14/12/2024
Fue difícil dejar nuestro humilde hogar , donde quedaron grandes recuerdos de la infancia; dejé yo, la tierra donde nací. Recuerdo aquellas tardes en familia, esperando a que se metiera el sol entre los cerros, contando las estrella. la Marinera, las Cabrillas y contemplando la luna, cantábamos,
reiamos a carcajadas & ,lo mas simple tenia un gran valor.
Jugabamos a las escondidas en la obscuridad con los primos y amigos, los mayores contando historias y vivencias. Había risas y también momentos de preocupación, pero yo ignoraba eso, inocencia no me dejaba comprender más allá. Nos inculcaron el respeto y nunca opinamos en las conversaciones de los grandes. Muchas veces vi llegar a un señor de sombrero a platicar con mi tata y una señora de vestido largo con mi nana se veían mayores (no opiné). En la ramada, siempre había visitas y la taza de café no faltaba En la entrada estaba una olla de barro llena de agua y un jumate para tomar. Como olvidar las comidas de mi nana y los cariños de mi madre; todo era armonía, pobres económicamente, pero la comida nunca faltó en la mesa: siempre hubo tortillas en el guare o frijoles en la olla o unos nuevos de gallina de rancho y el queso en el zarzo.
Bien recuerdo aquellos momentos, cuando íbamos a las tierras a dejar el lonche al viejo g que labraba la tierra con aquellos animales cansados y fieles ? , el sudor se le rodaba, pero él seguía con la ilusión y la esperanza de que fuera buena la temporada para levantar buena cosecha había veces que lo vi triste en los tiempos de sequía, sin lluvia , también vi una sonrisa en su rostro al ver que tronaba el cielo, eso era buena señal.
Mi nana y mi madre haciendo las tortillas maíz en la prensa y cociéndolas en el comal, pasando la masa por el metate, antes de eso, al nixtamal lo pasaban por el molino a la vuelta y vuelta. Era cansado el trabajo; a cada uno nos tocaba moler una taza, pero qué grande era la satisfacción de estar en una mesa llena: todas las sillas, la comida en la hornilla es la mejor y comer en familia completa, iuf! no tiene precio.
Allá un gallo era el reloj ,. Por las madrugadas, ellos (padres y abuelos) se levantaban, atizaban la hornilla y ponían a calentar agua para el cafe, prendían el radio para escuchar una buena novela o las noticias
Bien recuerdo la novela de Porfirio Cadena o "El Ojo de Vidrio" y la canción Caminos de la Vida con Los Dos Reales.
Amanecíamos en los catres o tarimas tendidas en el patio, los tíos, los primos, mis padres, hermanos y los abuelos g estaba toda la familia; nos levantábamos en el tiempo de frío calentarnos en la lumbre rodeando la hornilla o hacíamos una fogata y todos con su taza de atole. Cada día era una nueva historia.
Que lindeza cuando nos bañábamos en el río (arroyo), jugando a la roña y las mujeres lavando la ropa; ellas en la cabeza se llenaban los baldes de ropa, también cuando iban por agua al
pozo, los tendederos llenos de ropa
también nos mandaban al agua y claro, les ayudábamos
La gente muy unida la vecina compartía leche que ordeñaba de la vaca, también una fresca asadera y por supuesto, nosotros también le compartíamos lo que teníamos.
Mi tata era "venadero" y le compartíamos carne. Mi amá y mi nana hacían muy rico el pan en el horno de leña , nosotros traíamos tercios de de leña en el hombro o en el b***o. El rancho nunca se me olvida y el olor a monte siempre está Ahora que no estoy allí y que las canas ya llegaron a visitarme, me doy cuenta que era rico y sin saberlo, el tiempo pasó, como como pasa de un anochecer a un amanecer Hoy la vida es diferente, muchos ya no están con nosotros, pero los traemos en el corazón.
Recordar es volver a vivir. ¡Que viva la felicidad!
Escrito David Araujo.