10/04/2024
“¿Puedes fijar para ti mismo tu bien y tu mal, y suspender sobre ti tu voluntad propia, como una ley? ¿Puedes ser juez de ti mismo y vengador de tu ley?”
— Nietzsche
Si hoy te dieran la noticia de que la vida que has vivido se va a repetir una y mil veces, ¿cómo te sentirías?
Esta es la pregunta clave y esencial para abrir el panorama y la perspectiva sobre el renacimiento, la reconstrucción y forja sobre el nuevo Yo.
Hablar de una transgresión de valores no es sobre los otros, sino sobre lo que lo definen a uno mismo como individuo, lo que lo representa como ser único y aquello que lo hace existir. No es una manifestación de venganza, tampoco de una agresión hacia la propia existencia o proyección hacia los otros, sino sobre lo que nos define como seres racionales y conscientes a través de nuestra propia validación y reafirmación como seres libres y completos (no limitados por la validación de otros).
Si el hombre no es capaz de (re)afirmarse a sí mismo y mirarse sin los juicios morales de los que se rodea (y de la cultura en la que está inmerso), no aprenderá entonces a aceptar todo lo “bueno” y lo “malo” que es y que hay en él, pero que no se entienda de la misma forma bueno o malo como una manifestación metafísica religiosa sino como un juicio y un sesgo sobre su carácter e identidad, que lo limita a sí mismo y a su propia autopercepción, pues esto limita y condiciona su persona y su desarrollo como ser libre y pleno (por todo lo que representa: sus ideas, valores, virtudes, sentimientos, deseos, repulsiones, aversiones, miedos, metas, etc).
Estas “virtudes” no son calificativos que atañan al ideario colectivo moral, sino que se centran sobre el individuo y los valores que lo representan y lo hacen ser quién es. Y esto no para someterse a una vaga idea nihilista sino para reconstruir su propio valor (revalorizarse) y su propia libertad (una libre de dogmas, adoctrinamientos, imposiciones, falsas ideas y condicionamientos sobre quién es o quién debería ser), lo que le permitiría tomar consciencia y poder de sí mismo, de su vida y de su destino.
Esto es Voluntad de Poder. Esto es forjarse a sí mismo.
Pero para llegar a este punto uno necesita verse a sí mismo con el suficiente amor y respeto como para no decantarse de lleno hacia el odio y como tampoco con la suficiente compasión y complacencia como para justificarse y seguir haciendo-repitiendo-retornando hacia lo mismo.
La pereza, la mediocridad y el “querer a medias” entonces, no son propios ni dignos de un espíritu que busca engrandecerse a sí mismo, pues al entender de lo que se trata la vía del autoconocimiento y del redescubrimiento es comprender el valor y el significado de lo que uno hace por y para sí mismo, y no por ni para los demás. Por eso el “Super Hombre” de Nietzsche se “salva” a sí mismo, lo que permite comprender mucho mejor la vía y el amor al proceso (y no al ilusorio destino). Por eso en el esoterismo se menciona que el valor del camino está en el camino mismo y en el individuo que se encuentra esculpiéndose y forjándose constántemente a sí mismo y sobre él mismo. Por eso en la magiak el mago cada vez necesita menos utencilios y menos parafernalia para hacer su voluntad y crearla y manifestarla, porque sabe el valor y el poder que posee él como sus ideas y conocimientos, y no depende de un atuendo costoso y mucho menos de una espada para dirigir su voluntad, pues esta siempre ha estado en él, solo que no la había despertado ni le había dado el valor suficiente para que se materializara.
Esto es trabajar el Ego (la idea que tengo de mi y que me hace existir), el Yo (quien soy a través de lo que hago y reafirmo de mi) y el Ser (la totalidad de mi, de quien soy como de quien no soy).
La forja de una nueva identidad, entonces, requiere de tal trabajo extraordinario que nunca antes se haya hecho para tener un nuevo Yo, un nuevo Yo que nunca se ha tenido. Y es precisamente este el valor del conocerse a uno mismo, porque lo obliga a uno a ir más allá de lo que ha sido y de lo que es, viéndose desde adentro y desde afuera con todo y sus claros y oscuros, con todo lo que es y lo que no es.
Esta vía del autoconocimiento difiere en cada persona, y mientras algunos lo toman como una simple reflexión pasiva “para después”, otros la sufren a sangre, sudor y lágrimas para el hoy, porque entiende que la responsabilidad no es para otra persona que no sea para uno mismo, y si bien es cierto que se necesita de valentía, fuerza, coraje, temple, y solidez para mirarse con toda la objetividad y crudeza para transformarse y no solo para despedazarse (sin propósito más que el del lastre del castigo, venganza, culpar o culparse o intentar sabotearse), se tiene que aceptar que el camino en toda transformación es una vía que exige fuerza y determinación para destruirse y reconstrucción, ya sea desde el calor y la presión como una espada, carbón y catársis que libere el potencial, o desde el frío y oscuro vacío que de espacio a la coagulación, reorganización y materialización de uno mismo.
Nietzsche lo describió a través de la idea del “Super Hombre”, pero esta idea no es de una meta por alcanzar ni solo un camino por recorrer como tampoco de un anhelo hacia donde huir o sustituir, sino más bien de un Modo de Ser que le permita al individuo apropiarse de sí mismo para destruirse y volverse a construir con pasión y creatividad, con su Voluntad de Poder y con su elección por y para sí mismo. Y acercarse a este “Modo de Ser” es transvalorizando las ideas hacia una nueva identidad propia y única, amando y disfrutando el proceso como cada versión de uno mismo para no caer en un superfluo existencialismo de solo existir por existir ni de seguir la mezquina vía de la comodidad.
El Eterno Retorno es, por tanto, una reflexión y un camino hacia el presente, a cada decisión y a cada instante para la propia transformación a través del análisis y de la autoobservación de lo que se ha venido haciendo, sin filtros ni excusas ni prejuicios ni lamentaciones ni justificaciones ni romantizaciones ni culpas ni deseos ajenos ni doctrinas, en dirección hacia el desarrollo de un nuevo Yo, uno que tiene que pasar por el autoconocimiento, el autodescubrimiento y la autotransformación, pues de lo contrario como esperamos crecer y mejorar si no sabemos en dónde hacer los ajustes, cuáles puentes quemar o construir.
Esta es la verdadera libertad. Esta es la verdadera responsabilidad, que lo hacen ser consciente y activo con uno mismo (y enfrentarse con significado a todos los cómoes y a todos los porqués). Ningún camino está bien como tampoco ningún camino está mal mientras no se sepa hacia dónde se quiere ir.
Si desarrollar carácter y tomar control sobre uno mismo, con pleno uso consciente y racional de sus límites como de sus gozos y deseos es ser siniestro, bienvenida sea entonces la anarquía, la soledad, la antitesis y la oscuridad, que forjan el carácter, la virtud, el temple y la Voluntad.
Y no hay acto más grande de amor propio ni de Voluntad que tomar responsabilidad de uno mismo.
¿Cómo se puede hacer lo que uno quiere si primero no se quiere lo que se puede hacer?
—S.:N:.
“Conviértete en lo que eres. Haz lo que solo tú puedes hacer.”
— Nietzsche.