02/11/2024
¿Cómo puedo entregar mi vida a Dios?
Nuestra atención puede dividirse entre diferentes aspectos importantes para nosotros, como las relaciones, las carreras o las metas. No obstante, el objetivo final sigue siendo casi siempre el mismo: procurar nuestra propia satisfacción. La búsqueda de la felicidad es un viaje común a todos los seres humanos.
Sin embargo, no hemos sido creados para vivir exclusivamente para nosotros mismos. Fuimos concebidos por Dios a Su imagen y semejanza para complacerle (Génesis 1:27; Colosenses 1:16). El pensador francés Blaise Pascal afirmó: «Dentro de cada individuo hay un vacío con forma de Dios, que ningún objeto terrenal podrá llenar. Solo Dios puede colmar ese vacío, revelándose a través de Jesucristo».
A lo largo de la historia, la humanidad ha intentado colmar ese vacío con todo menos con Dios: ya sea a través de la religión, la filosofía, las relaciones humanas o las posesiones materiales. Ninguna de estas alternativas logra satisfacer plenamente, como lo demuestran la desesperación generalizada, la avidez y la sensación de pérdida que han caracterizado la historia humana.
Jesús dijo: «Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso» «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar», (Mateo 11:28). En Isaías 45:5, Dios declara: «Yo soy el Señor; no hay otro aparte de mí; no hay ningún Dios fuera de mí». La Biblia narra la incansable búsqueda que realiza Dios en pos de la humanidad.
Cuando llegamos al punto de comprender que la vida va más allá de nosotros mismos, estamos preparados para dejar de evadir a Dios y permitirle tomar el control absoluto. La única la forma en que cualquiera de nosotros puede tener una relación con un Dios santo es admitir que somos pecadores, alejarnos de ese pecado y aceptar el sacrificio que Jesús hizo para pagar por él.
Nos conectamos con Dios a través de la oración, orando con fe, creyendo que Dios nos escucha y nos responderá. Hebreos 11:6 dice: «Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que Él existe, y que recompensa a los que le buscan». Confesamos nuestro pecado, agradecemos a Jesús por abrirnos un camino para ser perdonados e invitamos a que tome el control de nuestras vidas.
Acercarnos a Dios mediante la fe en Jesucristo implica transferir la propiedad de nuestras vidas a Él. Lo nombramos como el jefe, el Señor, de nuestras vidas. Cambiamos nuestros antiguos corazones, adoradores de sí mismos, por la perfección de Jesús, «Dios hizo que Cristo, quien nunca pecó, fuera la ofrenda por nuestro pecado, para permitirnos estar en una relación correcta con Dios mediante Cristo» (2 Corintios 5:21).
Romanos 12:1 nos da una descripción visual de lo que sucede: «Ofrezcan sus cuerpos como sacrificio vivo». Imagina un altar dedicado al único Dios verdadero. Luego imagina acercarte a él, recostarte y decir: «Aquí estoy, Dios. Soy un pecador, pero aun así me amas. Gracias por morir por mí y resucitar de entre los mu***os para perdonar mi pecado. Límpiame, perdóname y hazme tu hijo. Tómame completamente. Quiero vivir para ti desde ahora en adelante.»
Cuando nos entregamos a Dios, Él envía Su Espíritu Santo para habitar dentro de nuestros espíritus (1 Juan 4:13; Hechos 5:32; Romanos 8:16). Nuestra vida ya no se trata de hacer lo que queramos. Pertenecemos a Jesús y nuestros cuerpos son el templo sagrado del Espíritu (Juan 1:12; Efesios 1:13-14).
(1 Corintios 6:19-20). Cuando entregamos nuestra vida a Dios, el Espíritu Santo nos capacita y motiva para vivir conforme a Su voluntad. Él transforma nuestros deseos. Al someternos a Él cada día, dedicarnos a la oración, la lectura de la Biblia, la adoración y la comunión con otros creyentes, fortalecemos nuestra fe y aprendemos a satisfacer a Dios «En cambio, crezcan en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. ¡A él sea toda la gloria ahora y para siempre! Amén. », (2 Pedro 3:18).
Jesús enseñó: «Si alguien quiere ser mi discípulo, que renuncie a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga» « Entonces dijo a la multitud: « Si alguno de ustedes quiere ser mi seguidor, tiene que abandonar su propio modo de vivir, tomar su cruz cada día y seguirme. », (Lucas 9:23). Generalmente, el camino que Dios tiene para nosotros difiere del que elegiríamos nosotros o nuestros amigos. La elección está entre el camino amplio y el estrecho «Solo se llega al reino de Dios por la puerta estrecha; el camino al in****no es ancho y su puerta es espaciosa para los muchos que lo recorren. », (Mateo 7:13). Jesús conoce nuestro propósito al ser creados por Él. Descubrirlo y vivirlo es la clave de una felicidad genuina. Seguir a Jesús es el único camino para hallarla.
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