a ser contratados para llevar serenatas y para amenizar bailes y reuniones.

Aunque usted no lo crea, músicos famosos como Händel, Hayden, el mismo Mozart y hasta nuestro estimado Beethoven compusieron obras para ser interpretadas en órganos mecánicos, parientes de los cilindros del siglo XX. A la manera de “disc-jokeys”, dependiendo el lugar donde iban a tocar, los cilindreros elegían su repertorio.
Muchos de ellos no desdeñaron la compañía de animales, el más famoso de sus compañeros: el mono cilindrero que ataviado con su gorra y vasija en mano recolectaba la cooperación siempre voluntaria del selecto público.

Pero esos tiempos ya pasaron, aunque todavía puede uno, con un poco de suerte, encontrarse por la calle con un viejo cilindrero.

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Hay tamales!! Can you imagine a Candlemas day without Tamales? If you are not from Mexico you may not have any problem, ...
23/01/2025

Hay tamales!!

Can you imagine a Candlemas day without Tamales? If you are not from Mexico you may not have any problem, but this is a tradition that has survived many fashions, pizza, hamburgers, fast-food and even the most rigorous low-calorie diet. By Natalia Lara.

For the ancient Mexicans, this culinary ritual was associated with the cult of Tlaloc, god of rain. Around this time they celebrated the Tlaloques or images of Tlaloc with which a tour was made through the streets of Tenochtitlan, in a similar way to how the Child Jesus is "paraded" today. Among the Mayans this season it was celebrated with a sacred tamale called Jacuane in honor of Chac, the Mayan name of the same god of rain, and in the Huasteca of Hidalgo with the Sacahuil.

The tamale, from the Nahuatl, tamalli, is a food made with corn dough, stuffed with various ingredients, wrapped as a package in vegetable leaves, to later be cooked. Although the most popular tamales in Mexico are wrapped in the leaves of the corn cob or banana leaf, in coastal and tropical areas there are also varieties that are wrapped in leaves of other plants: reed, chilaca, papatla and milpa leaf, that is, the corn plant.

The best known tamales in corn husks are the green ones, with tomato sauce and pork, mole poblano with turkey meat, the rose-colored sweets with raisins and the tender corn tamales, which are also sweet and very tasty; If you are looking for a more sophisticated snack you can find them stuffed with poblano pepper rajas or jalapeños with cheese.

How about we try the banana leaf wraps that they prepare in Oaxaca, filled with black mole? And the coastal ones with tomato sauce? Have you tried them with beans?

Preparing a good tamale is also a ritual and, on many occasions, a family secret better guarded than any highly confidential document. Starting with the dough churning, in which foreign hands, mood swings or weather changes should not intervene. It is not known if it is the acidity of the skin, the effluvia, the psychic energy, the phlogiston or the serene, but not everyone looks the same. Since the same mass worked by different people can give a good result in one case and, in another, a very bad one.

And the incorporation of secret ingredients is part of the work that the cooks carry out with care and religiosity. They are usually steamed, others are cooked in a pit, such as barbecue, or in an oven. Although an encyclopedia could be written about tamales due to their enormous variety, this list of the most outstanding is now worthwhile.

In Aguascalientes they make tamales made of beans with rajas, pineapple with eggnog, pine nuts with biznaga and sweets, peanuts. In Baja California there are tamales de Güemes, with pork and chicken, olives, raisins and olive oil.

In Campeche they prepare a tamale with sophisticated sauce of guajillo chile, achiote, tomato, garlic, onion and spices; Its filling contains, in addition to dough and pork, olives, capers, raisins and almonds. They do similar things on the coast of Chiapas, adding chopped carrots and potatoes, peas, peppers and boiled eggs.

In Coahuila and other northern states they usually use very small tamales in corn husk, which are usually filled with shredded meat and dried chili sauce; towards the Comarca Lagunera they make spinach tamales; in Colima, the royal tamales with rice and pork ribs.

And to unblock them, what do you think of an atolito?.... But that, that's another story.

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The Pantheon of Illustrious Men, in San Fernando part I Founded in 1872, it houses the remains of Dolores del Río, Ángel...
23/01/2025

The Pantheon of Illustrious Men, in San Fernando
part I

Founded in 1872, it houses the remains of Dolores del Río, Ángela Peralta, Virginia Fábregas, David Alfaro Siqueiros, Nabor Carrillo, Carlos Chávez, Mariano Azuela, Francisco González Bocanegra, Diego Rivera and others. By Jorge Lara Tovar

THE PANTHEON OF SAN FERNANDO Very close to the Alameda, next to the San Fernando Garden, is the civil pantheon of the same name. In 1872, then-President Sebastián Lerdo de Tejada designated a space to honor and place the remains of Mexicans outstanding for their actions in favor of the homeland.

