11/10/2020
1.- CAMERINA GAMA ROMÁN
POR SER MUJER, NO LA DEJARON ESTUDIAR
1943. Llegaron a Jojutla con tres criaturas: Carlota de seis años, Jesús de tres y Emma en brazos. Los señores Tobías Gama Sales y María Félix Román Salgado procedían de Chapa, un pueblo de Teloloapan, Guerrero. Venían a probar suerte.
En la calle de Francisco Javier Mina rentaron una vivienda de dos cuartos a don Pancho.
Don Tobías, por las calles de Jojutla y alrededores, iba de casa en casa, ofreciendo comprar los estropajos que colgaban de techos, bardas, cercas o tecorrales. Ya pelados y blanqueados, llevaba su ligera y voluminosa carga al mercado de La Merced en la Ciudad de México. De regreso traía juguetes para vender el día de Reyes Magos y columpios de lona para bebés.
Las vecinas del centro, enteradas que la recién llegada hacía tortillas de mano, le hicieron pedidos por decenas de docenas. Con el tiempo, en las mesas de las familias Tirado, Moreno, Ocampo, Abúndez, Chavarría, Bahena, Betanzos, Rodríguez, Huicochea y otras más, las tortillas de doña María Félix no podían faltar.
El 18 de junio de 1951, ocho años después de arraigarse en Jojutla, les nació la cuarta criatura: Camerina. Y después llegarían otros tres: Miguel, Cleto y Reyna.
Los siete hijos, en cuanto tuvieron edad, se acomedían en las labores del papá y la mamá.
A Carlota, Emma y Camerina, por ser mujeres, solo les dejaron terminar la primaria.
“No necesita la secundaria, no estudiará carrera porque las mujeres están para que las mantengan, no para mantener, eso les corresponde a los hombres”, argumentó, contradiciéndose, doña María Félix a la maestra Adamina el día que esta trató de convencerla de que Camerina no truncara su educación porque tenía dotes para el estudio.
¿Y don Tobías? Él en esas cosas no se metía; y, con esa actitud, otorgaba anuencia a lo que su esposa disponía.
Camerina, no resignada a pasarse la vida echando tortillas, soñaba con ser maestra y, como su madre no la apoyó, sin saber que ya poseía dotes para comerciar, convenció a Emma de negociar una salida: “Mana, hay que decirle que nos deje trabajar en otra cosa”.
Y así fue como Emma consiguió trabajo con don Pepe “El Jugos” el que trajo a Jojutla la novedosa “cerveza de raíz” enfrente de la terminal de autobuses México Zacatepec. Y Camerina entró de empleada en la zapatería “El Buen Precio” de don Austreberto Lara, enfrente de Casa Huicochea, el primer súper del pueblo, donde tú escoges la mercancía y pasas a la caja a pagar.
Después Camerina trabajó en una zapatería de Izúcar de Matamoros, Puebla; allá conoció a un cliente con el que se casó después de un noviazgo de cinco años: José Luis Tlapa Ponce.
Camerina tuvo otro sueño: “Ser mi propia patrona, independizarme”. Para ese entonces su mamá ya tenía la cerería dentro del mercado Benito Juárez. Ahorró y le fue mandando dinero a su mamá para que le comprara artículos navideños porque pondría su propio puesto; a su esposo le dijo que vendría a Jojutla porque su mamá necesitaba ayuda. Le fue muy bien. Repitió el ardid con el pretexto del Día de la Madre y luego con las Clausuras y se siguió con el Día de Mu***os, originando, sin habérselo propuesto, el Mercado de Tradiciones.
Con las ganancias, con el esposo trabajando en la Conasupo de Jojutla, Camerina compró en cien mil pesos de contado el local de doña Evelia Ocampo, esposa del Ché Gómez; puso cristalería y trastes.
Camerina se amistó con las señoras Esther Galván, Lola Sedano, Tere Valero, Carmen Tafolla porque aprendía de ellas.
“Siempre sé tal y como eres”, le aconsejó doña Lola.
“No lucres con la gente”, le sugirió doña Esther, a propósito de que Camerina era secretaria general de la Unión de Comerciantes presidida por Tranquilino Ortega. También fue tesorera en los periodos de Armando Jaimes y José Ausencio Barrionuevo.
