14/01/2025
Altagracia Gómez Sierra: la voz que suena en el pentagrama de la 4T
Por Amaury Sánchez
En la gran sinfonía política de la Cuarta Transformación, donde los instrumentos suelen desafinar por exceso de protagonismo o falta de partitura, ha surgido una voz que, contra todo pronóstico, no grita, no exige ni desentona. Es una voz melodiosa, estratégica, casi susurrante, que se dirige a quienes nunca imaginaron ser cortejados por la izquierda humanista de la 4T: los empresarios.
Esa voz pertenece a Altagracia Gómez Sierra, una mujer que no necesita estridencias para ser escuchada. Jalisciense de cuna y heredera de un linaje político-empresarial, Altagracia representa esa rara fusión entre la prudencia empresarial y la sensibilidad social. Hija del exsenador priista Raymundo Gómez Flores, se podría pensar que su destino estaba sellado para caminar por los salones del poder económico, no por las avenidas del cambio político. Pero la vida, como la política, está llena de ironías.
Durante la campaña presidencial de Claudia Sheinbaum, Gómez Sierra sorprendió no tanto por aparecer, sino por cómo lo hizo: discreta, serena, casi en el papel de una estratega en las sombras. Mientras otros hacían girar micrófonos y banderas, ella se concentraba en construir puentes donde otros veían abismos. Y así, sin aspavientos, se convirtió en la coordinadora de Desarrollo Económico Regional, dejando entrever que la economía podía ser más que números: podía ser diálogo, confianza y colaboración.
Cuando Sheinbaum ganó la presidencia, muchos apostaron que Altagracia sería la próxima secretaria de Economía. No lo fue, pero su nuevo rol como coordinadora del Consejo Asesor Empresarial le otorgó algo quizá más valioso: ser la voz del gobierno de la 4T ante el empresariado mexicano. Una voz que no sermonea, sino que invita; que no divide, sino que persuade.
En la presentación del Plan México 2024-2030, Altagracia dejó claro por qué ha sido elegida para esta tarea. Su discurso, dirigido a los empresarios del país, fue un acto de equilibrismo político. Por un lado, les habló con la autoridad que le otorga el respaldo presidencial; por el otro, con la humildad de quien sabe que no puede construir un país sin ellos. “Para aterrizar este Plan, los necesitamos”, dijo, pronunciando una frase que, en otros labios, habría sonado forzada, pero que en los suyos fue una confesión genuina.
Luego, les pidió tres cosas que, aunque sencillas en apariencia, tienen implicaciones profundas: pensar en grande, trabajar en conjunto y confiar en México. Ese “mejor en México” que repitió como un mantra no era sólo una frase, sino un llamado a la acción. Porque, al final, lo que Altagracia plantea no es un mero plan económico, sino un pacto social donde la inversión deje de ser un privilegio y se convierta en una responsabilidad compartida.
Altagracia Gómez Sierra no sólo habla de cifras o de proyectos; habla de un México donde el empresariado no sea el antagonista de la transformación, sino su aliado. Y en un país acostumbrado a la polarización, eso es música para los oídos.
Con 32 años de edad, esta joven empresaria ha demostrado que la política no tiene que ser una guerra de egos ni un mercado de promesas. Puede ser, más bien, un espacio donde se construya el futuro con sensatez, empatía y, sobre todo, confianza. En la partitura de la 4T, Altagracia no es un mero acompañamiento; es una nota clave que, si se interpreta correctamente, podría marcar el tono de una nueva relación entre el gobierno y el sector privado.
Quizá el verdadero legado de Altagracia no sea el Plan México ni las frases que pronunció ante los empresarios. Tal vez su legado radique en demostrar que, aun en los tiempos más polarizados, siempre hay lugar para quienes saben escuchar, persuadir y, sobre todo, construir. Porque, como ella bien dijo, la única apuesta que nunca se pierde es aquella que se hace por México. Y en eso, Altagracia Gómez Sierra ya lleva ventaja.