PLACE FOR ILLUSTRIOUS MEN The first illustrious Mexican to be buried here was Lieutenant Colonel Pedro Letechipía, on March 21, 1876, he was a hero who fought against the French Intervention. The place was called "Pantheon of Illustrious Men", In 1935 it was declared Historical Heritage of Mexico.

THE REFORM ROOM The pantheon was part of the old convent of San Fernando, its portico and rooms preserve the baroque style of the eighteenth century. In one of them, there is a small museum with a collection of photographs of characters who participated in the War of Reform, some of them rest here.

DEATH IN THE CLASSICAL WORLD Touring the interior of the cemetery is a kind of journey to the classical Greek world. The monuments built over the tombs and the plaques where their stories are told are elaborated and carved in marble following the architectural lines of Hellenic art to honor the dead.

BENITO JUAREZ The tomb of Benito Juárez is the most famous in the place. Juárez died on July 18, 1872. His remains were exhumed here before the pantheon was considered to receive illustrious men. The sculpture on his tomb represents the Homeland receiving the meritorious in its arms.

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¡Hay tamales!¿Se imagina usted un día de la Candelaria sin Tamales? Si usted no es de México posiblemente no tenga ningú...
19/01/2025

¡Hay tamales!

¿Se imagina usted un día de la Candelaria sin Tamales? Si usted no es de México posiblemente no tenga ningún problema, pero está es una tradición que ha sobrevivido a muchas modas, a la pizza, a la hamburguesa, a la fast-food y hasta a la más rigurosa dieta baja en calorías. Por Natalia Lara.

Para los antiguos mexicanos este ritual culinario estaba asociado al culto de Tláloc, dios de la lluvia. Por estas fechas celebraban a los Tlaloques o imágenes de Tláloc con las cuales se hacía un recorrido por las calles de Tenochtitlan, de manera semejante a como se “pasea” hoy al Niño Dios. Entre los mayas se celebraba esta temporada con un tamal sagrado llamado Jacuane en honor de Chac, nombre maya del mismo dios de la lluvia, y en la Huasteca hidalguense con el Sacahuil.

El tamal, del náhuatl, tamalli, es un alimento hecho con la masa de maíz, relleno de diversos ingredientes, envuelto a manera de paquete en hojas vegetales, para posteriormente ser cocido.Aunque los tamales más populares en México están envueltos en las hojas de la mazorca del maíz o en hoja de plátano, en las zonas costeras y tropicales también hay variedades que se envuelven en hojas de otras plantas: carrizo, chilaca, papatla y hoja de milpa, o sea de la planta del maíz.

Los tamales en hoja de mazorca más conocidos son los verdes, con salsa de tomate y carne de puerco, de mole poblano con carne de guajolote, los dulces color de rosa con pasitas y los de elote tierno, que también son dulces y muy sabrosos; si usted busca un bocado más sofisticado los puede encontrar rellenos de rajas de chile poblano o de jalapeños con queso.

¿Qué tal si probamos los envueltos en hoja de plátano que preparan en Oaxaca, rellenos de mole negro? ¿y los costeños con salsa de jitomate? ¿Los ha probado de frijol?

Preparar un buen tamal es también un ritual y, en muchas ocasiones, un secreto de familia mejor resguardado que cualquier documento altamente confidencial. Comenzando por la batida de masa, en la que no deben intervenir manos extrañas, cambios de humor o del estado del tiempo. No se sabe si es la acidez de la piel, los efluvios, la energía psíquica, el flogisto o el sereno, pero no a todos les queda igual. Ya que una misma masa trabajada por gente distinta puede dar en un caso un buen resultado y, en otro, uno muy malo.
Y la incorporación de los ingredientes secretos es parte de las labores que las cocineras realizan con esmero y religiosidad. Normalmente se cocen al v***r, otros se cocinan en hoyo, como la barbacoa, o en horno. Aunque podría escribirse una enciclopedia sobre los tamales por su enorme variedad, valga ahora esta relación de los más sobresalientes. En Aguascalientes hacen tamales de frijol con rajas, piña con rompope, piñón con biznaga y dulces, de cacahuate. En Baja California hay unos tamales de Güemes, con carne de puerco y pollo, aceitunas, pasas y aceite de oliva.

En Campeche preparan un tamal con sofisticada salsa de chile guajillo, achiote, jitomate, ajo, cebolla y especias; su relleno contiene, además de la masa y carne de puerco, aceitunas, alcaparras, pasas y almendras. Parecidos los hacen en la costa de Chiapas, agregando zanahoria y papa picadas, chícharos, pimiento y huevo cocido.

En Coahuila y otros estados del norte acostumbran tamales muy pequeños en hoja de mazorca, que suelen rellenarse con carne deshebrada y salsa de chiles secos; hacia la Comarca Lagunera hacen tamales de espinacas; en Colima, los tamales regios con arroz y costillas de cerdo.

Y para desatorárselos ¿Qué le parece un atolito?…. Pero esa, esa es otra historia.

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