31/01/2025
«El capitalismo no solo roba tierras: borra memorias y siembra silencio sobre las fosas». Gerardo Pérez Muñoz, filósofo y activista huauchinanguense.
ENTROPÍA POLÍTICA
MONTE DE CHILA: 55 AÑOS DEL CRIMEN QUE BORRÓ UN PUEBLO DE LA FAZ DE LA TIERRA
Por Edgardo Lopez Robles
Querido lector:
El 28 de enero de 2025 se cumplieron 55 años de la masacre de Monte de Chila, un episodio de violencia brutal perpetrado por el Estado contra los pueblos indígenas de la Sierra Norte de Puebla. En ese rincón olvidado de la historia nacional, centenares de hombres y mujeres totonacas fueron exterminados por el ejército mexicano, en un acto que reflejó la lógica del poder autoritario de la época. Aquel crimen, orquestado durante el priismo más represivo, ocurrió bajo la presidencia de Gustavo Díaz Ordaz y con la complicidad del gobierno estatal del general Rafael Moreno Valle.
LA MATANZA DE MONTE DE CHILA Y EL ETNOCIDIO INVISIBILIZADO
La masacre no fue un simple «exceso» de la guerra sucia: fue un acto de limpieza étnica y de clase. Los totonacos de Monte de Chila osaron desafiar a los finqueros que, mediante títulos fraudulentos, habían usurpado tierras comunales. Su crimen fue creer en el reparto agrario prometido por la revolución mexicana. Doce años después, el 2 de junio de 1982, la historia se repetiría en Rancho Nuevo, hoy Progreso de Allende, municipio de Pantepec. Allí, 27 campesinos fueron ejecutados por policías municipales y la extinta policía judicial, en otra acción de violencia contra quienes desafiaron la estructura de poder caciquil. Tomás Pérez Francisco, líder de la resistencia, fue desaparecido forzadamente, convirtiéndose en un símbolo de la impunidad.
La ausencia de monumentos oficiales en Monte de Chila no es un vacío, sino una herida política. Mientras el estado borra las huellas de la matanza, la memoria persiste en la topografía sagrada de la Sierra Norte: en los senderos quebrados donde aún resuenan los pasos de los desplazados en los árboles centenarios testigos de ejecuciones sumarias y en los rituales comunitarios que invocan a los ausentes como ixiptla (representaciones divinas en náhuatl). Los «susurros de las montañas» — esa advertencia colectiva de «no pases por Chila, porque allí matan» — no son folclores: son un sistema de defensa territorial tejido por mujeres y ancianos, custodios de una verdad que los registros estatales niegan.
EL MÉXICO DE 2025 Y EL ECO DE MONTE DE CHILA
El México de hoy ha experimentado transformaciones significativas, pero el eco de Monte de Chila aún resuena en las montañas de la Sierra Norte. Las élites locales, lejos de extinguirse, han adoptado nuevas formas. En la actualidad, el cacicazgo de Xicotepec permanece intacto. Sus descendientes han modificado su apariencia, pero no sus métodos. Si en el pasado fueron los terratenientes y los mercenarios quienes impusieron su autoridad, ahora son las facciones políticas y empresariales, con sus propios agentes, las que mantienen el dominio. La única variante es que ahora se presentan como emblemas de modernidad y avance, aunque su naturaleza sigue siendo idéntica: el control total del territorio y la conservación de sus privilegios. Que esta reflexión sirva para que los integrantes de Morena que hoy pactan con los caciques entiendan que su legado es de opresión y que su influencia no surge del esfuerzo ni del mérito, sino del engaño y la represión.
En este paisaje de silencios institucionales, la figura de Gerardo Pérez Muñoz emerge como un puente entre generaciones. Originario de Huauchinango, Pérez Muñoz no solo documenta las infamias, sino que descifra sus patrones ocultos. Su trabajo de investigación es fundamental para entender esta problemática, que se extiende desde los conflictos históricos hasta las injusticias actuales. Un ejemplo de ello es el caso de las tierras de Monte de Chila, que años después pasaron a manos de Martín Josephi, exdirector de Volkswagen en Puebla. Él creó la finca Oro Verde, una de las muchas hectáreas que formaban parte de su imperio cafetalero, evidenciando cómo el poder y la impunidad se entrelazan en esta región.
RECORDAR MONTE DE CHILA: UN IMPERATIVO MORAL Y POLÍTICO
Recordar Monte de Chila no es un acto de nostalgia histórica, es más bien un imperativo moral y político. No se trata solo de honrar la memoria de los caídos, sino de entender que la lucha por la justicia sigue vigente.
Los pueblos indígenas de la Sierra Norte han demostrado, a lo largo de los siglos, una resistencia inquebrantable. Si los macehuales de 1970 se atrevieron a enfrentar al Estado y a los caciques de su tiempo, las nuevas generaciones deben retomar esa lucha, ahora desde la exigencia de justicia y la construcción de una memoria colectiva que impida que la impunidad se perpetúe. Que estas palabras sirvan como un modesto homenaje a los macehuales masacrados en Monte de Chila y en Rancho Nuevo. Que su sacrificio no sea en vano.
¡Nos vemos en la próxima edición!
Hasta pronto.