21/01/2025
EL CADÁVER DEL PAYASO
Era una noche como cualquier otra en la morgue, aunque la atmósfera siempre tenía algo peculiar, una sensación inquietante que me seguía desde que comencé a trabajar allí. Las luces fluorescentes titilaban, y el silencio era tan pesado que podía escuchar el eco de mis propios pasos. Me encontraba revisando unos informes cuando el portón metálico de la morgue se abrió de golpe, anunciando la llegada de un nuevo cadáver.
Uno de los asistentes empujó la camilla hacia la mesa de autopsias. Cuando vi al cadáver, mi estómago dio un vuelco. Era un payaso. La piel de su cara estaba pálida, con los colores del maquillaje ya desvanecidos y goteando como si fueran restos de pintura derramada. La peluca, roja y desordenada, caía en mechones sobre su frente. El traje, una mezcla de colores brillantes, estaba rasgado y manchado de lo que parecían ser fluidos corporales. No parecía como cualquier otro cadáver que había tratado antes. Este, de alguna manera, me resultaba más extraño, más perturbador.
Suspiré, preparándome para hacer mi trabajo. Me acerqué al cadáver y comencé a revisarlo, pero algo no estaba bien. Al principio, pensé que era la postura rígida del cadáver o el olor nauseabundo que emanaba, algo distinto a la descomposición normal. Pero cuando comencé a examinarlo más de cerca, noté algo... raro.
El payaso tenía manchas oscuras en su piel, que en un principio tomé por moretones o quemaduras. Sin embargo, al hacer una incisión para examinar los órganos internos, el horror se desató. Al cortar su abdomen, lo que encontré no fueron los órganos típicos de un cuerpo humano. En su lugar, había fragmentos de carne, huesos, y pedazos de lo que parecía ser… otras personas.
Mi respiración se detuvo. Entre los intestinos del payaso, encontré una mano arrancada, con dedos retorcidos y uñas quebradas. A medida que seguía abriendo más, apareció un pie, no uno, sino dos, completamente unidos al cadáver. Estaban cosidos de una manera grotesca, con suturas gruesas que no pertenecían a ninguna operación médica. La piel estaba pegada, fusionada a través de los músculos, como si alguien hubiera hecho un intento desesperado de ensamblar pedazos humanos. No podía creer lo que estaba viendo.
El horror se apoderó de mí cuando me di cuenta de que no sólo se trataba de pedazos de carne. Vi fragmentos de rostros desfigurados y ojos aún abiertos, incrustados en la carne del payaso. Alguien, o algo, había intentado reconstruirlo, mezclar diferentes partes de personas vivas y mu**tas, como si fuera una grotesca obra maestra de locura y desesperación. La mandíbula del payaso estaba rota, como si hubiera sido golpeada, pero lo más aterrador fue que esos ojos... esos ojos mu***os, estaban mirando directamente hacia mí.
Mi pulso se aceleró. Me sentí atrapado en una pesadilla en la que no podía despertar. Pensé en llamar a la policía, a alguien, pero mi mente se nubló y mi cuerpo tembló. Estaba solo en la morgue, y no había nadie que pudiera ayudarme.
Fue en ese momento que escuché un sonido bajo, apenas un susurro, pero lo sentí como si viniera de todas partes. Algo estaba moviéndose. Algo dentro del payaso. Mi corazón se detuvo un momento. Mi cabeza giró hacia el cadáver, y lo vi: sus dedos comenzaron a moverse lentamente. Primero uno, luego otro. La carne comenzó a crujir, y el cuerpo se retorció, como si la vida intentara regresar a esa amalgama de partes mu**tas.
Con un grito ahogado, retrocedí y caí al suelo, aterrorizado. El payaso comenzó a levantarse lentamente de la mesa de autopsias. Su cuerpo, que antes estaba inerte, se movió con una agilidad antinatural. Sus ojos, vacíos y mu***os, ahora brillaban con una intensidad siniestra. Y entonces, una voz, rasposa y distante, salió de su garganta.
— **Le temo a la oscuridad...**
Esas palabras, susurradas como si salieran de las entrañas del mismo in****no, me helaron la sangre. El payaso se levantó por completo, y su torso, antes descompuesto, comenzó a soldarse de alguna manera, como si la carne mu**ta se uniera de nuevo, fusionándose en una horrible figura.
Mi mente se nubló completamente, y lo único que pude hacer fue correr hacia la puerta. Sin embargo, antes de que pudiera alcanzar el pomo, la luz parpadeó y se apagó por completo. La oscuridad me envolvió, y en ese silencio, escuché el sonido de pasos arrastrándose detrás de mí.
El payaso no sólo estaba mu**to. Algo más había tomado posesión de él. Algo que no podía explicar, algo que no entendía... y me estaba buscando.
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