31/12/2023
Las horas avanzaban ese último domingo del año; él se encontraba solo en su pequeño apartamento, rodeado de botellas vacías. El humo de un ci******lo danzaba en el aire.
Afuera, la ciudad se preparaba para la euforia de Año Nuevo. En la penumbra de su rincón, prefería la compañía de la soledad y el tintineo de las teclas de su vieja máquina de escribir. Desde la ventana, se extendía como un manto de luces intermitentes. Los edificios de acero y cristal, testigos de innumerables historias urbanas. Las calles, decoradas aún con destellos navideños, bullían con la energía de la celebración; la gente se movía en un frenesí de actividades festivas.
Las luces de neón titilaban como astros distantes, el estruendo de la celebración era un susurro en el telón de fondo de su propio silencio.
Tomó un sorbo de whiskey directamente de la botella, sintiendo un ardor similar a las llamas de sus propios pensamientos. Las páginas de un libro, con historias ajenas pero familiares, aguardaban pacientemente, portales hacia realidades que se resistía a explorar.
La medianoche se aproximaba con inevitabilidad.
Mientras los fuegos artificiales iluminaban el cielo, murmuró un «Feliz Año Nuevo» entre dientes, en una letanía de buenas intenciones en la soledad de su refugio.
Regresó a su máquina de escribir, su aliada silenciosa que conocía cada secreto y suspiro de sus noches solitarias. Las teclas crujían bajo la presión de sus dedos, liberando palabras que fluían bajo la intensidad del torrente emocional.
En ese crisol de tinta y nostalgia, sus pensamientos se convertían en versos de una sombría poesía.
Mientras el tumulto de la ciudad celebraba, él se perdía en el eco de sus propias palabras; las festividades eran solo sombras lejanas. Su máquina de escribir, testigo de la danza melancólica de sus pensamientos, se convertía en la brújula de su travesía por las aguas turbias de la introspección.
La noche avanzaba, y él, entre el humo y las letras, se fundía con la melancolía. Cada pulsación de la máquina de escribir era el latido de un corazón que aún buscaba su canción en medio del silencio.
Las horas se desvanecían, y él quedaba atrapado en la penumbra de sus propias reflexiones.
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Con él, la nostalgia de su amor se disolvía en el tiempo, polvo de estrellas esparcido por el viento inmutable de la eternidad.