2.- ALBERTO MOJICA, EL HIJO PEQUEÑO
DE DOÑA BEDA SALGADO SANDOVAL
Llegó a Jojutla siendo niño de pecho. Su madre, que había nacido el 27 de mayo de 1924 en Cerro Alto, municipio de Teloloapan, Guerrero, enviudó y se vino a Jojutla con tres pequeños críos: Graciela (Chela) de seis años, Maximiliano El Abuelo, que nació con el cabello blanco y Alberto (Beto), de meses.
Con solo la ropa que traían puesta, llegaron a casa de doña Co**ha Bahena, madrina de Chela. Mientras doña Beda se iba a cortar caña, la hermana mayor los cuidaba. Beto se la pasaba contento, metido en un columpio, succionando entretenido el chupón que Chela, con una liga, amarraba a una botella de refresco Titán.
Terminada la zafra, doña Beda vendió rebanadas de piña y papaya afuera de la terminal de la Estrella Roja. Luego se internaba en los campos de San José Vista Hermosa a comprar jitomate en caja. Otro tiempo vendió comida y posteriormente arrendó la casa de huéspedes enfrente a la Iglesia Episcopal.
Más adelante, en la vecindad de los herreros Antonio y Amado Benítez acondicionó un dormitorio para choferes de la Estrella Roja. Beto, desde niño, ayudaba en la limpieza de las camas y habitaciones.
Un día, intrépidamente, sin dinero en la bolsa, endeudada hasta el cogote y con tres hijos que mantener, doña Beda se echó el compromiso de comprar, en 110 mil pesos, la propiedad de doña Ofelia Velazco, con tal de instalar su propia casa de huéspedes.
Para esa época, doña Beda y Chela, ya toda una señorita, iban por fayuca a Laredo, Los Ángeles, incluso hasta San Francisco; regresaban cargadas de encargos: ropa, perfumes, videocaseteras, radios, grabadoras. Todo lo vendían en abonos, principalmente en el mercado. Y Beto, un adolescente, las acompañaba a vender y a cobrar; en esos recorridos por el mercado conoció a la hija del calentano Armando Jaimes Sotelo, originario de Pungarabato, Guerrero, de familia huarachera y talabartera, hermano de José Matilde, jefe de la policía.
“Hermano, hasta aquí se te puede ayudar, de ahora en adelante tienes chambear”, se la cantó Chela a Beto, cuando éste cursaba la Prepa.
Beto, después de tomar un curso de mercadotecnia, fue casa por casa vendiendo enciclopedias. Le fue bien. Tan salió bueno para vender que lo publicaron en la revista como vendedor destacado: su promedio era tres paquetes por semana, pero hubo una semana en que vendió seis. Ganaba quinientos pesos por paquete en abonos y mil por colocarlo al contado.
Con dinero en la bolsa, y como no era del agrado del suegro, sonsacó a la novia a que se fuera con él. Al regresar de la furtiva luna de miel, Beto consiguió que su padrino José Toledo abogara por ellos y obtener el ansiado perdón. Y Beto, además del perdón, recibió lecciones sobre el negocio del huarache. El suegro, por ejemplo, le enseñó cómo y con quién comprar la mercancía en Iguala.
En Semana Santa arrancó como vendedor de huarache. Todo lo que diariamente surtió lo vendía, hasta setenta pares. Con la venta de esa primera temporada sacó para comprar estufa, refrigerador, comedor y sala. Doña Beda le regaló recámara, ropero y tocador. Su casa se estaba merito donde hoy es la recepción del Hotel El Conquistador.
Como el suegro vio que le echaba ganas, le cedió uno de sus dos locales para vender huarache de mujer y lo invitó a participar en la venta al mayoreo que llevaba a Sahuayo, León, Guadalajara, Jiutepec, Puente de Ixtla, Miacatlán y muchas otras ciudades.
Y Beto se fue ampliando, no solo compró más locales, sino que demostró tener dotes de representante como secretario general de la Unión de Comerciantes y ser regidor en el periodo 1994 – 1997.
Fotos primera y segunda: Luis Tlapa.
Foto tercera: Álbum particular de la familia Mojica Jaimes