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17/02/2025
🚨 Por Carolina Ruiz Rodríguez, Diputada Local y Presidenta de la Comisión de Atención a las Personas Migrantes
La criminalización de la migración ha agravado las condiciones de violencia, agresiones y riesgos que enfrentan miles de personas en tránsito. Sin embargo, existe un grupo especialmente vulnerable ante estas adversidades: la niñez migrante. Niños, niñas y adolescentes que, por diversas razones como la reunificación familiar, la pobreza extrema, la violencia o la persecución, se ven forzados a abandonar su hogar en busca de un futuro mejor.
De acuerdo con la Convención sobre los Derechos del Niño, todas las personas menores de 18 años deben ser consideradas niños, niñas y adolescentes, sin importar el contexto o el lugar en el que se encuentren. Lamentablemente, los menores migrantes, quienes en su mayoría viajan acompañados por sus familias, cada vez son más quienes se aventuran a hacerlo de manera solitaria, enfrentando peligros tan graves como la trata de personas, la explotación laboral, el abuso o la incorporación forzada a grupos criminales.
Las rutas migratorias más peligrosas incluyen la que conecta América Latina con Estados Unidos. Viajar a través de trenes de carga, cruzar ríos caudalosos y transitar por desiertos o selvas, como la peligrosa región del Darién, pone en riesgo la vida de los menores. El endurecimiento de las políticas migratorias de Estados Unidos ha empeorado esta situación, donde muchas familias con menores han sido separadas en la frontera, enfrentando condiciones inhumanas que vulneran los derechos de la infancia.
Según datos de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos, más de 145 mil menores migrantes fueron detenidos en 2023, y más de 109 mil enfrentaron encuentros con la autoridad migratoria entre octubre de 2023 y agosto de 2024. Esta alarmante cifra es testimonio de la urgente necesidad de un cambio en el enfoque de la migración, uno que priorice el respeto a los derechos humanos y la protección de los más vulnerables: los niños, niñas y adolescentes migrantes.
Por ello, hago un llamado a todos los sectores de nuestra sociedad a no asociar migración con violencia, como lo ha señalado nuestra presidenta Claudia Sheinbaum, y a respaldar el trato humanitario hacia los migrantes, particularmente los menores. México debe ser un país que ofrezca espacios seguros, educación inclusiva y apoyo psicosocial para estos niños y niñas. No podemos permitir que los sueños de nuestra niñez migrante se conviertan en pesadillas, pues su infancia perdida podría marcar un futuro lleno de rencores y resentimiento para todos. Debemos ser solidarios, justos y humanos con quienes más lo necesitan.