09/01/2025
INFOGRAFÍA DE "LA PETATERA" " publicada por el Heraldo de México.
A continuación reproducimos parte del texto del artículo de Martha de la Torre Curiel:
Durante los últimos 168 años, en enero, familias y artesanos de Villa de Álvarez, Colima, viven la tradición de construir la plaza de toros desmontable conocida como La Petatera, obra que lleva el nombre de la materia prima de esta obra: el petate.
Es considerada la artesanía más grande del mundo y fue declarada en 2009 Monumento Artístico de la Nación, por el Instituto Nacional de las Bellas Artes, además de que forma parte del inventario del patrimonio cultural inmaterial de México.
Durante seis semanas, entre 25 y 30 artesanos arman esta plaza para celebrar los festejos charro-taurinos de Villa de Álvarez, que este año se celebrarán del 9 al 26 de febrero, en honor de San Felipe de Jesús, para que los libre de los temblores, no sólo por su cercanía con el volcán de Colima, sino por ser zona sísmica. Al concluir la fiesta, la plaza es desmontada en su totalidad.
Pieza por pieza, el recinto es acuñado con elementos naturales de la región, como petates de Gómez Farías (sur de Jalisco), así como maderos, carrizos y otates de los cerros colimenses.
“Nunca se ha caído (La Petatera), nunca, por eso los amarres”, dijo confiado Desiderio Conteras Tene, El Pajarito, quien desde 1992 es el mayordomo o supervisor principal, y aunque el año pasado pasó la batuta a su hijo Rafael, el hombre, de 86 años de edad, aún guía los trabajos, y todos los días revisa a detalle la obra, para descartar cualquier riesgo.
“Me voy tablado por tablado revisando, por abajo, arriba. Si hay una solera que se haya quebrado o algo así, me vengo y traigo a la gente y la cambiamos. Hay temporadas que no se corrige ninguna”, detalló.
Los trabajos se hacen desde el primer rayo de sol hasta el anochecer, narró César Romero, de 50 años, quien a pesar de sudar intensamente, a las 11:30 horas, cose los petates y aseguró que puede trabajar una hora más, cuando ya no es soportable el clima, aunque continuará con otras labores en la sombra.
“Le damos otra cosida, otros nomás le echan una vuelta, pero cada quien lo hace como piensa que queda mejor”, explicó.
En el ruedo también trabajan generaciones completas, todos hombres, como Miguel Anaya, de 83 años, quien une los carrizos para los techos de la plaza.
Todas las piezas son aportadas por las más tradicionales familias villalvarences, a quienes se les llama tabladeros.
Ellos resguardan en sus casas los materiales todo el año, pero debido a que la plaza se divide sólo en 70 tablados o secciones y son más de 100 tabladeros en el municipio, son elegidos por sorteo, lo que hace sea un privilegio y un honor participar.
Por Arq Miguel Villalpando