15/01/2025
MAL DE OJO
(Historia real)
Mi abuelita, María Álvarez Hernández, tuvo una niña que falleció a los dos meses de nacida.
Era su primera hija después de cuatro niños, y estaba feliz. Todos le decían:
—¡María, qué chula está tu niña!
Cuentan que Carolina era una bebé hermosa.
Una tarde, mientras trabajaba en el mercado en su puesto de mercería, colocó a la pequeña en un huacal (caja de madera) entre hilos y estambres para poder atender a unas clientas que compraban material para bordados.
Una de las mujeres se fijó en la niña y exclamó:
—¡Mujer, qué niña tan bonita! ¿A poco es tuya?
—Sí, es mi hija —respondió mi abuelita con orgullo.
La mujer la observó fijamente y comentó con una sonrisa extraña:
—Es demasiado bonita… No se parece en nada a ti. Parece un angelito.
Mi abuelita sintió un escalofrío y, por instinto, tomó a su pequeña en brazos y la cubrió con su rebozo. Las mujeres se fueron y la tarde transcurrió con normalidad… hasta que Carolina comenzó a arder en fiebre y a llorar desesperadamente.
Alarmada, mi abuelita corrió al doctor. Le recetaron medicamentos para bajar la fiebre, pero las horas pasaban y la niña no dejaba de llorar. Nada la consolaba: ni el pecho, ni los brazos de su madre.
Al amanecer, el llanto de Carolina se volvió más débil, como si estuviera agotada. Sus movimientos eran lentos, su cuerpecito parecía quedarse sin fuerzas.
Desesperada, mi abuelita la llevó con una curandera que, según decían, sabía mucho de hierbas y limpias. Al verla, la mujer chasqueó la lengua y murmuró con preocupación:
—¡Ay, mujer… a tu hija te la reventaron! Le hicieron mal de ojo.
Mi abuelita sintió un n**o en la garganta.
—¿Puede ayudarla?
La curandera negó con la cabeza.
—Si me la hubieras traído antes… Ya no puedo hacer nada por ella. Mira nada más su ojito.
Con delicadeza, le retiró el gorrito a la pequeña. Mi abuelita contuvo el aliento: el ojo izquierdo de Carolina se había encogido, como si se estuviera hundiendo en su rostro.
La curandera le devolvió a la niña y le dijo con tristeza:
—Bautízala antes de que se te muera. Lo siento mucho, chamaca.
Mi abuelita salió con su hija en brazos y la bautizó en casa. A las pocas horas, Carolina dejó este mundo.
Desde entonces, mi abuelita nunca dejó que volvieran a mirar a sus hijos sin antes "esconderles el alma" con un rezo o un amuleto.
Muchas gracias por leerme.
Autor: Griselda Jiménez Gutiérrez